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Aída López
Desolada,
se mira al espejo.
Strauss la acompaña a la ventana,
habla con la menguada nocturna
a tiempo de vals;
balancea el cuerpo,
rostro iluminado
a la luz de una vela…
El silencio abruma,
la ropa estorba…
La mirada fija
sorprende las sombras.
Del cajón toma la cuerda.
Será con Sangre Vienesa.
Baila con la lía entre las manos,
la boca seca pide vino.
Strauss la desnuda.
El cordón envuelve sus brazos,
a veces su cintura.
Baila incansable,
la hora no importa.
Sangre Vienesa calienta sus recuerdos…
La sangre hierve,
el pulso agita,
morir del corazón sería leve.
Enloquecida con Strauss,
se dirige al baño,
echa jabón al piso,
ata la cuerda a los manerales,
luego a su cuello.
Suelta el agua…
Sus pies resbalan,
su cuerpo se empapa…
¡Strauss asesino!