Teatro Yucateco
LV
José Peón Contreras
El Conde de Peñalva
ESCENA II
SAMUEL, GIL, ANDREA
Durante esta escena, la acción muda de GIL, debe ser tan expresiva como cumple de la exaltación de sus pasiones.
Al ver a ANDREA y con el acento de la pasión.
GIL: ¡Qué hermosa esta!
ANDREA: ¿Me llamabas, padre?
SAMUEL: Sí,
te llamaba…
ANDREA: Mas… ¿qué tienes?
¿Tiemblas? (Tomándole una mano.)
SAMUEL: (Con sequedad.) No.
ANDREA: Tal lo parece.
¿Por qué la sangre enrojece
y está quemando tus sienes?
¿Qué pensamientos sombríos
causa son de tus enojos?
(Mira a GIL como interrogándole)
También Gil baja los ojos,
si le interrogan los míos!
SAMUEL: (Bruscamente.) ¿Dónde conociste a Diego?
ANDREA: (Con inquietud.) ¡Padre mío!
SAMUEL: Dime dónde…
ANDREA: (Más inquieta y aparte.) Algo le pasa.
SAMUEL: Responde.
ANDREA: Es tal tu desasosiego….
SAMUEL: Si comprendes mi ansiedad
y callas tan sin razón…
ANDREA: Te dije en otra ocasión
que vi a Diego en la ciudad,
en una tarde de fiesta
en que me llevaste…
SAMUEL: Sí,
ya lo sé…
ANDREA: Pues ya te dí,
padre mío, esta respuesta,
otra no te puedo dar.
¿Por qué te agitas, por qué?
No sé mentir, y no sé
lo que te he de contestar.
SAMUEL: ¿Y después?
ANDREA: Una mañana,
montando un caballo overo,
le vi cruzar el sendero
que va a la ermita cercana.
SAMUEL: ¿Después?
ANDREA: En la misma ermita,
¡una tarde borrascosa!
Junto a la luz misteriosa
de una lámpara bendita…
SAMUEL: ¿Después?
ANDREA: La noche callada,
me trajo en alas del viento
el arrullador acento
de su voz enamorada.
Después más cerca, señor,
al pie de mi celosía,
me dijo que se moría
desesperado de amor.
Y… tú sabes lo demas,
pues de ello fuiste testigo.
Que esa noche habló contigo.
¿Quieres, padre, saber más?
¿Mi sincera confesión
no basta a calmar tu lloro?
¿Quieres saber que le adoro
con todo mi corazón?
¿Que troqué por sus amores
mis placeres de otros días?
¿Que están mis jaulas vacías,
que ya no riego mis flores?
¿Que sólo por él respiro,
que sólo por él aliento,
y tras él mi pensamiento
en las alas de un suspiro
va… le busca… y me parece
que otro suspiro hasta mi
llega… me busca… y aquí
halagador, me enloquece? (Transición)
Mas no temas que por eso
tu afán contemple insensible.
¿Celos tienes? ¿Es posible?
¿No te acaricio y te beso?
¿Sospechas que no me importe
tu amargura o tu desvío?
¿En qué piensas, padre mío?
SAMUEL: (Como dominado por una idea.) ¿Nunca te habló de la corte?
ANDREA: Nunca.
SAMUEL: ¿Ni de su nobleza?
ANDREA: Jamás.
SAMUEL: ¿Ni de su fortuna?
ANDREA: Sé que es hidalga su cuna,
que en busca de la riqueza
dejó a España; que bravío
rugió el huracán deshecho,
que en alta mar ya maltrecho
deteniendo su navío;
un pirata genovés
su cargamento apresó;
que pobre hasta aquí llegó,
y sin apoyo, después
de sufrir tres largos meses,
teniendo por solo escudo
algunas joyas que pudo
salvar de sus intereses;
que con éstos, la fortuna
le fue propicia, y que así…
SAMUEL: ¡Basta! ¿Te ha dado de mí
alguna queja?
ANDREA: Ninguna.
SAMUEL: ¿Y sabe acaso que yo
soy de esa raza proscrita,
a quien su estrella maldita
por el mundo dispersó?
¿Que va sin senda segura,
tardo el paso vacilante,
aborrecida y errante
gimiendo en su desventura?
¿Sabe que vi la cuchilla
amenazar mi garganta,
al clamor que aún se levanta
de los muros de Castilla?
¿Sabe que fui sin razón
vilipendiado, y que oculto,
mi vida humilde sepulto
del mundo en este rincón?
ANDREA: No sé, padre, y tu amenaza….
SAMUEL: (Exaltándose por grados.)
¿Sabe que en rabia deshecho
siento agitarse en mi pecho
todo el furor de mi raza?
¿Sabe que nuestra cabeza
amenazó noche y día,
con bárbara tiranía
la castellana nobleza?
¿Nunca, a ti te preguntó…
ANDREA: Nunca, padre, te confieso
que jamás me habló de eso.
sólo de su amor me habló.
Si en otra parte…
SAMUEL: (Conteniéndose) Pudiera
suceder… mas ya te dije,
Andrea, y seré severo,
lo que de tu amante quiero,
lo que mi cariño exige,
Y mira cómo ha de ser
que en las dudas con que lucho
necesito amarte mucho para que ese mercader…
¡Hija del alma!… y no sea
que de su amor el alarde
te seduzca, y que más tarde
llores sin consuelo, Andrea.
(Toma el brazo de Gil, que ha permanecido cerca de él, y se levanta para retirarse.)
ANDREA: ¿Te vas?
SAMUEL: Ya vuelvo (¡Hija mía!)
(Yendo hacia él y sentándose.)
Déjame besar tu frente,
y aplaque mi labio ardiente
tu amarga melancolía. (Le dá un beso en la frente.)
Fernando Muñoz Castillo
Continuará la próxima semana…