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La nostalgia de los buenos tiempos
“Los días de práctica de béisbol, mucha gente que estaba libre, o que tenía primer turno en la fábrica, asistía a ver la práctica de “Su” equipo en las tardes, incluidos numerosos chamacos que iban a recoger las pelotas que salían de faul; para ellos era una gran diversión cooperar con el equipo insignia de la población. Uno de ellos llegó a ser cátcher titular, siendo apenas un chamaco que rayaba en la adolescencia: Wilberth López Duarte, Wita le decían. Llegó a tumbar de la titularidad a Javier Cetina, a quien le apodaban el Wixón; el otro cátcher era Máximo Espadas (Simo). Este chamaco Wita era un buen pelotero, muy rápido, aunque casi siempre le daban la base ya que por ser muy chaparrito no le buscaban la zona de strike; apenas pisaba la primera base, al menor descuido del pitcher se robaba la segunda. Era muy rápido este chamaco, corría como conejito. Ya te imaginas la numerosa porra que dirigía con todo su cencerro y su matraca don Pancho González, haciéndole coro y escenografía con sus bailes el popular Salado, Augusto Segura. ¡Cómo festejaba este don Panchito cada vez que el hijo de don Ubaldo –quien por cierto, por ser menor de edad, tuvo que dar su autorización para que su vástago jugara en el equipo grande– se embasaba! Este chamaco se embasaba mucho, casi siempre por base por bolas: era tan chaparrito que el bat lo agarraba casi a la mitad. Era muy rápido, pocas veces le hicieron out en sus intentos de robo; además, en la receptoría era muy valiente. Al principio alternaba la receptoría con el Wixi Cetina.”
“Una vez me tocó ver cómo salió disparado cuando un corredor del equipo contrario venía fletado desde la segunda y, llegando al home, arrolló a Wita, quien lejos fue a parar, con la ceja rota por el impacto, pero no soltó la pelota: fue out el corredor, que era más grande y más robusto que el hermano de Chuli. Muy valiente este chavo.
“Cuando salió de Colonia para continuar sus estudios en Mérida –ya que Colonia no contaba con bachillerato, solo había secundaria–, este Wita no volvió a jugar pelota más que algunas veces en la selección de la prepa uno de la UADY. Le prometió a su papá terminar la carrera de médico y lo cumplió.
Cuando salíamos a devolver la visita al otro equipo con que participábamos en la liga oriental (como Valladolid, Izamal, Tizimín, Isla Mujeres, etc.), la empresa, casi toda la empresa, nos costeaba el viaje. No teníamos refuerzos en ese entonces; ya después empezaron a contratar uno que otro, pero la mayoría éramos jugadores de Colonia. Una tarde se presentó en el campo un tipo alto, de tez blanca, robusto, de semblante serio, con su bat al hombro, y preguntó por el mánager. Le dijo a don Chivora que quería jugar béisbol, que lo habían mandado a trabajar al IMSS. Era un doctor recién graduado que vino del interior de la república y se adaptó muy rápido al equipo y a la población, de tal manera que se casó con una de las muchas chicas bonitas que vivían en Colonia.
“Entre los que recuerdo que vinieron a reforzarnos en el equipo estaba Pedro Cuevas, “el huevo”, jugaba tercera base y era buen bateador; igual había uno que venía de El Cuyo: era soldado y pedía permiso a su superior para venir a pichear con nosotros, muy bueno también. Igual recuerdo a uno que le decían henequenero, Marcelino Xool se llama, aunque no era precisamente un refuerzo ya que se quedó a vivir con nosotros. Era de Izamal, era pitcher. ¡Cómo tiraba el canijo! Amado Fernández le cachaba y lo confirmaba: ‘¡Cómo tira este Xool!’, decía. Era muy bueno, un tipo grande, moreno, de hablar poco, pero recio, robusto. ‘No sé qué tiene el sereno, pero moja,’ decía el henequenero. Le gustaba jugar con nosotros.
“No me puedo olvidar del “Tira lumbre”, ese sí hacia honor a su mote. Estoy hablando de Mario Martin Araujo, sus amigos le decían “la larga” porque era alto y delgado. Este Mario una vez armó una bronca en Colonia, se agarró a golpes con otro muchacho que no era de allá; como el pleito se desbordó, se salió de control, el policía Pancho López –Felipe leal Pérez– pidió le manden a la policía de Tizimín, lo detuvieron y se lo llevaron al cuartel donde el jefe de la policía Fermín Conde, al escuchar el parte de Pancho López, dio la orden y metieron preso al pitcher estelar de Maderera del Trópico. El siguiente domingo, Madereros disputaría la final, precisamente contra los Tábanos de Tizimín; los macucos de la fábrica mandan buscar al mánager y al coach del equipo, don Luis Ricalde. El Chivora les explica la bronca de la semana pasada y la condición de su pitcher estelar. ‘No lo sé, pero ese trofeo lo queremos aquí,’ le dijeron. Se dio la orden de ir más temprano que lo acostumbrado para liberar a Mario de la cárcel, pagando la respectiva multa. Ya en el campo, luego de desayunar, soltar el brazo, y trotar un poco previo al juego, ya estaba listo para subir a la lomita. En punto de las doce del día empezó el juego. Pasa a batear Madereros y no hace nada, cerraron la parte alta del primer inning sin hit, tres outs sin novedad. Toca el turno a los Tábanos y su primer hombre al bat era precisamente el comandante Conde, quien había dado la orden de encarcelar a Mario; éste vio muy propicia la oportunidad de vengarse al pasar una semana completa encerrado. Tomó aliento y tiró lumbre al jom, haciendo honor a su mote, pero no precisamente al guante del cátcher: su tiro dio pleno en el costado izquierdo de la humanidad del bateador, cayendo éste con dos costillas fracturadas. ‘¡Umpire, cámbiame la pelota!’ dijo Mario. El juego continuó sin el primer bat de los Tábanos y con una amplia sonrisa del pitcher de Colonia quien, por esos tiempos, junto con Luis Ricalde Jr. (el campeón), y Diego Nuñez (Mury) se fueron a probar suerte y entrenar con los Tigres de México de la Liga Mexicana, aunque a la semana siguiente regresaron a Colonia…
Esta otra anécdota me la contó Jorge Díaz. Pasó esto: el equipo Maderera del Trópico dio de baja a Litos Alcocer, que era oriundo de Tizimín. Los Tábanos lo enlistaron en su roster. Cuando Colonia visitó Tizimín vieron, no sin sorpresa, a Litos enfundado en el uniforma de los Tábanos. Bueno, para no hacerte largo el cuento, éste pegó dos jonrones, un doblete e impulsó todas las carreras que derrotaron a su antiguo equipo, ganando Tizimín 8 a 5… En venganza, los del equipo Madereros no lo quisieron llevar de regreso a Colonia: lo dejaron en Tizimín. Un amigo de Litos lo invitó a cenar y le ayudó a conseguir que lo lleven en taxi de regreso a su casa.
CONTINUARÁ…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO
Fotos cortesía de Augusto Segura Moguel “El Salado”