Tinta Nocturna
Yahvé Isaías Solís Aranda
En la penumbra de una noche de diciembre
ella danza entre luces festivas, acompañada de un eco vacío.
Risas desvanecidas flotan en el aire,
su corazón carga con el peso de un amor reprimido.
Desde su refugio solitario, él observa la ciudad
envuelta en un halo de luces centelleantes.
Un paisaje urbano, un escenario encantado
en que las luces enmascaran la cruda realidad.
Ella, entre destellos y sombras, se asoma a la ventana;
cree ver parpadeos cósmicos, promesas de otro tiempo.
Él, en su rincón deshabitado, permite que sus pensamientos vaguen…
Las fronteras entre tangible y etéreo se vuelven difusas.
La medianoche arriba con lejanas campanadas,
momento mágico cuando ella cierra los ojos y desea.
Él, con un escocés en la mano, se sumerge en la fantasía de
un brindis que resuena en rincones inexplorados del tiempo.
Luces y sonidos entrelazados en un telón surrealista,
cada campanada el eco de un hechizo insondable.
Mientras el mundo celebra, ellos se pierden
en una coreografía de emociones, más allá de tiempo y espacio.
La noche avanza, retornan a sus realidades separadas,
cargando un amor manifestado en grietas.
Él, como cada domingo, escribe en su soledad,
tejiendo palabras, buscando consuelo en la tinta de su pluma.
En el silencio de noches solitarias, continúan pensándose,
atrapados en el hechizo de una Navidad tejida de deseos imposibles,
de realidad que se desdibuja, como un sueño que nunca despierta,
una trama de anhelos hilada en la penumbra de una noche deslumbrante.