VII
Hebra de humo esta voz
Satélite del sol de los sonidos
mi voz forjada en grito de metales
está hecha de espejos y miradas
y conlleva la voz de quien la lea:
la otra voz, la voz de todos.
Imágenes y ritmos al amor del lenguaje.
El alba llega: el rostro de las cosas
es máscara en mi rostro. Y habla, abre
esta ventana:
Un día, a media calle,
mientras el viento trina
viene un acre rumor
de silbatos urbanos.
Mientras corren los días
y mi inquietud reclama
la señal, el aviso,
los tatuajes del verbo;
tú, mi doble, mi hermano,
tú el poeta, el bardo,
a mediodía a media lluvia
a media constelación del polvo
a media hambre, pues, a medio aliento;
solamente recobras sombras, voces…
Aquella tarde ahíta de presagios
cuando tu padre, el cacique, la nodriza,
los maestros, el Consejo de Ancianos,
te dijeron:
Ocuparás tu vida
en reunir y en llevar
una jauría de palabras.
Sólo amarás al fuego.
El poeta no sabe lo que dice.
Recuerda solamente
sílabas, átomos
de la oscura palabra
que desató la vida.
Es que el poeta vive
en las imágenes.
Las encuentra e imprime
su ser en ellas.
Ellas lo muerden
y también lo embellecen
con su agua de oro.
Vuelan a media noche
con la mitad de la muerte
entre los ojos.
En su rosa de espejos
un poeta revive la lumbre
mientras los hombres duermen.
Mientras el mundo calla
el poeta recorre
con el alma en un hilo
los deshielos
las floraciones de la voz.
Rostros en hileras sin fin
los del poema:
Temblor de tiempos
Fulgor de tierra
Condena que deseamos
y que sólo en las
nieblas malditas
y extraviadas
los dioses enemigos
nos conceden.
Ah, Nombrador, Adán en turno,
sácale brillo al polvo
ponte al pie de los astros
-sonoros jeroglíficos
que está trazando
el tiempo-
Y salvará al mundo
por un pelo:
Apenas con el hilo
de tu voz:
Tu voz como esa sombra
que proyecta una nube
en las nubes que pasan.
Hebras de humo tu voz
en el telar de voces de los días.
Raúl Cáceres Carenzo
Continuará la próxima semana…