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Después de Silvia (Continúa…)

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Letras

XXXV

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Cecilia esperó que Olga dijera algo después de lo que pasó esa noche, pero su amiga no abordó el tema de regreso a la capital, ni cuando la llevó al aeropuerto para volver a su casa. Aunque le hubiera gustado escuchar algo, en realidad no le importó mucho, estaba contenta de haberse liberado de Silvia, ahora se sentía renovada y dispuesta a seguir adelante con su vida.

El trabajo de la constructora no la satisfacía por completo, ni siquiera el billar en donde había desahogado su tristeza. Quería hacer algo diferente. En la Universidad había participado en el periódico estudiantil con una serie de historietas que sacaban a flote los defectos y ridiculeces de las autoridades universitarias, maestros y estudiantes. Aunque usaba un seudónimo, muchos sabían que Cecilia Ochoa era la caricaturista mordaz que los hacia rabiar, y eso fue causa de que muchas de sus asignaturas las tuviera que pasar en extraordinario. Probar suerte en la caricatura era arriesgado, pero Cecilia estaba decidida a cambiar de vida por completo.

La idea de una tira cómica corta cuyo tema fueran las chicas gay le pareció genial a sus compañeras del miércoles, aunque un poco arriesgado porque no había medios donde publicar. Todas opinaron: Bertha le dijo que podía convertirla en una trinchera de la defensa de las lesbianas, pero Mariana sugirió que contara historias, como el libro que ella misma estaba haciendo. Chantal le propuso contarle las historias de sus amores, pero hubo varias que la callaron por riesgo de que sacaran a relucir su propia vida. Cecilia tenía de las chicas diferentes anécdotas, lo único que faltaba decidir, además del estilo de las caricaturas, era el nombre de esa sección y el seudónimo que utilizaría. Ahí mismo se puso a trazar diferentes personajes exagerando los defectos de sus amigas. Entre risas y cervezas, Cecilia encontró su estilo y un nuevo nombre: Czi O. A Isabel no le gustó, decía que parecía una fórmula química, pero a Chantal le encantó, Lo difícil ahora era encontrar donde publicar las caricaturas y recibir dinero a cambio de eso. No te preocupes, le dijo Bertha, yo voy a conseguir donde publiques, tú dedícate a dibujar.

La primera historia que contó con dibujos fue la aventura de Chantal y su búsqueda de la flautista veracruzana. Aunque le puso un título a cada una de las caricaturas donde desfilaban sus conocidas, su propia historia y anécdotas que le contaron un día, su sección se llamaría Después de Silvia, como si en ella representara el primer deseo colmado por una mujer, tras lo cual la vida seguiría con una nueva forma de ser y con la aceptación de sí misma.

Bertha, la primera en ver las series de caricaturas, quedó maravillada por la creatividad de su amiga y su capacidad para representar, de manera concentrada y con humor negro, los aspectos más significativos de una relación lésbica a través de los dibujos en tinta negra. Aunque eran historias comunes y corrientes, Bertha le seguía viendo un sentido contestatario de autoafirmación. Lo único que no le gustó fue el título de la serie y lo atribuyó a los sentimientos guardados de su amiga por la chica que jugó con ella. Le pareció genial su trabajo y le pidió los dibujos para llevarlos con un amigo editor que incluía en su revista temas sobre gays y lesbianas. Además, ella misma tenía un proyecto de una página web donde podría escribir historias y artículos de opinión. Mariana también subiría sus textos.

El editor aceptó las historias de Cecilia y publicó una quincenal. Aunque no era mucho, le pagó su primer sueldo como caricaturista, lo que la motivó a buscar otros medios para dar a conocer su trabajo, no solo dirigido a los homosexuales sino al público en general. El estilo de Cecilia hizo que rápidamente se diera a conocer en el medio y eso le abrió otras posibilidades, incluso comenzó a frecuentar círculos de intelectuales gays. A raíz de esto, publicó historias de mujeres que tomaron el rol de hombre, las cuales causaron controversia entre sus nuevas y viejas amigas. De igual forma, logró colocar también caricaturas políticas en periódicos, alcanzando con ello cierto éxito. Bertha lo atribuyó a la apertura de los medios a las minorías sexuales. No importaba, decía Cecilia, mientras Czi O siga publicando.

Un día recibió de la editorial de la revista donde aparecía la sección Después de Silvia un correo electrónico de alguien que prefirió no dar su nombre, pero que le reclamaba haber publicado su historia sin su autorización, y le exigía una explicación. Cecilia le contestó que no sabía exactamente a que se refería, pero que con gusto podía darle una cita para que hablaran y, si había algo que aclarar, lo haría. La destinataria del correo le respondió que estaba dispuesta a verla porque quería ver de dónde había sacado esa información. La caricaturista estaba convencida de que se trataba de una coincidencia, pero tenía curiosidad por saber a dónde la iba a llevar todo eso.

La mujer no quiso entrevistarse con Cecilia en la revista y la citó en un café cercano. A Cecilia le intrigaba quien podría ser esa chica que le reclamaba y no tenía idea de qué historia estaba hablando. Sospechaba que quizá era una de sus amigas que le estaba jugando una broma y casi estaba segura de que en el café encontraría a Chantal en una de sus escapadas de Veracruz, donde vivía con Romina. Pero para su sorpresa no era Chantal quien la esperaba, ni tampoco ninguna de sus conocidas. En una mesa vio a una mujer de unos treinta y ocho años, con el pelo lacio y negro, de complexión mediana, vestida con pantalón beige y blusa de lino blanco. Sabía que era ella porque reconoció la contraportada de la revista en la mesa

Aún con la idea que se trataba de una broma de sus amigas, se acercó segura y seductora. La desconocida volteó a verla y le preguntó si era Czi. Si le había gustado su presencia, al escuchar su voz, Cecilia quedó encantada con ella, aunque no sabía quién era ni lo que quería. Respondió que sí, tomando asiento. Se acercó la mesera y le pidió un café descafeinado. Al quedarse solas, la chica se presentó como Elisa y le preguntó, abriendo la revista, cómo había conocido su historia. Ahí estaba frente a ella una de sus historias contadas a través de las imágenes y las palabras: una mujer narra cómo se desengañó de su primer amor en una reunión de ex alumnos de la preparatoria, después de años de no verlo, e inicia una relación con una ex compañera que encuentra en la misma fiesta.

Todo es una mera coincidencia, le aseguró Cecilia, porque esa historia es una adaptación del cuento titulado El hombre de mi vida, que había escrito una amiga como parte de un libro de cuentos donde nada era real sino ficción. No puede ser tanta coincidencia, alegó Elisa, mi nombre y el de mi ex son los mismos, aunque quien era mi novio no se llamaba de esa manera.

Cecilia le prometió investigar con la condición de que le platicara que fue lo que pasó con Samantha. Haciéndole prometer que no lo utilizaría para ninguna de sus historias, le contó que inició una relación con su ex compañera de preparatoria, incluso pidió un año sabático en la empresa donde es arquitecta, para acompañarla a Sudamérica, donde estaba recopilando información para elaborar guías turísticas para estudiantes. La luna de miel fue larga, pero después Samantha comenzó a llegar tarde, a salir sin decir a dónde iba. Las sospechas de que la engañaba se confirmaron cuando la encontró con otra mujer en su propia cama. Elisa tomó sus cosas y regresó a su casa. Después de la relación con Samantha se dió cuenta de que se sentía mucho mejor con una mujer que con un hombre. En su búsqueda de lugares donde pudiera conocer a otras chicas se encontró esa revista en la que, para su sorpresa, contaban su historia.

Al escuchar la narración de Elisa, le pareció a Cecilia que la conocía de siempre, lo que la animó a invitarla a cenar, con la promesa de que ese día ella le contaría de dónde salió el cuento que le dio a leer Mariana y que inspiró su propia historia. Pasaron toda la tarde en el café y por la noche se despidieron como grandes amigas. Cecilia se marchó a su casa saboreando aún la tarde con Elisa y en ella pensó todo el día siguiente, y el que vendría después. Mariana le confesó que era la historia de una desconocida, alguien se lo contó a medias y ella imaginó el resto. Los nombres sí eran coincidencia porque los escogió al azar.

Con esa información, y deseando que Elisa no faltara a la cita, Cecilia llegó a tiempo al restaurante donde se citaron. Minutos después llegó Elisa, más hermosa que la primera vez que la vio. Brindaron por las coincidencias y el destino. Charlaron por horas y se sorprendieron de sus afinidades. Cecilia le prometió presentarle a sus amistades. Elisa, coqueta, le preguntó si había alguna que otra soltera. Rieron y, jugando, Cecilia le contestó que ya no necesitaba conocer solteras porque ya la había conocido a ella. Siguieron con ese jugueteo durante varias citas más, y la noche que la llevó de acompañante a la boda de Patricia y Flor, Elisa la invitó a quedarse en su departamento, donde poco a poco Cecilia fue llevando sus cosas.

Patricia Gorostieta

Continuará la próxima semana…

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