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Cuando los enemigos de Felipe Carrillo Puerto fraguaron y pagaron por su muerte, pensaron que tras el asesinato vendría el olvido de su liderazgo y prevalencia sobre las decisiones políticas de sus seguidores. Por más de medio siglo fue así, en virtud de que tras su huella justiciera, de rebeldía ante la injusticia social, había el sustento ideológico de una generación de pensadores y luchadores sociales, la mayoría de los cuales ha fallecido y, con ellos, sus ideas van cayendo en el olvido.
El centro y eje de las ideas de socialismo progresista estuvo presente en la Universidad que fundó, y de la que surgieron generaciones de jóvenes que enaltecieron los principios del Carrillo Puertismo.
El Partido Socialista del Sureste, carente de liderazgos firmes, fue decayendo y ahora es tan solo una figura de lo que antaño fue, cuando a su llamado miles de trabajadores se reunían para defender sus derechos. Es evidente que eso no ocurre en la actualidad.
Las generaciones actuales desconocen el alcance del trabajo revolucionario que durante su existencia encabezó Felipe Carrillo Puerto.
El baluarte universitario también languidece. El busto de Felipe Carrillo Puerto, ubicado en el patio central del Alma Mater, amaneció un día destruido. Fue retirado y la reposición se hizo fuera del Edificio Central, durante la ceremonia de cambio de nombre que, por segunda ocasión, recibió el Teatro Universitario. Este recinto antes ostentó orgullosamente el nombre de Efraín Calderón Lara, joven victimado por defender principios de Carrillo Puerto.
A partir de ahí, ni la Declaración de Autonomía emitida por un gobernante universitario, Víctor Cervera Pacheco –quien mantuvo la línea de servicio a los humildes–, ha podido renovar el orgullo ni encender la flama de la formación ideológica progresista que debe prevalecer en la UADY. Peor aún, las ideas contrarias se posicionan.
Es cierto que cada tres de enero se efectúa un magno homenaje ante sus restos mortales, los de sus hermanos y algún colaborador, en lo que es el hemiciclo
levantado a su memoria –que usualmente recibe nueva pintura, mas no una verdadera restauración que realce los detalles relevantes de la estructura y los mensajes que el autor y constructor de dicho sitio histórico dejó para la posteridad–.
No debe olvidarse que este hemiciclo es un monumento con gran simbolismo y, en imágenes ahora cubiertas, se encuentra un mensaje político para la posteridad.
Don Felipe Carrillo Puerto es merecedor de un mejor trato, por lo menos en el monumento donde se conservan sus restos mortales. Los signos, imágenes, tienen un contenido que debe develarse. Los trece escalones para llegar al sepulcro y sus bajorrelieves laterales con formas serpentinas entrelazadas, los búhos mayas, los doce pebeteros que con el monumental del centro suman trece, y las seis imágenes en bajorrelieve en los extremos del hemiciclo, todo contiene mensajes que se pierden con el empastelamiento del manchón oscuro con que se cubren.
El sitio postrero donde descansa un líder ejemplar requiere de cuidado. Un baño anual de palabras no es suficiente para perpetuar su memoria, una memoria viva que sigue ahí, en la mente de quienes se atreven a conocer la magnitud de sus principios, la complejidad de sus luchas, su vocación por la justicia social y la fe en que los desposeídos deben recuperar el sitio y el futuro luminoso que desde su historia de miles de años les pertenece.
Las balas asesinas matan hombres valiosos, pero nunca ideas…
¡¡¡LOOR A DON FELIPE CARRILLO PUERTO!!!
