XII
Raúl Cáceres Carenzo
Mestizaje: Cruz de relámpagos
(Crónica sobre Gonzalo Guerrero)
Pieza épica en dos jornadas y Proemio
Continuación…
SEGUNDA JORNADA
ESCENAS DEL MUNDO NUEVO
Vuelve la luz a mostrarnos el cuadro del Proemio. Escenario múltiple que tiene de fondo el mar Caribe y la figura de un navío hispano cerrando el horizonte. La acción ocurre en diversos lugares y tiempos. La escena se transforma con recursos de iluminación y trastos ambientales practicables. Escalones, niveles y plataformas servirán para destacar algunas áreas o espacios escénicos: un montículo, marco de selva tropical, el templo maya, la proa de la nave española, el fondo del mar y cielo, etc.
Entra coro de los CUATRO BALAMES conducido (a la manera de los corifeos en el drama clásico) por el GRAN BALAM y el BATAB. Son los mismos actores del Proemio y visten ahora mantos blancos rituales. Son los sabios sacerdotes y augures que vaticinaron (a veces fueron testigos y cronistas) la destrucción del universo maya por los conquistadores hispanos. Con esta voz se escribieron los “Libros de Chilam Balam”,
GRAN BALAM: Viene la palabra del gran linaje nuestro.
BATAB: Del gran linaje de los hombres mayas.
BALAMES 1 y 2: Así en el oriente como en el norte.
BALAMES 3 y 4: Así en el poniente como en el sur.
GRAN BALAM: Muy de otra manera como hicieran príncipes o caudillos de las tierras altas del Petén y guerreros y señores del reino de las águilas aztecas, los mayas de Yucatán nunca creímos que los españoles fuesen dioses.
Los CUATRO BALAMES: (Con ironía.) –“Bey hualé”, “Bey hualé”.
-Tal vez, quién sabe.
-Quién sabe, quién sabe… tal vez.
-Bey hualé “Bey huale”.
GRAN BALAM: Y les llamamos dzules: “invasores, extranjeros”.
EL BATAB: En Ichcaanzihó y en Mayapán,
en Cuzamil y en Uxmal,
en Chumayel y en Mani,
en Tulum… y en Kabáb
donde está guardada la palabra
y alumbra con luz que nace de ella misma
los Chilames clamaron:
CORO DE CUATRO BALAMES:
¡No hay verdad, no hay verdad
en las palabras de los extranjeros!
GRAN BALAM:
¡Castrar al sol!
Eso vinieron a hacer aquí los dzules
ellos enseñaron el miedo.
Vinieron a marchitar las flores.
Para que su flor viviese.
dañaron y sorbieron la flor de nosotros.
EL BATAB:
Y entonces los dioses fueron abatidos.
Ya no se reúne la sabiduría en Chumayel, en Maní.
CORO DE CUATRO BALAMES:
¡Ese ruido, ese ruido que asoma por encima
de nuestras cabezas, no nos deja dormir!
Un ruido ominoso va creciendo: es un helicóptero militar yanqui que pasa por encima del grupo. Efecto de bombas aéreas y ráfagas de ametralladoras. La luz tiembla y después vuelve a marcar el área de los BALAMES.
EL BATAB: Nuestro pueblo tenía gran sabiduría para entender el lenguaje de las estrellas y el movimiento de sus caminos.
Los BALAMES 1 y 3 caminan hacia el proscenio.
BALAM 1:
¡Ay del Itzá, Brujo del agua.
que vienen los cobardes blancos del cielo!
los blancos hijos del cielo!
¡Ay, entristezcámonos porque vinieron!
BALAM 3:
Triste estará la palabra de Hunab-Kú,
único Dios para nosotros,
cuando se extienda por toda la tierra
la palabra del Dios de los cielos.
¡Ay! ¡Entristezcámonos porque llegaron!
¡Ay del Itzá, Brujo del agua,
que vuestros dioses no valdrán ya más!
Los BALAMES 2 y 4 avanzan también y dicen a coro:
Esta es la cara del Katun.
la cara del Katún del trece Ahau:
Se quebrará el rostro del Sol.
Caerá rompiéndose sobre los dioses de ahora.
Cinco dias será mordido el sol y será visto.
GRAN BALAM Y EL BATAB:
Nos cristianizaron.
Pero nos hacen pasar de unos a otros como animales.
Mil quinientos treinta y nueve años.
Al oriente está la puerta
de la casa de don Francisco Montejo,
el que metió el cristianismo
en esta tierra de Yucalpetén.
CORO DE SEIS BALAMES: ¡Dios está ofendido de los chupadores de anonas!
Los seis profetas se inmovilizan en conjunto plástico. Silencio. Los BALAMES semejan un friso o una estela. Fuera de escena se escuchan voces de soldados y frailes.
-Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre….
-Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
-Y en Jesucristo, su único hijo….
–(Voz de mando, viril) ¡Aquí queda el Señor Nuestro!
–(Voz chillona y delgada.) ¡Amén y Jesús!
–(Coro de voces.) ¡Aquí queda el Señor nuestro!
Rumor creciente de voces. Entra presuroso un fraile. Interrumpen bruscamente capitanes y soldados. Los últimos arrastran con violencia a dos muchachos mayas cautivos y a una mujer muy bella de blanco “huipil” y trenzas. Los muchachos y la mujer quedan al centro de la escena sojuzgados, de rodillas. Los BALAMES se agrupan detrás de los vencidos.
UN CAPITAN: ¡Indio, limpia mis botas!
UN SOLDADO: ¡Indio, dame a tu mujer!
FRAILE: ¡Indios idólatras y paganos; venimos a salvarlos!
OTRO CAPITÁN: ¡Destruyan esos ídolos junto con sus templos!
Acciones de destrucción y rapiña. Golpes, gritos, desgarramiento de ropa y violación de la mujer, etc., a juicio del director de escena. En el clímax las figuras se congelan”. Conquistadores y nativos forman una especie de mural de la Escuela Mexicana. Los BALAMES salen lentamente por distintos lugares del escenario, mientras dicen:
BALAM 4: Todo se acabó Los sabios sacerdotes y adivinos se acabaron. Ya todo pasó (Sale)
BALAM 2: Todo se acabó. Ya todo pasó. Todo se acabó (Sale)
BALAM 1: Porque los muy cristianos llegaron aquí. (Sale)
BALAM 3: Pero su día llegará, hermanos.
Medido está el tiempo, medido está el sol. (Sale)
GRAN BALAM: (Inclinándose con piedad y ternura sobre los vencidos) Porque eran niños pequeños, a los muchachos de los pueblos se les martirizaba. Los pobrecillos no protestaban. Los pobrecillos eran muy débiles frente al poder que los esclavizaba. ¡El Anticristo sobre la tierra! ¡Gato montés, tigre de los pueblos!
EL BATAB: (Impreca.) ¡Ah, dzules: señores de oprobio y malicia! ¡Golpeadores de día, afrentadores de noche, magulladores del mundo, chupadores del pobre indio! (Pausa. En tono bajo desgarrado) ¡Ay del Itzá, ay de los pueblos! Que vienen los cobardes blancos del ciclo… Se quebrará el rostro del Sol. ¡Ah del Mayab, ay de mis pueblos!
GRAN BALAM: (Acercándose al Batab.) Su día también vendrá hermano… Medido está el sol. Medido está el tiempo.
GRAN BALAM Y EL BATAB: ¡Vendrá el día en que lleguen hasta Dios las lágrimas de nuestros ojos y baje la justicia de Dios de un golpe sobre el mundo! (Salen.)
Oscuro gradual. Queda una suerte de penumbra. Salen los otros personajes. Se ven las luces encendidas del navío hispano. Cae una lluvia de hilillos plateados. Viento y oleaje. Sobre el “mar” cruza en una barquilla BERNAL DIAZ: figura y voz épica de esta crónica teatral. Un seguidor enmarca a BERNAL, que abandona la canoa y avanza a una grande piedra (ídolo roto) para meditar sus memorias.
BERNAL: “En ocho días del mes de febrero del año 1517, salimos de la isla de Cuba… y pasando 21 días, vimos tierra, de que nos alegramos mucho, y dimos gracias a Dios por ello; y desde los navíos vimos un gran pueblo, que al parecer estaría en la costa obra de dos leguas, y como quiera que no habíamos visto población tan grande en estas tierras, le pusimos por nombre el Gran Cairo, que luego quedaría, por curiosa manera, en Punta de Cotoche… y una mañana vino un cacique a los navíos, y trajo doce canoas grandes con muchos indios remeros, y dijo por señas al capitán Hernández de Córdoba que fuésemos a su pueblo y que nos darían comida y lo que hubiésemos menester…
Las acciones de combate que relata el cronista deberán escenificarse con pantomimas y expresión corporal, bajo un juego de luces y sombras: Imágenes de la memoria.
BERNAL: Por curiosidad nuestra decidimos complacerles. Llevamos quince ballestas y diez escopetas, y comenzamos a caminar por donde el cacique iba como guía, con otros muchos indios que le acompañaban… y cerca de unos montes breñosos, comenzó a dar voces para que saliesen a nosotros escuadrones de gente de guerra… Los escuadrones vinieron con gran furia, y comenzaron a nos flechar, de arte que en la primera rociada y flechas nos hirieron quince soldados; traían corazas de algodón, y lanzan y rodelas, y hondas y mucha piedra, y sus penachos puestos, y luego viniéronse a juntar con nosotros pie con pie, y con las lanzas a manteniente nos hacía mucho mal. Mas luego les hicimos conocer el buen cortar de nuestras espadas; por manera que quedaron muertos quince de ellos…
Maltrechos ambos, los dos grupos combatientes salen.
BERNAL: “En aquella escaramuza prendimos dos indios, que después se bautizaron y volvieron cristianos, y se llamó uno Melchor y el otro, Julián.
Aparecen dos muchachos nativos maniatados, semidesnudos. Quedan en el centro de la escena bajo un círculo luminoso. Otra luz se concentra en el navío del fondo. BERNAL, con amplio ademán, señala la nave y camina hacia ella.
BERNAL: Ya para nuestra segunda expedición en 1518 años, el proveedor Diego Velásquez concertó que el sobrino suyo Juan de Grijalva viniese por capitán general, y que Pedro de Alvarado viniese por capitán de un navío, y Francisco de Montejo de otro, y Alonzo de Ávila de otro. Y como había fama de estas tierras de Yucatán que eran muy ricas; costeando cierto día por aguas no lejanas a la Punta de Cotoche, Juan de Grijalva, después de ver los grandes y policromados edificios, y casa de cal y canto, y pirámides y calzadas y torres que asomaban… GRIJALVA: (En la proa del navío.) ¡Paréceme, hermanos míos que hemos descubierto una nueva España!
Puente de música. Movimiento de la nave. Salen los muchachos nativos. Penumbra. Cenital sobre BERNAL, que ha llegado a proscenio. Mientras el cronista enuncia sus recuerdos de Cuba, se colocarán ligeros elementos escenográficos para sugerir el cambio de lugar.
BERNAL: (Evocador y reflexivo.) Y quiero volver con la pluma en la mano, como el buen piloto lleva la sonda por el mar, descubriendo los bajos cuando siente que los hay; ¡así haré yo en caminar a la verdad! (Pausa.) …Recuérdome cierta vez que salía de misa el gobernador de Cuba, y en la plaza pública se le allegó un truhan que se decía Cervantes “el loco”, que era bufón suyo y le dijo:
Atraviesan el foro DIEGO VELASQUEZ Y HERNAN CORTES en atuendo cortesano. Los sigue un extravagante personaje que va diciendo, zalamero, a VELASQUEZ:
EL LOCO:
A la gala de mi amo; Diego, Digo.
¿Qué capitán has elegido
que es de Medellín de Extremadura?
Capitán de gran ventura.
Mas temo, Diego, no se te alce con el armada,
que me juzgo por muy gran varón en sus cosas.
En sus cosas, jé, jé… en sus cosas ¡huy, huy!
CORTES (A VELASQUEZ.) No prestéis oídos, señor, a las desvergüenzas de este bellaco loco, que seguramente ha sido adiestrado por mis enemigos… (Al Loco, muy enojado.) ¡Yo te digo, loco, que si te tomo con mis manos, haz cuenta que tendremos un pajarraco menos! ¡Venga acá el hijo de la muy puta madre que le parió! (Le persigue; el bufón huye cómicamente aterrado)
BERNAL: (Risueño) Dicen que los bufones y los locos muchas veces aciertan en lo que hablan… Cosa muy curiosa fue aquella.
CORTES y otros capitanes rodean al gobernador de Cuba. BERNAL: Y ahora me recuerdo que en un principio nuestro proveedor Diego Velásquez nos decía:
VELASQUEZ: Debéis ir de guerra en vuestra expedición; debéis cargar los navíos de indios para pagar con ellos el barco para venderlos o servirnos de ellos por esclavos.
BERNAL: (Indignado, avanza hacia el grupo.) No, mi señor Velásquez: ¡mirad que esto no es justo, pues no lo manda Dios ni el Rey! ¡Hacer de hombres libres esclavos!
(El grupo se dispersa. El bufón cruza como una sombra el fondo de mar y cielo. Repite su burla mientras se aleja:)
¿Qué capitán has elegido
que es de Medellín de Extremadura?
Mas temo, Diego, no se te alce con el armada.
Y es gran varón en sus cosas… ¡hey, hey!
Tambores hispanos como fondo a las siguientes palabras de BERNAL. Mutación de lugar. Mientras habla el cronista, el escenario se va iluminando para darnos una deleitosa visión de las playas de Cozumel. En el área (fondo centro) que antes ocupaba el navío vemos un montículo en el que ondea un pabellón real junto a una enorme cruz de madera. Hincado bajo estos signos de dominación está el muchacho maya Melchor, impasible, triste: al lado suyo, de pie, un fraile en habito negro.
BERNAL: (Informa al público.) …Y en diez de febrero de 1519 años, nuestra tercera expedición dirigida a la grande isla de Cozumel, ya para su conquista, vino al mando de don Hernando Cortés, con 520 soldados y once navíos, 45 artilleros, 16 jinetes y 110 marineros; con servidumbre de doscientos indios y algunos negros. Vino de piloto mayor el célebre Antón Alaminos; y como capitanes, Alonso Hernández Portocarrero, Alonso de Ávila, Diego de Ordaz, Francisco de Montejo, Juan de Escalante, Juan Velásquez de León, Cristóbal de Olid… y Pedro de Alvarado.
Los capitanes se han alineado en disposición militar. Algunos soldados, guiados por nativos, clavan muchas cruces y espadas en distintas áreas del escenario. Al centro HERNAN CORTES con escolta personal, un guardia porta su insignia o emblema: Fuegos blancos y azules, con una cruz roja en medio y el siguiente lema en latin: “Amici tequamur crucem, et si nos habuerimus fidem in hoc vincemus. CORTES se adelanta y dice, traduciendo el lema de su estandarte:
CORTES: ¡Sigamos la cruz con fe, que con ella venceremos!
Silencio. La composición permanece un instante. El FRAILE, con la ayuda de MELCHOR como intérprete, avanza hacia unos nativos para doctrinarlos.
BERNAL: (Al público) Pues había aquí ídolos de muy disformes figuras, diré cómo venían en romería muchos indios a esta isla de Cozumel, los cuales eran naturales de los pueblos comarcanos… y para conocer sus religiones y adiestrarlos en la nuestra, fue Melchor, el muchacho maya cautivo, quien les habló, porque Juliancillo, su compañero, había muerto en una batalla de entendimiento que tuvimos con los naturales.
Lamento dulce y desgarrado de flautas. Se ilumina la terraza superior del templo maya. Ahí está JULIANILLO como imagen futura de un caudillo maya. Semioscuridad. Haz de luz sobre MELCHOR en proscenio. Está llorando… pero con una especie de ensalmo o lamentación de orfandad muy honda. Postrado de dolor, con gemidos muy quedos, toca a tierra cuatro veces. Va irguiéndose lentamente y dice las primeras frases en lengua maya; en seguida traduce:
MELCHOR: ¿Cómo fue que te mataron en la batalla, hermano?… Te mataron tus padres, te mataron tus hermanos… ¡A qué hermano, a qué padre voy a buscar ahora!… ¿Con quién voy a llorar, hermano? ¡Con quién voy a llorar! (Se quiebra en sollozos, y luego se recupera, se pone en pie y mira con fijeza un horizonte lejano.) Hoy mueres en combate al lado de los dzules… lucharás en los siglos venideros al lado de los mayas. (Sonríe. Está inventando una especie de juego infantil) ¡Serás también un intérprete entonces! ¡Serás la lengua y la voz de nuestros pueblos!
-Serás Can Ek: “Serpiente negra… Canek: príncipe, caudillo y brujo… ¡De nuevo iremos a la muerte luchando para volver a nacer! (Imita el trino de dos avecillas que se responden mutuamente) Serás la voz de tu pueblo: su escudo y su bandera… (Se va del área iluminada emitiendo una risilla traviesa y continuando el diálogo de aves.)
Llamado a guerra con tunkules y caracol. Vuelve luz general. Los desplazamientos de los hispanos y sus ademanes son ahora más lentos y pesados. Hay un clima de agobio. BERNAL regresa al fondo de la escena para continuar redactando su “Historia Verdadera a la sombra de una palmera.
BERNAL: (Elevando la voz.) “Mucho llamó nuestra atención aquí en Cozumel, un templo piramidal, cerrado de un muro, y que dejaba ver en el atrio interior un Cruz de piedra de tres varas de alto, perfectamente labrada”.
En el ciclorama aparece una cruz luminosa.
BERNAL: (Escribe sobre un pergamino.) Y por acusación de un encomendero, Cortés increpó al gran Cacique de Cozumel: porque, según parece, persistía en sus antiguas creencias y hablaba de esta Cruz que era distinta a la nuestra.
CORTES y el FRAILE avanzan al centro de la escena para esperar al SEÑOR DE COZUMEL. Este llega con dignidad y señorío, acompañado de un indio portador de las insignias de su rango, MELCHOR se ubica también para cumplir (con gestor y ademanes) su obligada misión de interprete.
SEÑOR DE COZUMEL: Acepté ser cristiano, señor, pero no me dijiste que debía abandonar mis antiguas creencias; es por tanto injusto tu requerimiento. Me dices que no debemos adorar ídolos…Y que no son dioses sino cosas malas. (Pausa.) Y vosotros, ¿no adoráis acabo al Bojón ché, una cruz de madera y a la estatua de una mujer pálida?… Yo acepté la Cruz que nos trajiste, y no veo mal alguno en que los mayas sigamos adorando la Cruz de Izona-Hun-Itzamná…
Entre murmullos devotos, MELCHOREJO y los otros nativos se inclinan reverentes.
SEÑOR DE COZUMEL: (Exaltado.) ¡La luminosa Cruz del Sur… la Cruz de las grandes fuerzas y de los hermosos relámpagos!
CORTES: (Enérgico.) ¡Contened vuestra vehemencia, señor!
-Y tened por cierto que si no es de agrado, por fuerza recibiréis cristiana… vida, y piadosas enseñanzas, en el nombre de Dios, de nuestro Emperador serenísimo… y de Hernando de Cortés!
Desenvaina la espada. El FRAILE pone rápidamente un crucifijo metálico frente al rostro del cacique. La tensión general se rompe con la llegada presurosa de un SOLDADO.
SOLDADO: Señor capitán, hay unos mercaderes nativos que dicen traer uno de los españoles que estaban en poder de indios… pero no me parece que éste sea hermano nuestro, pues trae labrada la cara y horadadas las orejas.
CORTÉS: (Ya calmado, se dirige al cacique.) Retiraos, señor de Cozumel; tiempo habrá de discutir razones… (Al SOLDADO.) Haced llegar al hermano nuestro, Andrés de Tapia, que ya sabremos el motivo de su atraso en llegar a nos.
El SOLDADO sale. El conjunto escénico muestra mucha atención a la llegada de JERÓNIMO. EL FRAILE se adelanta para recibirlo… pero retrocede ante su aparición. Música de órgano o coral de iglesia.
JERÓNIMO DE AGUILAR entra con la misma vestimenta raída de la Primera Jornada. Angustiado y fatigado, mira con asombro a CORTES, al FRAILE, a los soldados, las cruces y pendones, etc. BERNAL se le acerca “con la pluma en la mano”. JERÓNIMO contempla fijamente al cronista. Cesa la música religiosa.
CORTÉS: (Imperativo) ¡Decid unas palabras en vuestro idioma verdadero, señor! JERÓNIMO: (Cae de rodillas, desahogando entre sollozos su emoción.) Dios… y Santa María… y Sevilla!
Se ilumina el área de BERNAL Y JERÓNIMO
JERÓNIMO: (Como en confusión ante BERNAL) Soy cristiano viejo… Dios ha castigado y a la vez ha bendecido mi existencia… He sufrido, señor, en estas tierras, mil desventuras y desgracias, por ocho años y otros tantos meses… (Aprehensivo.) ¿Qué día del señor es éste, de qué año?… ¡Y vuestro nombre, decidme vuestro nombre!
BERNAL: (Le levanta del suelo.) Es miércoles, a mediados de marzo del año del Señor de 1519 años… Mi nombre es Bernal Díaz del Castillo, en servicio de Dios, de nuestro Rey… y de esta historia.
JERÓNIMO: (Extasiado): ¡Bernal Díaz!… Buenos días, mi señor Bernal. (Hace un giro lento, como en danza cortesana, para saludar a las demás personas que ahora están en la penumbra.) Buenos días, señores capitanes, señores soldados, señores naturales de estas islas, señoras olas y señoras playas… ¡Buenos días, buenos días, cielos, piedras, árboles, avecillas, y palabras nuestras!… ¡Buenos días, Dios mío! (Pausa. Con voz desfalleciente) Dadme algo para calmar mi sed y mis hambres…
BERNAL, compadecido, hace un ademán… y entra en el área MELCHOREJO con una «ofrendas de frutas tropicales y una vasija con agua. El muchacho intérprete pone los alimentos en el suelo y se retira.
VOZ DE CORTÉS: (Fuera del área.) Descansad, Jerónimo de Aguilar, ahora os tendré en mi atención y afecto como el amigo que se estima mayormente por sus desgracias… y oiré luego de vos la relación de las costumbres, tradiciones y religión de los señores de estas tierras.
JERÓNIMO: ¡Ah, Señor; ahora oigo tu palabra dentro de mi ser! Soy tu lengua… ¡Tu voz habla en la mía! (Se levanta y se dirige al cronista.) Bernal Díaz, escuchad…
El cronista dispone papel y pluma.
JERÓNIMO: Por años he sido esclavo y he estado desnudo… Vosotros, mis amados señores, me habéis reconfortado y vestido.
MELCHOREJO trae capa o manto y lo coloca en hombros de JERÓNIMO. Le ofrece también un asiento bajo de madera. JERÓNIMO es el centro del pequeño grupo y continua su relación.
JERÓNIMO: Dos indios mercaderes me trajeron vuestra carta de rescate envuelta en sus negras cabelleras. Mi amo, el cacique, aceptó de buen ánimo las cuentecillas y abalorios… Y caminé días por selvas y pantanos para traer a vos, conmigo, a nuestro hermano Gonzalo… (Con rencor.) Pero él es ya una espina clavada en las carnes nuestras… Es capitán de los indios. Su lengua y sus vestiduras son de indio. (Pauta. Evoca con tono doliente.) Después de aquel naufragio del navío de mi señor Valdivia, salvamos veinte hombres y dos mujeres en una barca… Al cabo de semanas de hambre y de sed en los mares, en que murieron diez hombres, arribamos a una costa de esta tierra de los mayas, y fuimos cautivos de caciques… ocho españoles fueron sacrificados a los dioses indios… las mujeres murieron de fatiga por las rudas faenas y las picaduras de alimañas malignas. Finalmente quedé como esclavo de un cacique… ¡Y ahora nuestro hermano Gonzalo nos combate!
BERNAL: Descansad hoy, hermano, como os pide nuestro capitán, que los días venideros serán de fatiga, riesgos y traiciones.
JERÓNIMO: ¡Ah, mi señor Bernal!; venimos a este mundo nuevo por agrandar el Reino de la Cristiandad y los dominios de España… pero Gonzalo Guerrero es caudillo de los mayas de Chactemal, y esposo de la hija de un gran cacique. (Pausa.) No pude retornarlo a la luz del Señor.
El cronista va hacia JERÓNIMO. Se abrazan. En seguida BERNAL se instala en el asiento de madera. En torno suyo se colocan JERÓNIMO y MELCHOREJO, en el suelo, como para escuchar mejor el relato (“El futuro fue ayer”) de su “Historia Verdaderas. Esta crónica la dicta BERNAL desde un tiempo ideal: hoy, en el teatro.
BERNAL: El alma siempre es atraída por la luz de su destino. Con el nombre de doña Marina quedó bautizada la india que dieron -que darán- a Cortés en Tabasco. Malintzin, Malinche, Malina, Malinalli, hija del señor Tenepal, cacique de la provincia de Guazacualco; ¡joven señora de ánimo varonil, doncella principal…¡eres la memoria del rencor de tu raza! (Pausa.) Era de buen parecer, entrometida y desenvuelta; en un principio Cortés la dio a Hernández Portocarrero, pero cuando este capitán marchó a España, “estuvo la doña Marina con don Hernando y de ella hubo un hijo que se dijo don Martín Cortés”. Malintzin sabía la lengua de los aztecas… A Moctezuma informaron sus emisarios que los españoles traían una mujer “hermosa como diosa, pues hablaba la lengua mexicana y la de los dioses. En playas de Veracruz, Hernando Cortés hablaba -hablará- en castellano con Aguilar, éste en maya con doña Marina, y ésta en mexicano con los indios de aquella costa, tornando la respuesta por el mismo camino. (Pausa.) Supe apreciarla en sus merecimientos y virtudes, y solía decirle: Marina, niña bella, princesa, reinita, Malina, Malinalli, Malintzin: “Marinita”; Malinche, lengua de Cortés…
Aparece súbitamente LA MALINCHE (proscenio izquierdo) como un obsesivo fantasma (la cabellera destrenzada, sus vestiduras desgarradas y un largo manto o rebozo cubriéndola) que clama con ademán y gesto trágicos.
LA MALINCHE: ¡Puta! Me llamaron puta los pueblos de Anáhuac, y todos los pueblos de la tierra… “Malinche” me nombraron los mexicanos: traidora, sierva, lengua, guiadora y concubina de Cortés-Malinche: el demonio blanco barbado. Reina y esclava, cortesana de los invasores, vestal, hechicera, bruja, intérprete, agorera, ¡pero también madre!, madre de los infortunados mexicanos… Amé al capitán rubio porque siempre supe que no era un dios sino un hombre -y el hombre- de mi destino… aprendí su lengua para unirla a la mía. ¡En tres lenguas le anuncié que lo amaba! El me entregó a otros capitanes, para darme posición y estado… Pero yo, todo: Patria, honor, linaje y aun el Imperio Mexica; todo lo inmolé a la codicia de gloria, de riqueza y de poder que impulsaba a mi amado. Después de la destrucción y caída de México-Tenochtitlán, acompañé a Hernán Cortés a las Hibueras… y en la tierra de los mayas chontales de Acalan, mandó ahorcar en una ceiba al joven Rey Cuauhtémoc y al señor de Tacuba.. ¡Ay de mis hijos! -Ya en Honduras, y en las ciudadelas mayas de la selva, le previne contra levantamientos y celadas… De las muchas mujeres que tuvo, fueron mi cuerpo y mi voz los que más le complacían… ¡En mi vientre engendró al mestizo rebelde don Martin! (Levanta la voz.) ¡Ay, mis hijos!… Mis hijitos muy queridos, ¿a dónde os llevaré que no les persigan la venganza, la sangre, la traición?… ¡Ay, mis hijos, hijitos muy amados! ¿A dónde os llevaré?… ¡Aaaay, pobrecitos míos; mis hijitos muy queridos! (Se inmoviliza en su sitio.)
En la penumbra, entre la tropa de conquistadores, suena nostálgica una guitarra: es como el acompañamiento para unas coplas.
JERÓNIMO: Oye esta copla, Bernal Díaz, que escribí y memoricé en los descansos de mi peregrinar por los montes y llanuras de Yucalpetén: (Dice la estrofa lenta, tristemente)
“Rajadas trae las manos y la cara,
orejas y narices horadadas;
bien pudiera venir si le agradara,
que a él también las cartas fueron dadas.
No sé si de vergüenza el venir para,
o porque allá raíces tiene echadas;
así se queda y solo yo he venido,
porque él está ya en indio convertido
En proscenio aparece ZAZI (albo “huipil” con florecillas rojas y azules bordadas, capa ceremonial, tocado de plumas) con sus dos pequeños hijos.
ZAZIL: ¡Cuán tiernos y hermosos son nuestros hijos, oh, Itzamná, oh, mi amado señor Gonzalo! (Con sus hijos forma un grupo plástico.)
El SEÑOR DE COZUMEL se une a las figuras de BERNAL, JERÓNIMO Y MELCHOREJO, en el área iluminada.
SEÑOR DE COZUMEL: Sigamos adorando la Cruz de Izona-Hun-Itzamná… luminosa Cruz del Sur, ¡la Cruz de las grandes fuerzas y de los hermosos relámpagos!
Entra el CORO DE BALAMES y se ubica en semicírculo a partir del grupo que forman BERNAL, JERÓNIMO, MELCHOREJO y el cacique isleño. JERÓNIMO DE AGUILAR, como hiciera en la escena del reconocimiento, cae de rodillas. Después de tocar cuatro veces la tierra dice:
JERÓNIMO: ¡Dios… Santa María… y ¿Sevilla?… ¿Por qué recuerdo hoy a mi patria con el nombre y la imagen de Sevilla?… Ah, Señor, alumbra en mi espíritu… haz luz en mi voluntad y entendimiento; aclara y serena mis pasiones… Dame una razón para vivir… ¡Oh. Patria, la Patria!… No deseo otra cosa que retornar a España.
GRAN BALAM:
Viene nuestra palabra por los cuatro
ramales del camino de los cielos.
EL BATAB: De la casa del maíz en que rige Hunab-Kú.
CUATRO BALAMES:
El Dios que aquí en la tierra da salud
porque es el Señor del Fuego.
EL BATAB:
Porque es el Señor del Agua, el Señor del Aire,
el Señor de la Tierra.
GRAN BALAM: Hunab-Kú es el único Señor de este mundo.
BALAMES 2 y 4:
El Señor Hunab-Kú es quien da lo bueno y lo malo
entre los buenos y los malos.
BALAMES 1 y 3: Porque él da su luz sobre la Tierra.
CORO DE CUATRO BALAMES
Porque él es el dueño de todas las cosas que están
bajo su luz, bajo su mano y bajo su voz.
GRAN BALAM:
Lo mismo la estrella humeante
que es como la flor luminosa de los cielos.
EL BATAB: Lo mismo las nubes que los montes.
BALAMES 1 y 2:
Lo mismo el rayo y los tigres
que la más pequeña hormiga de su casa.
BALAMES 3 y 4:
Lo mismo las aves
que la hierba más humilde de su casa.
CORO DE SEIS BALAMES:
Lo mismo la estrella humeante
que la más pequeña hormiga de su casa.
GRAN BALAM: (Avanza hacia proscenio le habla al público.) En el año 1519, en el día cinco Ich dos chen de nuestra cuenta, llegaron los dzules aquí, los extranjeros blancos. Del oriente vinieron.
CORO DE CUATRO BALAMES:
¡Del Oriente llegaron!
Nos entró el cristianismo en 1519.
EL BATAB: (En un extremo del proscenio.) En el puerto de caballos, la así llamada fortaleza de los dzules, que está ya en tierras de Honduras, y en 1536 años, fue muerto en combate, de un tiro de ballesta, el capitán de los mayas: nuestro señor Gonzalo de Guerrero.
GRAN BALAM:
El destino no lo imponen los dioses ni los hombres,
El destino es la voluntad de la tierra.
El CORO DE SEIS BALAMES sale diciendo:
EL BATAB: Viene la palabra del gran linaje nuestro.
GRAN BALAM: Del gran linaje de los hombres mayas.
BALAMES 1 y 2: Así en el oriente como en el norte.
BALAMES 3 y 4: Así en el poniente como en el sur.
El conjunto escénico está inmóvil. Tambores indígenas y luego flautas dolientes como fondo a la elegía de ZAZIL. ZAZIL llega al centro de la escena. Aparece IX CAN-LOL y se postra a los pies de su señora. Esta, con severo porte y dignidad, dice su parlamento en voz lenta y grave. Cuando nombra a su esposo, GONZALO entra lentamente, como símbolo de la resistencia americana, y se instala al fondo, sobre el montículo, delante de la cruz de madera. En el ciclorama vemos la luminosa “Cruz de Cozumel”. IX ‘CAN-LOL toma en sus brazos a los hijos de ZAZIL.
IX ‘CAN-LOL: Ah, mi señora Zazil, Kaupacat, el dios de la guerra, os ha arrebatado a vuestro esposo “el guerrero”. Y los niños que ya no son indios…
ZAZIL: (Muy serena, con una lucecilla en los ojos.) Son los hijos del Sol… En tiempos venideros habrá de cumplirse su destino. Y en sus rostros, ¡míralos bien, Ix Can-Lol!; en sus ojos; en las lenguas que hablarán los hijos de estos hijos míos… se oirá, se verá la voz y la luz de mi amado señor… Ah, Gonzalo, dueño mío, escudo y bandera de estos pueblos… Parecerá increíble a los que escuchen en años futuros esta historia, que un extranjero hermoso, un rudo marinero, un hombre de exploraciones y aventuras, haya encontrado entre los mayas la ciudad que él buscaba sin saberlo: la ciudad justa, las ciudades fundadas en el tiempo… Con la alianza de mi corazón, mi entendimiento, mi voluntad, mis sueños, conociste y amaste la grandeza de mi pueblo… Así contemplabas con ojos verdaderos lo que otros sólo miran con ojos de codicia… Pronto va amanecer, señor. Un día con su noche velaré tu cuerpo acompañada de tus hijos… Somos lo que hablamos, lo que amamos. Estos hijos son nuestras palabras; palabras que nos miran y reflejan…
Déjame decirte que mi amor sirvió para que tus oídos se adiestraran en la melodía de esta lengua de los mayas, y su olfato se educara con los olores de la selva, del monte cuando llueve; para que tus brazos y tu cuerpo se ejercitasen en la guerra sagrada, y en los combares deleitosos del amor… No digo nada de mi cuerpo, pues tuyo ha sido desde que tus ojos lo tocaron… Y contigo, con tu cuerpo destrozado en la batalla, también mi cuerpo ha entrado en la casa de la muerte… (Pausa.) -Ya solamente espero la muerte, Gonzalo. El gusto a sal que tiene el mundo ya no existe para mí… porque tú no volverás a tomar las sales de mi cuerpo… Ah, señor, mi dueño, mi amor único, muy solos han quedado nuestros hijos…
IX CAN-LOL: (Le hace entrega de los niños.) ¡Vuestros hijos son muy bellos, mi señora! (Salen.)
En la penumbra un ruido sordo va creciendo: la marcha de un ejército. Cuando el golpear de botas es intenso, una luz blanca cae bruscamente. Vemos el conjunto de capitanes y soldados formados en despliegue militar hacia la conquista de México. El contingente marca los pasos de marcha, sin avanzar. Al centro HERNAN CORTÉS, empuñando su estandarte. Junto a él se han colocado LA MALINCHE Y JERÓNIMO. A la vanguardia, como guiando al conjunto, MELCHOREJO, cuyo rostro muestra una sonrisa amarga. Sobre la terraza del templo maya está la figura inmóvil de Julianillo-Canek”. Por unos instantes se detienen la marcha y el ruido.
BERNAL: (Al público; como cerrando un capítulo de su “Historia”) Pasando unos días de la llegada de Jerónimo de Aguilar, Cortés dispuso su ejército y sus navíos. Fue entonces cuando nos dijo la arenga famosa
CORTÉS avanza unos pasos para pronunciar con voz fatigada las frases finales de su discurso de Cozumel, recogido por los cronistas. En torno suyo, como un ángel chocarrero, danza “en cámara lenta” el bufón FRANCISQUILLO O CERVANTES “EL LOCO.
CORTÉS: Vuestro caudillo soy, y seré el primero en aventurar la vida por el menor de los soldados. Mas tendréis que obedecer en mi ejemplo que en mis órdenes; y puedo aseguraros de mí, que me basta el ánimo a conquistar mundo entero, y aún me lo promete el corazón con no sé qué movimiento extraordinario, que suele ser el mejor de los presagios. Así pues, ¡a convertir en obras las palabras!
EL LOCO: (En voz quebrada, con expresión sombría.)
A la gala de mi amo; Diego, Diego.
¿Qué capitán has elegido
que es de Medellín de Extremadura?
Capitán de gran ventura.
Mas temo, Diego, (grita) ¡no se te alce con él armada!
Ruido enorme de botas sobre la tierra. El ejército de la conquista “avanza” sin moverse. Un polvillo ocre cae sobre la composición final. Oscuro o telón lento.
Bibliografia básica consultada
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Ancona, Eligio Historia de Yucatán. Edición de la Universidad de Yucatán: Mérida, 1978.
Arciniegas, Germán. Biografía del Caribe. Ed. Sudamericana, Col. Piragua, 10 edición: Buenos Aires, 1973.
Chamberlain, Robert S. Conquista y colonización de Yucatán. Ed. Porrúa, Biblioteca México, 1982.
Díaz del Castillo, Bernal. Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Ed. Alfaguara; México, 1993.
Landa, Fray Diego de. Relación de las cosas de Yucatán. Ed. Porrúa, Biblioteca Porrúa, 9ª edición; México, 1966.
León-Portilla, Miguel. El reverso de la Conquista. Ed. Joaquín Mortiz, 1ª edición; México, 1964.
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Lucena Salmoral, Manuel. Hernán Cortés la espada de Quetzalcóatl. Biblioteca Iberoamericana, 1ª edición; México, 1990.
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Sodi M., Demetrio. La literatura de los mayas. Ed. Joaquin Mortiz, 4ª edición; México, 1976.
Thompson, J. Eric S. Grandeza y decadencia de los mayas. Fondo de Cultura Económica, Antropología, 3ª edición; México, 1984.
Zweig, Stefan. Magallanes. Populibros “La Prensa”, 3ª edición; México, 1971.
Continuará la próxima semana…