Letras
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Disfrutamos París como había tenido ganas de hacerlo esos años en que mi tesis fue mi única prioridad. Estaba tan contenta de que me hubieses acompañado a recorrer esa ciudad después de tanto tiempo de haberla dejado.
Esa noche vagamos por las calles de Saint-Paul buscando un bar gay, pero lo único que encontramos fue un antro con puros chicos metrosexuales y raras mujeres que no voltearon a vernos. Quería dejar que disfrutaras la aventura, sabía que no era una buena idea ir ese día de la semana. Cansada del ruido y del humo, huimos del lugar y caminamos hasta el Hotel de Ville para abordar el metro.
Estábamos hospedadas en un pequeño hotel en el centro de la villa dónde había vivido como estudiante, a las afueras de París. Yo añoraba el pain au chocolat de la patisserie y el mousse de canard de la charcuterie de Antony. Tú estabas feliz de que pudiera compartir eso contigo, y no dejaba de mostrarte lugares y sabores.
Casi era la media noche y te hice correr en Les Halles para alcanzar el último tren, que casi perdemos porque te querías detener a ver todo, a sacar fotografías nocturnas imposibles para el inútil flash de tu cámara. Ya en el tren, acompañadas de unos cuantos pasajeros, iniciamos el viaje hacia Antony.
Estaba tan feliz de que me acompañaras que no supe dónde se subió ese tipo. Lo único que veía eran tus ojos y tu sonrisa que me cautivaban. Una parada antes, en el Parc de Seaux, ya sólo éramos tres los que íbamos en el vagón. Fue cuando lo vi acercarse para sentarse muy cerca de nosotras. Parecía un mendigo, tenía la mirada dura y el pelo alborotado..
Paró el tren en Antony y descendimos. Te tomé del brazo y me apreté contra ti, entonces te pedí que caminaras más rápido. De reojo vi que el tipo nos seguía. Salimos de la estación y me contabas la anécdota graciosa de una amiga tuya, pero yo casi no te escuchaba porque venía tratando de ver al tipo, que se había pasado a la otra acera.
Nos detuvimos porque querías ver las casas que se rentaban en la zona, entonces comenzaste a soñar con que regresáramos juntas a vivir en París. Vi que el hombre también se detuvo. En un momento tú ya nos hacías una gran historia en una ciudad tolerante, donde podíamos vivir nuestro amor sin que le importara a nadie. Tú hablabas y yo seguía pendiente del tipo que no nos quitaba la vista de encima.
Seguimos caminando y él atrás de nosotras en la otra acera. A esa hora no había nadie en la avenida llena de comercios cerrados. Vi la entrada en penumbras de un edificio y sin avisarte te metí ahí para besarte. Te encanta que haga esas cosas, lo sé, pero ahora no quería jugar contigo. Nos quedamos unos minutos abrazadas y continuamos nuestro camino. Parecía por un momento que el hombre se había ido, pero se había escondido también en un cajero automático y al vernos pasar siguió tras de nosotras.
Te pedí que te apresuraras y más me acercaba a ti. Al llegar a la avenida Nationale 20, a una cuadra del hotel, nos tuvimos que detener en el semáforo y fue ahí donde el tipo se puso frente a nosotras, tan rápido que no lo vi llegar. Entonces nos insultó en su francés corriente, diciéndonos que dormiríamos calientes juntas, que éramos unas lesbianas depravadas y vomitaba mierda a toda velocidad. Qué dice, me preguntabas; yo te abrazaba, temiendo que nos atacara. Lo amenacé con la policía y de petit conard no lo bajé, pero no había nadie en la calle, solo nosotras y ese francés homofóbico que estaba muy lejos de ese París tolerante que te había encantado.
Patricia Gorostieta
Continuará la próxima semana…