Teatro Yucateco
LVI
José Peón Contreras
El Conde de Peñalva
ESCENA III
ANDREA y después D. GARCÍA
ANDREA: (Se queda un rato mirando con ternura y zozobra a su padre que se aleja apoyado en el brazo de GIL y adelantándose luego al proscenio, dice:)
¿Por qué miro en lontananza
que una sombra ante mi sube?
¡Es, ay!, la primera nube
¡del cielo de mi esperanza!
¿Quién pudo, padre, causar
en ti violentos enojos?
En la noche de sus ojos
vi, Diego, el rayo brillar.
(Aparece en el fondo D. GARCÍA y escucha, sin ser visto de ANDREA)
Lo vi y a su luz sombría,
presa de inmenso dolor,
por ti sentí que el amor
en mi corazón crecía.
Ven hoy que el dolor arrostro,
hoy que corre tristemente
la primer lágrima ardiente
que está quemando mi rostro.
DON GARCÍA se ha ido acercando a ANDREA, quien al oír su voz, se queda sin volver el rostro suspensa y extasiada escuchándole. GIL se aparece por una puerta lateral y se queda como clavado, escuchando con gestos de rabia y asechanza el diálogo, hasta que le toca hablar.
GARCÍA: Yo sé que viviendo en tí,
agita en este momento
sus alas tu pensamiento
para volar hasta mí.
Yo sé que amante deploras
mi pasajera tardanza:
ya sé que soy tu esperanza,
ya sé, mi bien, que me adoras;
que sueñas dulces venturas
en un edén de colores,
en donde esconden sus flores
tus ilusiones futuras.
Enamorada paloma,
tiende tus alas de nieve,
mi amor a un cielo te lleve
envuelta en nubes de aroma.
Sin volver el rostro y como hablando consigo misma arrebatada por la pasión.
ANDREA: ¿Amor es este, alma mía,
acento dulce y sentido
que está sonando en mi oído
como celeste armonía?
¿Esto que mi aliento corta,
esto que en fuego me enciende,
esto que mi alma suspende
embebecida y absorta?
Que no llego a comprender,
que no alcanzo a descifrar…
GARCÍA: (Que se ha ido, acercando, tomándole la mano ya arrebatado de felicidad.) Sí, mi Andrea, esto es amar:
Ilusión, gloria, placer.
(Estrechándola tiernamente por la cintura, la conduce frente al balcón)
Ven y a la apacible calma
que naturaleza inspira;
si amor tu pecho respira,
abre los ojos del alma.
Mira feliz cual ninguna
en voluptuoso desmayo,
como a la sombra ama el rayo
fugitivo de la luna.
Allí en sueños seductores
gozan amantes y unidas,
las mariposas dormidas
en el seno de las flores.
Oye ese canto de amor,
oye ese arrullo sentido:
Es la paloma en su nido,
es el dulce ruiseñor.
Es la brisa que murmura
inexplicables congojas;
es el gemir de las hojas,
es el aura mansa y pura
que sollozando te nombra.
Son, por las nieblas veladas,
las almas enamoradas
que se besan en la sombra.
Ven, bien mío, ven/ mi amor:
Alza ese rostro hechicero
(La arrastra más hacia el balcón.)
Que ver sus encantos quiero,
de la luna al resplandor
y envidien nuestros amores,
y envidien nuestro contento,
sombras, brisas, auras, viento,
palomas y ruiseñores.
Se quedan casi ocultos en el hueco del balcón y GIL ALMINDES se adelanta un poco hacia el proscenio, y dice aparte:
GIL: ¡Eso es amor! Su grandeza
mi espíritu humilde asombra:
Yo también amo en la sombra,
y devoro mi tristeza.
¡Ay! si tan tiernos amores
vuelan hasta ti perdidos,
no han llegado a tus oídos
sus mal ocultos dolores.
Mal haya ocasión ingrata
que; el odio en mi alma acrecienta,
odio que es como tormenta
que en mi pecho se desata.
Nada soy y nada valgo:
Soñar es mi único empeño,
porque cuando sueño, sueño
que soy hermoso e hidalgo.
Sueño que a tu lado estoy
como estás con él ahora,
y que tu voz me enamora
como le enamoras hoy;
pero si despierto, toco
la realidad que me exalta….
¡Ay si la razón me falta!
¡Ay si me despierto loco!
ANDREA: Amor sonríe en los cielos
a los que cruzan el mundo.
GIL: (Aparte)
¡Qué negro es y profundo
el abismo de los celos!
GARCÍA: (Trayendo a ANDREA al proscenio.)
¡Goza, mi amor, tu ventura!
Vendrá un momento dichoso,
y en un palacio suntuoso
de soberbia arquitectura:
en ricos áureos salones,
reina feliz del contento,
dueña de mi pensamiento,
diosa de mis ilusiones,
Vivirás
ANDREA: ¡Oh, Diego mío!
Calla… si padre te oyera…
GARCÍA: ¿Fuera a apagar esta hoguera
bastante su poderío?
¿Puedes acaso saber
de do vengo, a dónde voy,
y a dó alcanza, por quien soy,
de mi cariño el poder?
¿Quién me puede arrebatar
tu peregrina belleza?
¿En dónde está la cabeza
que ante mí se puede alzar?
ANDREA: ¡Calla, calla, por favor!
¿Qué miró, qué miró en tí,
Diego, que yo nunca ví
y está hechizando mi amor?
DIEGO: Locuras…
GIL: (Desapareciendo) ¡Él es!… ¡él es!
ANDREA: Diego…
GARCÍA: (Queriendo disimular la indiscreción de su arrebato.)
Al contemplarte sueño,
y me parece pequeño
el mundo bajo mis pies.
¡Tu padre! ¿Y él vale mas
que ese hechizo soberano,
dominador y tirano,
con que embriagándome estas?
Siéntate, Andrea, tranquila,
y a tus pies, bañe mi frente
la mágica luz-ardiente
que brota de tu pupila.
ANDREA se sienta en un escabel. GARCIA se arrodilla a sus pies. Entran GIL y SAMUEL
Fernando Muñoz Castillo
Continuará la próxima semana…