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E.E.U.U.: Entre Muros y Puentes

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Editorial

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Lo que acontezca en otros continentes, como no sean sucesos de violencia, declaraciones ampulosas, éxitos gubernamentales o conflictos territoriales, es material cotidiano de los medios de comunicación. En esta ocasión, lo son los problemas internos en los Estados Unidos, que se conjuntan con la renovación en sus Cámaras de Representantes y Senado, posiciones y espacios considerados claves para mantener o acotar los frecuentes desmanes de poder del presidente de esa nación.

Al igual que en México el primero de julio anterior, millones de ciudadanos emitieron sus votos en el medio norteamericano en forma de una sentencia de hastío y rechazo a la situación imperante en su país.

El resultado está ahora a la vista y debe analizarse con objetividad, alejada de la algarabía popular porque, si bien el actual presidente republicano consolidó algo su posición, el partido demócrata, al otro lado del balancín político, niveló un tanto su espacio político con el dominio pleno de la Cámara de Representantes.

Los ciudadanos registrados y con derecho a voto lo ejercieron con libertad en todas las formas, convencionales o modernas, que permite el sistema electoral de los Estados Unidos.

En la campaña electoral previa, el expresidente Obama y su equipo efectuaron e impulsaron a lo largo del país acciones de promoción del voto en forma libre y absoluta, movilizando conciencias y obteniendo efectos impactantes. Con toda certeza, puede decirse que esta tarea promocional del voto fue determinante.

La pregunta es obligada: ¿Qué efecto hubiera tenido en México, en la elección presidencial reciente, el apoyo abierto de algún expresidente al candidato que masivamente resultó vencedor? Posiblemente en nuestro país el triunfo hubiera sido más aplastante, porque el hastío de los votantes estadounidenses es menor a una vida de abusos en el sistema gubernamental mexicano en el que, para llegar a la presidencia, se ofrece bienestar para todos, y en la realidad tal ofrecimiento se convierte en bienestar para unos cuantos y corrupción incrementada.

Otra reflexión, no menos importante, se hace necesaria sobre las acciones de los gobernantes de América y Asia por su reconocida presencia mundial. En nuestro atribulado continente, el país más poderoso, los Estados Unidos, impide con muros crecientes y alambre de púas y de cuchillas, además de fuerzas armadas, el acceso a cualquier inmigrante.

Hace muchos años, en una época feudal, China y los emperadores hicieron algo equivalente, pero en este caso han evolucionado en su visión integradora.

La Muralla China de 21,200 km de largo ha quedado como ejemplo de una visión del pasado y de las circunstancias especiales que justificaban el autoaislamiento de ese país. La óptica actual de China, como una potencia mundial, moderna y evolucionada, la incitan para construir puentes que unan, en lugar de obsoletos muros que dividan y separen.

Un nuevo puente chino calificado de obra titánica une Hong Kong – Zhuhai – Macao y ha sido tendido sobre las aguas a lo largo de 55 km, con un viaducto integrado para resolver problemas del tránsito de vehículos.

Estamos ante dos visiones confrontadas en el panorama mundial, entre potencias protagonistas que están comprometidas con el futuro de nuestro mundo.

Ojalá la lucidez continúe como una puerta abierta a la esperanza para la humanidad.

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