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IX
CUADRO CUARTO
La misma decoración que el primero.
ESCENA I
AURELIO Y MARTINA.
AURELIO: (Aparece triste y pensativo y MARTINA sale por el fondo y se dirige hacia él.)
MARTINA: Aurelio, no quiero verte triste, hoy es el día de tu santo y debes estar alegre, voy a buscar la guitarra para que cantes como hacías siempre en este día. AURELIO: Antes me gustaba cantar porque a mi madre y mi hermanita les gustaban mis canciones.
MARTINA: Bueno, pero soy quien te lo pide y creo que no te negarás… ¿verdad?
AURELIO: Sí, Martina, voy a complacerte, tráeme la guitarra.
MARTINA: Voy por ella. (Mutis. fondo.)
AURELIO: ¡Pobre mujer mía ella es el único cariño que me queda en este mundo! MARTINA: (Volviendo con la guitarra.) ¡Va, aquí está la guitarra! Canta aquella colombiana que le gustaba mucho a Da. Charo es una que dice: «Calla no hagas ruido».
AURELIO: Sí, ya recuerdo, escucha:
Música
En el gran cementerio del olvido
cavé una fosa y la enterré
la hierba nació y ha crecido
y hoy más que nunca
su verdor conserva.
No arranques esa hierba
no hagas ruido.
Pudiera despertarse la que un día
me dio néctar y miel, luto y consuelo
desengaños y amor, paz y alegría
esperanza y desdén, infierno y gloria.
Quizá esté esperando y al verme
puede hablar de perdón y entonces
calla!… no hablemos más porque si acaso
duerme, volveré a adorarle y a perderme.
No escarbes la tierra de esa fosa,
pudieran estar sus párpados abiertos.
Retira tu mano cariñosa,
dormida está, y pálida, llorosa,
los muertos de esa tumba no están muertos.
MARTINA: ¡Gracias, Aurelio, no sabes cuánto me gusta esa colombiana!
AURELIO: Sí, pero a mí me trae recuerdos dolorosos que me hacen mucho daño. En fin vamos para adentro porque quiero descansar un rato.
MARTINA: Sí vamos que yo también quiero enseñarte el obsequio que te mandaron. (Mutis. fondo.)
ESCENA II
MARIA ANTONIA.
MARÍA ANTONIA: Hace una hora que estoy en esta casa sin resolverme a entrar tal parece que una fuerza misteriosa me rechaza y avergonzada me hace inclinar la cabeza ante la presencia de esta casita de paja. En el canto de Aurelio, oí la voz de mi madre que me dijo: entra hija mía, que en el corazón de tu hermano sólo hay bondad y perdón.
ESCENA III
MARIA ANTONIA Y MARTINA.
MARTINA: (Por el fondo.) ¡Eh!, ¿quién eres tú?… ¿Qué buscas aquí?…
MARÍA ANTONIA: Ya no me conoces, Martina… ¡Soy María Antonia!…
MARTINA: La que lleva ese nombre maldito, ha muerto para nosotros…
MARÍA ANTONIA: ¡Calla, Martina!… No ahondes más la pena que me está matando.
MARTINA: Entonces ¿por qué vienes a turbar la paz de esta casa con tu asquerosa presencia?…
MARÍA ANTONIA: No me insultes, que por lo mucho que he sufrido, ahora soy digna de compasión.
MARTINA: La hija que como tú se niega a recibir el beso postrero de su madre, en vez de inspirar lástima inspira repugnancia. Lágrimas amargas derramó tu pobre madre al darse cuenta de tu desprecio, murió sin poderte legar el beso maternal que encierra la ternura de todos los amores… ¡Atrás hija maldita!… ¡Vete!… ¡Vete que tus plantas no profanen este pedazo de tierra testigo de tu infamia… ¡Vete!… ¡Vete!…
ESCENA ÚLTIMA
Dichos y AURELIO.
AURELIO: (Saliendo derecha.) ¿Qué te pasa Martina, con quién disputas?…
MARTINA: ¡Míralo, míralo!…
AURELIO María Antonia, qué buscas aquí… ¡Mala hija!…
MARIA ANTONIA: Soy de la vida una flor que muere y viene a este lugar a llorar sus pecados
AURELIO Pero, ¿no sabes que las puertas de esta casa están cerradas para ti?
MARIA ANTONIA: Si, pero también sé que aquí vive un hombre que adora a Dios y vengo a pedirle a nombre de él, la salvación de mi alma.
MARTINA: No cedas Aurelio.
AURELIO: Si viene en nombre de Dios, déjala que hable Martina, a las víctimas del destino no debemos condenarlas sino oírlas, ni mucho menos despreciarlas sin juzgarlas. Habla María que yo te escucho.
MARIA ANTONIA: Aurelio, hermano mío; tu maldición se ha cumplido todos huyen de mi lado, todos me cierran sus puertas y vengo a pedirte a nombre de la bondad Divina y en el de la Santa Mujer que nos dio el ser, que tú me des un pedazo de este rincón para albergarme y pasar los últimos días de mi existencia.
AURELIO: Lo ves hermana mía, cómo el pedazo de pan que se gana y se come bajo un techo honrado, constituye el paraíso terrenal. Tú ambicionaste lujo y placeres fuiste a quemar tus blancas alas cual débil mariposa en ese mundo lleno de farsas y traiciones que te arrastró a sus malas e insanas pasiones. Ahora vuelves a mí sin las galas de tu cuerpo, pero con otras más divinas, las del espíritu y si tu arrepentimiento es sincero en nombre de Dios yo te perdono. ¡Ven y a la sombra de nuestra casita compartiremos los tres el pan que yo gane!
MARÍA ANTONIA: ¡Gracias Alfredo, eres muy bueno, déjame besar tus plantas!… (Se arrodilla.)
AURELIO: No hermana mía, no hace falta tal humillación, dame la mano y levántate. (Le da la mano y al levantarse siente dolor.) ¡Ay!…
MARÍA ANTONIA: ¿Qué?, ¿Te hice daño?
AURELIO: Si el brazo que me partieron cuando fui a buscarte en donde estabas y al levantarte hoy me ha vuelto a doler.
MARÍA ANTONIA: ¡Qué infame he sido!
AURELIO: No te aflijas no es nada, ya pasó. Martina pon un plato en la mesa hoy es día de mi Santo y entre los tres celebremos alegremente.
MARTINA: Sí, voy enseguida. (Mutis. fondo.)
AURELIO: Tú, María Antonia pasa, desde hoy estás en tu casa.
MARÍA ANTONIA: Vamos. (Hace medio Mutis. y se detienen ante la presencia de la casa.) Espera Aurelio, espera un momento, deja que antes de entrar yo implore el perdón de nuestra humilde casita.
Al público.
Música
Linda casita de paja
que mi inocencia guardó,
sé tú la blanca mortaja
de quien mal te abandonó.
FIN.
TELÓN LENTO.
Fernando Muñoz Castillo
Continuará la próxima semana…