Editorial
La primera décima del mes de mayo marca un continuo sufrimiento de la humanidad por razones ambientales, médicas, económicas y humanas.
No hay tregua a la vista para los ya dolorosos sucesos a raíz de una pandemia que no aminora su fuerza, ni disminuye su potencia y campos de acción.
La humanidad continúa padeciendo las angustias que cruzan de un hogar al contiguo, de una nación a otra, de un individuo a sus congéneres cercanos.
Los festejos y las celebraciones no pueden efectuarse en un ambiente hostil, peligroso, inseguro.
Vidas que se apagan.
Hospitales saturados.
Servicios médicos tornándose insuficientes.
Mientras la pandemia continúa.
Aquella pequeña luz de esperanza anunciada con una vacuna genérica ha quedado en eso, en una luz que no es suficiente aún para iluminar la esperanza de la humanidad.
Es irónico que en esas condiciones sean los crematorios los que cuenten con clientela continua y permanente
Por eso el mes de mayo –con sus grandes fechas para enaltecer este 2021: las luchas por la libertad de trabajo, de independencia nacional, de enaltecimiento a la maternidad, de reconocimiento a la educación recibida de los maestros– sea un mes marcado por el dolor humano impuesto por la pandemia.
Sin embargo, cada uno de nosotros, en los últimos puede reflexionar en la grandeza de las acciones de hombres y mujeres que en tiempos pretéritos cumplieron con su honrosa tarea de afirmar nuestros conceptos de patria, libertad, convivencia y paz.
Donde ahora se encuentran sus espíritus luchadores por un bienestar colectivo, reciban nuestro reconocimiento y gratitud por sus acciones pretéritas que nos abrieron el corazón a nuevas esperanzas.
Desde nuestra tribuna le decimos: Muchas gracias, ancestros nuestros. Seguimos luchando, siguiendo su ejemplo de sembrar y construir para las generaciones actuales y los del porvenir.
