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De la miel y las abejas (VI)

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VI

El ballet de la miel

¿Sabías que las abejas ejecutan una danza sobre el panal al regresar a la colmena después de recolectar néctar y polen? Esta danza, en el lenguaje de las abejas, comunica a las compañeras de la bailarina la localización de la fuente de alimento que generalmente es visitada mientras siga conteniendo néctar para ser extraído. Parece que las obreras se inician en la recolección porque las estimula el olor de la abeja bailando sobre los panales, como si el espíritu de la danza habitara desde siempre en esas anónimas ilimitadas e indiferentes Odettes y Giselles con aguijón y antenas. Una danza egipcia lleva el nombre de “Paso de Abeja”; debe tratar de una odalisca con antenas que realiza delicados movimientos sin apenas tocar el suelo.

Estas abejas obreras que realizan la danza del vientre, las que chupan el néctar y recogen el polen para fabricar el aliento de la colmena, son quienes realizan las actividades indispensables para que exista y subsista el panal, además de alimentar a la reina con jalea real toda su vida.

Quizá Aldous Huxley estudió una colmena antes de escribir su “Mundo Feliz”, porque es fácil observar situaciones semejantes en ambos mundos. En la colmena, la reina se convierte en reina porque se alimenta de jalea real, y gracias a este alimento mágico es capaz de ser fecundada y reproducirse, capacidad negada a las obreras que se alimentan sólo de miel y viven 30 veces menos que la reina. Los personajes de Huxley reciben de su creador dosis variadas de las substancias que los hacen superiores o inferiores en su sociedad de probeta; cada quien ocupa su lugar y siempre el mismo, del nacimiento hasta la muerte.

Continuando con el mundo fascinante de las abejas, la reina es fecundada por los zánganos durante su vuelo nupcial, que realiza a medio día si hace buen tiempo. Dicen algunos apicultores, o tal vez poetas, que el vuelo de bodas se efectúa en un hermoso día de sol, cuando la reina sale de la colmena y se remonta hasta regiones elevadas del aire, jugueteando con sus perseguidores, los zánganos enamorados, en una vibrante danza nupcial, cansándolos y poniendo a prueba su ardor. La resistencia de la reina es extraordinaria: el vuelo se alarga por horas hasta que muchos machos abandonan su persecución. El vencedor en esta lucha fecunda a la reina, pero paga el atrevimiento con su vida. La reina, fecundada en uno o varios vuelos, pone huevos durante 3 o 4 años, hasta que muere o envejece, y llega la hora de tener otra soberana para continuar la especie y la cohesión de la colonia a su alrededor. La reina ha muerto, viva la reina.

 

Yo nací en el campo

entre flores y cantos.

Mi infancia se vio endulzada

con el olor de la tierra quemada.

¡Mi tierra es tierra sedienta

con ansia de lluvias y flores de miel!

 

Desde luego que no todo era miel sobre hojuelas en esos tiempos dorados de mi memoria. También había vacas flacas, cuando se hacía necesario, ¡qué ironía!, preparar peroles de almíbar para alimentar a las fabricantes de miel; en ocasiones, ésta se azucaraba o aparecía “el pillaje” y había que castigar a los culpables. Aun así, en esos años felices los apicultores vivieron una luna de miel con las abejas, sólo enturbiada, pues no hay miel sin hiel por la enfermedad llamada Loque Americana, o “la loque” únicamente, como llegué a oír algunas veces; se decía con pánico “le cayó la Loque” y si a esto se agregaba “y lo barrió xulab” es que el daño era de proporciones trágicas. El xulab es una hormiga grande que se come a las abejas y en esa época (quizá hasta hoy) se usaba mucho esta expresión, fuera de su relación con la miel, para indicar que a alguien le había ido muy mal en un momento dado. Recientemente supe que la Loque es una de las enfermedades más graves en el campo de la apicultura, pues pudre las crías de las abejas melíferas. Quemar las colonias afectadas, con todo y habitantes, es el tratamiento más efectivo, o aplicar sulfas y tetraciclinas que, según las últimas novedades, ya no se recomienda pues podrían contaminar la miel.

Cuando llegó el momento en que se pusieron de moda los derivados de la abeja, tomar una nadita de jalea y un vaso de yogurt con miel y polen se convirtió en la receta ideal para tener energía (y a veces ganar peso) antes de ir al gimnasio. Como la vanidad no tiene límites, también adopté la costumbre de comer frutas picadas, remojadas en limón y miel, en lugar de postres muy calóricos o agregados a alguna ensalada; zanahorias finamente rebanadas y cocidas al vapor son un acompañamiento delicioso y elegante de una buena carne apenas cocida, o se convierte en un postre para esas horas de la tarde en que se antoja algo dulce. Ahora lo máximo es la miel orgánica, que degusté en esta Navidad gracias a la gentileza de Laurita y Luis Iturbide, quienes nos enviaron un tarro de miel procedente de las flores que crecen en las copas de los árboles en la selva de Calakmul. Manjar de dioses que me envidiaría el mismo Winnie Pooh.

Ana María Aguiar de Peniche

Noé Antonio Peniche Patrón

Continuará la próxima semana…

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