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Eco de Espejos – III

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III

Ilusión del relámpago

 

Toda la noche vi crecer fuego

JOSÉ EMILIO PACHECO

 

 

(Para decir el fuego / hay que enfrentar / cara a cara / el rostro de la muerte / arrancarle su máscara / y arrojarla a la luz / a los deseos sin fondo / del abismo)

 

1

A veces

un relámpago

o un verso.

(Altas hondas ciudades).

La gente, tu sonrisa

abierta para siempre:

detenida.

2

Otros rostros: espejos.

Apagas tus oídos.

Ya no te duele el mundo,

nada esperas.

Nada sucede; duermes.

Pero a veces

un golpe, tus heridas,

el sol que huye de ti.

3

Te crucifican.

Te escupen, te patean.

Te matan en Irak

en el Oriente en llamas

y en el café te dicen:

El poema

debe callar, soñar

ser otra cosa.

4

Ven a encender tus labios.

Arde conmigo, habla

o calla para siempre.

Sólo está vivo el polvo

y nuestro mundo sueña

y está lleno

de la ausencia de Dios.

5

Mira la sangre, mira

cómo gotean banderas.

Mira el polvo

y mira el aire, el tiempo,

el silencio también

y el movimiento mismo

del vacío.

6

Un relámpago, un verso.

Cae el instante

en ruinas.

Y te duermes

cuando tu polvo ya

vence a tu polvo.

7

Mi boca dice el fuego:

Música sola, arde.

Proclama la ceniza.

¡Ah, palabra!; sepúltame.

La mirada de Dios

no se soporta

¡Desándame!

¡Pronúnciame!

Di la cifra, el conjuro

que destrence en el aire

la voluntad de ritmos

de mi oculta escritura.

8

Toda la noche vimos las miradas

y al fuego, como al polvo,

crecer llenar la noche

de hogueras y desastres.

9

No nos queda otra cosa:

Hay que decir el fuego

y hay que arder.

Dibujemos, entonces

aquí –página blanca–

la anunciada vida

de los hombres.

10

A veces el relámpago

sostiene a las palabras.

 

Raúl Cáceres Carenzo

Continuará la próxima semana…

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