ENCRUCIJADA DE CULTURAS
ORIGEN DE SU NOMBRE
En la encrucijada de todos los continentes, España fue un lugar de paso de variados asentamientos humanos a través de su historia. El nombre de España se origina del latín Hispania, procedente del griego Spania. Anteriormente tuvo por nombre Iberia, país de los iberos quienes bautizaron la tierra antes de la arribazón romana.
De 205 A.C. al 414 D.C. la península fue gobernada por los romanos. El esplendor de Roma hecho prosperidad llegó a España, para entonces gran provincia del imperio, que asimila las culturas y organización administrativa del mismo. De los años 100 a 200 D.C., lo que constituye el Siglo de Plata de la literatura latina, grandes representativos fueron españoles, tales Séneca, Marcial y Quintiliano. El actual idioma español clasifica dentro del grupo de las lenguas romances por ser derivadas del latín. Ese idioma contiene numerosos vocablos griegos, árabes y judíos, prendidos a su habla durante la permanencia de esos grupos étnicos en su territorio.
A partir del siglo V llegan vándalos, alanos y suevos a la península, habiendo perdido los primeros ante los visigodos, aliados del imperio romano. Los visigodos dominaron toda Iberia por tres siglos, estableciendo su capital en Toledo.
Durante la influencia visigoda, como ocurre muchas veces, la cultura latina influenció a los dominadores. Los centros culturales de máxima importancia fueron los monasterios, para enseñanza, investigación y copiado de manuscritos. Sin lugar a dudas, la figura más descollante en los tiempos visigodos es la del obispo de Sevilla, San Isidro (570 – 636). Autor de varias obras, su Etimología en 20 libros es una síntesis del conocimiento hasta esos años. La Edad Media lo convierte en indispensable libro de consulta en todas las bibliotecas.
Al iniciarse el siglo VII el poder visigodo había venido a menos. Dividido en dos facciones por la herencia del trono, la perdidosa pide la ayuda de los árabes, ya en África. Estos pasan a España y destruyen el grupo visigodo en el poder. Se fragmenta la sección católica en principados independientes entre sí: León, Asturias, Castilla, Aragón, Navarra y Barcelona. Permanecieron los musulmanes ocho siglos en España. Su gobierno dependió bastante tiempo del reino de Damasco y luego se declaró Emirato independiente, ascendido a Califato. Córdoba fue la sede más importante del mundo sarraceno español. Entre los edificios extraordinarios de su cultura y gran refinamiento dejados por los moros podemos mencionar la Mezquita de Córdoba, en cuyo interior se aprecia el hermoso efecto de su doble arquería, sus dovelas alternadas de piedra y ladrillo, y la enorme serie de columnas y pilastras superpuestas, que ofrecen mayor esbeltez y altura al conjunto. Córdoba fue centro cultural del mundo. Poetas, matemáticos, filósofos, astrónomos, artistas y de todas ramas vivieron en el califato cordobés. Había en Córdoba 900 baños públicos y 70 bibliotecas, las calles estaban empedradas (igual que las romanas) y tenían alumbrado. La Alhambra y el Generalife, en Granada y el Alcázar, y la Giralda, en Sevilla. Cuando se contemplan estas fastuosas construcciones no puede dejar de pensarse en las refinadas cortes orientales y en quién sabe cuántos capítulos de las “Mil y una noches” que probablemente fueron escritos o inspirados en las ciudades moriscas de España.
La cruenta lucha de España para la reconquista de su territorio ocupado por los árabes durante ocho siglos salvó a la cultura occidental, neutralizando que los musulmanes conquistaran Europa entera. Pero a su vez esa larga lucha impidió que se desarrollasen allí, como en otros países, los estamentos sociales dedicados a la industria y el comercio. La burguesía, en fin, llamada así porque se generó en los “burgos” o ciudades, ya autómatas de la opresión del señor feudal, instituyó una economía y una mentalidad política, una cultura, de la que deriva la de la clase en el mando, dando paso a una etapa de progreso social y propiciando el desarrollo de los gremios laborales, el gobierno democrático de los municipios y de las universidades, las grandes, maravillosas catedrales góticas, verdaderas “casas del pueblo”, fomentadas y difundidas mediante los conocimientos de los alquimistas, al inmenso poder de la Orden de los Templarios, tales la de Sevilla, Burgos, Chartres, Notre-Dame, Toledo, Colonia, etc., maravillosos ejemplos del arte y técnica de los hombres.
Ocurrió en España que los nobles, los especializados en hacer la guerra, concluida la reconquista al vencer a los árabes, ya no tenían un objetivo porqué luchar, nada qué hacer y se convirtieron en parásitos, ya que su mentalidad, con sus consecuentes prejuicios, les impedía realizar la nueva ocupación innoble de la industria y el comercio. Muy por el contrario, los nobles ociosos no solo vivían del trabajo ajeno, sino que esquilmaban a los colonos de sus tierras feudales, rodeados de haraganes que nunca aprendieron a ganarse el sustento. Acostumbrados a ceñir la espada y empuñar la adarga, carecían en lo absoluto de aptitudes para manejar el azadón y el pico, ni menester alguno.
Comparten Cataluña y Provenza el indiscutible mérito de haber sido los lugares donde por primera vez se escuchó la poesía con la voz musical del canto en la Europa moderna.
Numerosos reyes de Aragón, a más de estimular la gaya ciencia, la cultivaron con habilidad, especialmente la poesía.
Las obras más importantes de la etapa nacerí son el Generalife, casa campirana de los reyes moros de Granada, con su mirador sin par y hermosos jardines, y la Alhambra, simultáneamente fortaleza y residencia, situada encima de una colina entre dos ríos, una auténtica joya del arte musulmán de los siglos XIII y XIV.
Sus ornamentos de yesería, los muros y alicatados, los vistosos pavimentos, graciosas columnas y airosos arcos, jardines de ensueño y arrullantes fuentes, envuelven al visitante en el embrujo de lo fantástico con ambiente oriental.
[Continuará la próxima semana…]
Renán Irigoyen