Pedro Escamilla Esquivel
Estimados lectores,
La humanidad está viviendo un momento histórico. A pesar de que el hombre vive en una de las etapas más avanzadas de la sociedad, estamos ante un problema de salud mundial, una pandemia que está removiendo todos los cimientos, o como decía un gran filósofo y economista: la estructura y superestructura de la sociedad está siendo removida en su totalidad.
Con los adelantos tecnológicos se suponía que las epidemias que asolaron en otras épocas al hombre y causaron gran mortandad ya no tenían por qué surgir, y he aquí que hoy el mundo está convulsionado ante la pandemia del Coronavirus, COVID-19.
La letalidad de este virus no es medible en función de la mortandad que trae consigo, ya que los porcentajes de mortalidad son bajos y principalmente inciden en el estrato de la gente de la tercera edad, sobre todo en aquellas personas que traen consigo enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, obesidad y otras.
La letalidad es porque atenta contra lo que es para el ser humano indispensable en su vivir, lo que le ha permitido ser la especie superior a toda especie animal: la sociabilidad, la relación social.
En tanto estamos aislados somos débiles y fácil presa del mundo biológico y de los desastres naturales.
Todos los adelantos que se han logrado han sido por la interacción de los seres humanos, por trabajar en equipo en base a metas.
Hoy, ante la pandemia del Coronavirus, se pide el aislamiento casi total, estar en la casa y no salir salvo para lo más indispensable. Esta acción necesaria para poder reducir la tasa de contagio trae consigo el rompimiento de la relación entre individuos, lo que ha impedido llevar a cabo actividades económicas, culturales, sociales; en fin, la razón de ser del Hombre.
Es esta encrucijada se encuentra la humanidad: la salud o su actividad esencial, la interrelación personal.
Dentro de esta interrelación se encuentra el quehacer económico, actividad que le permite al hombre vivir socialmente; de ahí la enorme importancia que tiene la economía actualmente. Sin la estructura económica no hay alimentos, vestido, entretenimiento, empleo, calidad de vida, desarrollo y demás.
Y he aquí ante esta pandemia que se está considerando que la humanidad está ante un parteaguas: el capitalismo salvaje o el bienestar de salud.
Durante más de 50 años la globalización ha vivido al amparo de un modelo económico de capitalismo salvaje, privilegiando el poder del mercado ante cualquier otro ente social. La riqueza material creció, pero la desigualdad social corrió también parejo con ella; la riqueza se concentró cada vez en pocas manos y la pobreza, por ende, creció. También, en aras de que la riqueza material creciera, muchas instituciones que nacieron para apoyar el bienestar social fueron privatizadas y, al entrar en la órbita del mercado, representaron minas de oro para las ganancias del capital.
Por obviedad, los gobiernos de esta época comenzaron a reducir presupuestos para estas instituciones, creando por consiguiente que las ofertas de servicios y de mercancías sean cada vez más reducidas, generando demandas insatisfechas ante la ciudadanía; las condiciones estaban dadas para que el gran capital llenara estos espacios creando opciones para resolver esas demandas insatisfechas. Ejemplos: privatización del sector educativo, del sector financiero, del sector salud y más.
Hoy, ante la situación de la pandemia actual, el Estado de manera global está en una situación frágil presupuestalmente; los recursos son escasos en materia de salud para responder de manera eficiente con una oferta en materia de servicios de salud, aunque existe un mundo desigual: pocos países ricos mientras que la gran mayoría están en situaciones precarias.
La situación de México
En México estamos a 15 meses del arribo de un nuevo gobierno, producto de una elección inédita en nuestro país en la que políticamente los ciudadanos ordenaron un cambio drástico como resultado de un hartazgo y enorme desilusión de los gobiernos emanados de los partidos del PRI y del PAN, desde Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto.
Desde hace treinta y seis años el modelo Neoliberal implantado por esos gobiernos privilegió al mercado como punta de lanza, la variable que por su solo funcionamiento daría las condiciones para obtener un desarrollo y crecimiento de nuestra nación.
La realidad actual mostró un panorama diametralmente opuesto al pronosticado: pobreza en crecimiento, desarrollo desigual en la población -pocos tienen mucho y muchos tienen poco-, la primacía de lo económico hacia lo político. Las estadísticas del INEGI y del CONEVAL así lo demuestran.
En los quince meses de gobierno de AMLO se ha atendido a los estratos sociales más marginados: becas a jóvenes, pensión a los adultos mayores, ingresos a personas con discapacidad, caminos saca-cosechas creados por la mano de obra de los habitantes de las poblaciones más alejadas. Esta derrama de ingresos busca mover la demanda agregada, incentivar el consumo de los estratos de población más marginados, aunque este consumo incide en su mayoría en la economía informal y no entra en la contabilidad del PIB; de ahí que, al no ser contabilizado, no refleja la verdadera situación de este indicador macroeconómico.
En el primer año de la administración actual la economía formal no creció, el PIB fue 0%; la inversión privada no se sintió estimulada para crecer ante un panorama de incertidumbre.
Estas eran las condiciones cuando se presentó la pandemia del Coronavirus, adicionado a una guerra de precios del petróleo entre Arabia Saudita y Rusia que ocasionó que el precio del barril mexicano cayera un 77.90%: el 2 de enero del 2020 el precio del barril era de 58.88 USD y el 27 de marzo el precio había bajado a 13.01, de acuerdo con http://www.oilbmex.mx/oilbmex-precio-mme.php. Para el Estado mexicano, la derrama de ingresos cuando los precios del petróleo eran altos desapareció; los recursos que se presupuestaron para los gastos del gobierno se redujeron.
Ante esta situación, y con la emergencia nacional por la pandemia del coronavirus, el gobierno se enfrenta a un dilema: el aislamiento total para contener la pandemia, a costa del drástico deterioro de la economía. Atender la salud de la población induciendo al aislamiento social trae como consecuencia el derrumbe de las actividades económicas, ya que todas estas actividades implican movilidad social, o atender a la economía lo que motivaría que la pandemia se reprodujera geométricamente, con consecuencias de enorme mortalidad para la población.
La apuesta de los gobiernos fue salvar a la población sanitariamente, e implementar políticas macroeconómicas para que la caída de la economía sea lo menos estrepitosa y negativa para la población.
Todo parece indicar que la propuesta es contener al virus lentamente, lo que plantea que su duración sea de más tiempo, considerando de 6 a 7 meses para la erradicación del virus; La meta es lograr que esa política sanitaria sea lo menos dañina para la población. Esto es bueno de resultar positiva pero ¿qué tendría que hacer el gobierno de AMLO para resolver el problema económico que puede ser grave al permitir que el aislamiento social tome más tiempo?
Ha habido diferentes propuestas, entre ellas algunas del sector empresarial reclamando medidas de apoyo fiscal. El Consejo Coordinador Empresarial (CCE) pidió una moratoria de 6 meses en la presentación de las declaraciones anuales; el gobierno dijo que no, ya que esa medida implicaría la condonación de impuestos como se hacía en la etapa neoliberal. Otra propuesta provino de un grupo de intelectuales y economistas destacados, entre ellos el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, Rolando cordera, Luis de la Calle que plantearon que el Presidente promueva un Acuerdo Nacional para enfrentar la crisis económica por la epidemia del coronavirus; consideran que es de vital importancia actuar con rapidez y contundencia, ya que los indicadores económicos a nivel mundial plantean una recesión, y que México ante esta situación debe de enfrentarla convocando a las fuerzas que pueden actuar organizadamente, creando medidas macroeconómicas que atenúen o eviten que esta crisis perjudique a los más necesitados y a las empresas, sobre todo micro, pequeñas y medianas empresas que son las generadoras del 80% del empleo. En el caso de esta segunda propuesta no se ha escuchado respuesta.
El domingo 5 de abril AMLO presentó su informe de actividades y particularmente acerca de la situación económica y la pandemia, entre las medidas que propuso están las siguientes:
1.- Baja en los precios de la gasolina. Esta medida ha sido posible debido a que los precios del petróleo a nivel mundial han bajado y, si bien es cierto que la decisión de subir y bajar el precio de ella es del gobierno, por esa decisión el gobierno ha dejado de percibir cuantiosos recursos que les podrían servir para enfrentar la situación económica y la pandemia. Primero la población y las empresas, y después el gobierno. Aquí una interrogante surge: cuando el precio del petróleo comience a subir ¿qué pasará con el precio de la gasolina?
2.-Aumentar la inversión pública destinada a la creación de empleos y otorgar créditos a pequeñas empresas familiares. Los recursos saldrán de los fondos y fideicomisos públicos, con el apoyo de la Banca de Desarrollo. Lo que no queda claro es cómo van a lograr operar esta encomienda pues un 60% de la población está en la economía informal, ¿cómo se van a poner en contacto con estas empresas para que puedan recibir estos créditos? Inversión en obras de infraestructura-agua potable- y generar 280 mil empleos.
3.-Disposición de un Fondo de 35 mil millones de pesos del ISSSTE para otorgar créditos de 20 mil a 50 mil pesos a trabajadores al servicio del Estado.
4.- Devolución lo más ágil posible de impuestos a los contribuyentes, tal y como lo pidió el sector privado. Es la única petición que fue otorgada hasta ahora a los empresarios.
5.- Creación en 9 meses de 2 millones de empleos.
¿Cómo obtendrá los recursos para esta contingencia? Usando el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), a través de los Fondos y Fideicomisos, la banca de Desarrollo y la austeridad republicana.
La fórmula de AMLO es la suma de tres elementos: mayor inversión pública, empleo pleno y honestidad y austeridad republicana.
No solo con la inversión pública se puede resolver la situación actual. La inversión privada es de mayor importancia actualmente, y hay que buscar la forma de reactivarla. Es prioritario que participen los principales actores para delinear una estrategia conjunta, buscando sobre todo apoyar a los que menos tienen –a las micro, medianas y pequeñas empresas– para evitar el colapso económico. Las grandes empresas tienen recursos suficientes para apoyar a los que menos tienen. En los 36 años que se creó un mundo muy desigual, es de justicia que ellas restituyan mucho de lo que han obtenido. Es por México y también por ellos.
Al tiempo.