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Detrás de la valla no se esconde un palacio, ni siquiera la cobardía de un habitante.
Detrás de la valla está el llanto de las madres y la desesperanza, el dolor de un padre con las manos vacías, las horas de caminatas absurdas y búsquedas interminables…
Detrás de ese metal frío están los corazones pisoteados, los golpes recibidos, los insultos, el desdén, la brutalidad, la ofensa, el castigo de tantos años…
Detrás de ese muro grita el silencio, clama por una oportunidad de justicia, por un poco de paz en los hogares que quedaron vacíos y se guarda en los cuerpos de las desaparecidas, de las asesinadas, de las violadas, de las olvidadas…
Detrás de esa valla rondan los temores de salir y no volver, de anidar brutalidades contra un frágil monumento que representa la historia ignorada; siguen ahí latentes los martillazos, los cristalazos, las puertas rotas, los cuchillos enterrados, la venas abatidas y sueños despreciados.
Detrás de ese muro está todo lo que quieren que no miremos, está toda la impotencia con aliento, pero ya sin miedo…
Ahí, detrás, también está el trabajo de años de mi madre, la delicadeza inagotable de mis hermanas por ganar un pan, la fortaleza de mis amigas…
Ahí, detrás, están tus pasos, tu lucha, tus victorias… Porque tus manos y tus sueños han reventado muros más grandes, porque habrás de construir una sociedad en donde caminaras libre y sin miedo, libre y feliz, libre, libre, libre…
El fuego seguirá vivo en ti, porque detrás de esa valla está tu piel, tu vida, tu fe y tu esperanza…
* Nota del Editor: Recibimos este texto con motivo del Día de la Mujer. El autor prefiere el anonimato.
