Visitas: 0
Al matar a estos marsupiales yucatecos, los humanos son más propensos al ataque del pic, que transmite el ‘Mal de Chagas’.
Mi vida ha sido sumamente triste y desesperanzada.
Nací junto con 5 hermanos en el fondo de un terreno abandonado donde viví pocos meses de relativa tranquilidad, ya que nuestra mamá no nos dejaba salir a explorar, siendo ella la encargada de salir cada día en busca de alimento para nosotros, que siempre estábamos hambrientos pues nos encantaba jugar dando carreras por todo el lugar.
Pero un día mamá no regresó.
Esperamos dos días antes de decidir salir en su busca. Escondiéndonos donde podíamos íbamos avanzando lentamente, cuadra a cuadra, comiendo cualquier basura que mitigara nuestra hambre atroz, ya que después de todo, somos omnívoros. La encontramos una semana después o, mejor dicho, encontramos su cadáver ya putrefacto: al parecer, la habían atropellado y murió ahí, sola, sin recibir ningún tipo de ayuda.
Estábamos muy tristes y asustados, sobre todo porque unos niños nos descubrieron, escondidos en el pasillo de una casa y nos tiraron piedras. Escapamos de ellos, menos dos de mis hermanitos, quienes fueron golpeados hasta dejarlos inconscientes. Luego los pusieron sobre el asfalto, esperando que algún carro los arrollara. Murieron aplastados sin que pudiéramos hacer nada por ayudarlos ya que, si nos atrapaban, también nos matarían.
Llorábamos los tres marsupiales restantes cuando una señora zarigüeya, que tenía a sus bebés en su bolsa, nos ayudó a escapar a un lugar más seguro. Ella nos advirtió que la mayoría de los humanos matan a las zarigüeyas como nosotros. No solamente eso, sino que lo hacen de maneras espantosas: quemándolos vivos, pegándoles con un bate, como si fueran pelotas, pateándonos como si fuéramos balones, apedreándonos, amarrándonos a las defensas traseras de los carros, arrastrándonos por las calles hasta quedar despedazados.
No lográbamos comprender que sucedieran esas cosas. ¿Por qué los humanos nos hacían eso? ¿Acaso porque somos un peligro para ellos?
La señora zarigüeya nos dijo que no. Aseguró que ocurría porque sobre nosotros se vierten muchas mentiras. Nos acusan de ser ratas gigantes, de ser zorros, de ser transmisores de rabia… Nada de eso es cierto.
Los zorros sí transmiten rabia, también los perros y los gatos, pero nosotros somos marsupiales y nada tenemos que ver con ese mito.
Lo más sorprendente fue lo que reveló la dama antes de marcharse, deseándonos buena suerte. Nos dijo que nosotros somos la defensa natural de los seres humanos contra el ataque del pic, un insecto que se alimenta con nuestra sangre sin causarnos daño alguno. Al ya no encontrarnos, debido al exterminio que se practica con mi raza, los pics ahora se nutren de los humanos, pero a ellos les contagia una enfermedad horrible llamada ‘Mal de Chagas’.
Nos cuesta entender cómo es posible que los humanos nos masacren, cuando nosotros somos necesarios para preservar su salud. Porque, además, nosotros los tlacuaches mantenemos el equilibrio ecológico de nuestro estado, nuestro hermoso Yucatán.
Al pasar la mayor parte de nuestras vidas huyendo, no es muy complicado encontrar la lógica en todo este importante asunto. Ellos afectan la cadena natural, condenándonos a subsistir con eterno temor, enfermos, heridos, con cicatrices o miembros destrozados, sucios pero, sobre todo, sedientos y hambrientos.
No es justo, no es justo, no es justo…
PROTEGE A LAS ZARIGÜEYAS
Es nuestro único marsupial mexicano, y merece mejores condiciones de vida.
Defiéndelo de ataques y denúncialos.
Adóptalos, ofréceles una nueva oportunidad y, de paso, protégete a ti mismo contra el Mal de Chagas.
RICARDO PAT