Editorial
Aunque todo inició con la quema del mal humor hace unos días, el sabor del Carnaval solo se percibe a partir del desfile de los niños el jueves. El jolgorio que les acompaña, acompañado del llanto de algunos de ellos que quisieran estar en cualquier lugar menos en el desfile, inaugura las festividades con las que desde Mérida saludamos al Rey Momo.
A partir del viernes, durante el fin de semana, el lunes vistiendo trajes regionales, hasta la Batalla de Flores del martes (el Mardi Gras o Fat Tuesday de otras latitudes), el Carnaval ha sido el preámbulo festivo, lleno de alegría y relajamiento de restricciones e inhibiciones, a la Cuaresma.
Algunos recordamos estas fechas con especial cariño por el ambiente familiar que las rodeaba; tiempos en los que los jefes de familia preparaban viandas e invertían en disfraces con los que sus hijos emulaban a su ídolo del momento.
Era menester dirigirse al Paseo de Montejo, al Centro, o a alguna de las calles en el derrotero, a observar el paso de las numerosas comparsas, bailando al compás de la melodía del momento, mientras se degustaban las viandas preparadas, acompañadas de refrescos locales, los adultos con algunas bebidas espirituosas.
¿Quién no recuerda a sus padres disfrazados, preparándose para asistir a una reunión con sus amigos, para divertirse y olvidarse un poco de las obligaciones familiares? Inolvidables momentos y amistades para ellos, como nosotros tenemos las nuestros.
Con los años, un ritual de adolescencia más, muchos asistíamos con nuestros amigos a observar el desfile mientras consumíamos una cerveza o dos, acompañada de algún ambigú que compartíamos al haber sido adquirido con la cooperación colectiva de nuestras mesadas. La fraternidad, pues.
Pero los cambios llegaron.
Primero, cuando antes el calor acompañaba estos días, de unos años hacia aquí, posiblemente consecuencia de lo mal que hemos tratado a la Madre Naturaleza, las temperaturas han descendido durante los dias del Carnaval, lo que innegablemente ha afectado nuestra disposición a asistir a los eventos nocturnos, acostumbrados a la comodidad del hogar.
Luego, al cambiar la sede y el derrotero de décadas, trasladándolo hasta la conurbada población de Xmatkuil, el deseo de asistir a las fiestas carnestolendas recibió otro golpe, al aumentar los costos y tiempos de traslado.
Como fuera, algunas tradiciones merecen ser conservadas, y el Carnaval es una de ellas. Tal vez no por nosotros, sino por las generaciones que nos siguen, nos toca hacer el esfuerzo de participar de ese ambiente de alegría, honrando a aquellos que nos mostraron que no todo es obligación y trabajo en la vida, que hay momentos en los que hay que relajarse y divertirse, si en familia aún mejor.
Después del martes de Batalla, el miércoles de Ceniza inicia la Cuaresma, el período de recogimiento espiritual en el que celebramos y recordamos la vida, la pasión, la muerte y la resurrección del Cristo.
Disfrutemos el día y las alegrías del ambiente carnavalesco, creando recuerdos, sin olvidar que el espacio necesario para la espiritualidad y la reflexión vendrá después.
Lo carnal y lo espiritual devienen de un día para otro, los extremos se tocan.