Letras
XV
El texto más lúcido que jamás leeré.
Esa mirada no la reconozco y hace siglos que ese rostro me parece tan ajeno que no logro hilar una imagen coherente que se le parezca, tal vez por causa del tiempo que pasamos juntos sin conocernos, las horas en que caminando a la par nos buscábamos sin encontrarnos, hasta el día en que uno de nosotros se escondió detrás del otro como se oculta un cobarde en medio de la crisis, la cosa es que no recuerdo nada de ti, ni tu risa ni tus gestos, y por cierto esos ojos no me dicen nada, porque si algún día existió algún vestigio de vida en ellos, hoy están muertos como esta realidad que nunca descubriste aunque me mirabas cada mañana en este mismo espejo que hoy nos atestigua, lo digo porque lo imagino no porque lo recuerde, bien sabes que las tinieblas por las que atravieso cada día son tan profundas que siempre me pierdo pero a veces no quisiera regresar, desearía quedarme en ese abismo de soledad donde nadie me conoce y a nadie conozco, que me dejen en paz las sombras, que me deje en paz el dolor que por siempre me punza como si una aguja penetrara mi corazón cada vez más profundo, he dejado de existir, he dejado de ser lo que conociste, y el espejo no podrá devolverte la imagen conocida que buscas porque yo mismo he sido un fantasma para ti, por las noches me buscas pero lo que encuentras son tus propios espectros, tus propias sombras que te persiguen, ya no eres como yo, tú persigues otros fines y yo sólo quiero acallar este grito lastimero que me carcome y se me clava entre el pasado y el presente, es un aguijón doloroso que me persigue y me atraviesa cuando duermo y sueño realidades inexistentes que parecen adivinar nuestros pensamientos, son como pantanos que nos absorben hasta despellejar nuestro exterior y por ello cambiamos, nos transformamos en seres indescriptibles, lo mismo que aborrecibles seres que muestran un rostro que no es el suyo, pero la vida es un pantano profundo que nos desnuda siempre, somos un remedo de información ficticia que demuda sus ropajes con cada decisión, con cada dato que nos habita y que forma parte muy adentro en lo profundo de nuestra esencia histórica del pensamiento, ¿o acaso ya todo se encuentra registrado y es por ello que hablamos y escuchamos como si fuera una prefiguración de cosas eternas que se repiten hasta el infinito decimal donde los números no alcanzan y las mentes prodigiosas se cansan entre tantos pronósticos aritméticos? Tal vez la vida represente un ciclo interminable que ni se cierra ni se abre, sino que depende de las edades de los adelantados que pueden interpretar lo que deseamos antes de que lo pensemos, como ahora en que tu mirada parece detenida frente a la mía, donde los espacios reducidos nos saturan de un aroma mortecino que invade la piel tuya ¿o la mía? El caso es que, sin más rodeos, nos hemos encontrado entre silencios que nada dicen, que nada representan, y en esa extensión de lo que se llama vida, tu mano se extiende hacia mi rostro donde, milímetro a milímetro, la piel se ha comido mi pasado…
Jorge Pacheco Zavala
Continuará la próxima semana…