Opinión
Larissa Calderón (*)
El año pasado (2021) un ensayista francés de nombre Guy Sorman, en la presentación de su libro “Mi diccionario de Bullshit”, expuso a uno de los filósofos más influyentes del siglo pasado: Michel Foucault. Describió un pasaje sucedido en 1977 en un pueblito de Túnez capital que el mismo Sorman dijo haber presenciado. Lo que vio fue al filósofo rodeado de menores tunecinos a los que pagaba por sexo; para hacer más sórdido el acontecimiento, el lugar donde los citaba para el servicio sexual era el cementerio del pueblo. En la oleada del #MeeToo, parecía que Foucault sería blanco de un doble escarnio por la pedofilia y por el hecho de tratarse de turismo sexual con menores pobres en un país colonizado.
Sin embargo, la poca credibilidad de Sorman, que no hubiera víctimas visibles, y la falta de otros testigos que accedieran a corroborar el asunto hicieron que su relato pasara y quedara como una anécdota de un intento fallido de la cultura de la cancelación; eso sin contar que Foucault murió hace más de 30 años, y que en su obra no hay indicios de promover la pederastia, amén que uno de sus libros más destacados tiene por título “Historia de la sexualidad” (1976).
Lo que sí sucedió en la Francia de aquella época es que un grupo nutrido de intelectuales, médicos y profesionales –entre los que destacan el mismo Michel Foucault, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Louis Aragon– firmaron una carta abierta, publicada en el diario “Le Monde” en 1977, solicitando al parlamento reformar el código penal sobre la ley de consentimiento. Esta ley define la edad en la que una persona puede decidir tener relaciones sexuales y con quién. En el momento de la carta, la ley en Francia marcaba el límite de 15 años, cosa con la que los intelectuales no estaban de acuerdo: creían que los menores tenían derecho a una vida sexual sin violencia y sin coacción. Las leyes que penalizaban a los adultos que tenían relaciones con menores eran demasiado severas. Rematan la carta con esta frase: “La ley francesa se contradice cuando reconoce una capacidad de discernimiento en un menor de trece o catorce años al que puede juzgar y condenar, mientras que le niega esta capacidad en lo que respecta a su vida afectiva y sexual.”
La solicitud no prosperó porque, si bien las y los menores dan su consentimiento, aún son demasiado jóvenes para entender la manipulación de los adultos. En esta línea Foucault comenta lo siguiente: “Por supuesto están los niños, pueden encontrarse a merced de una sexualidad adulta que les es ajena y que bien puede resultarles dañina”; sin embargo, aclara: “los niños sí tienen una sexualidad, no podemos volver a esas viejas nociones de que los niños son puros.”
¿Es sencillo que un adolescente caiga en la manipulación de los adultos?
Para la escritora francesa del libro autobiográfico “El consentimiento” (2020), Vanessa Springora, no sólo fue fácil entrar en el universo sexual de un hombre 35 años mayor, sino que fue muy difícil salir y reconocerse como víctima, a pesar de todos los efectos nocivos que causó en su vida.
A los 14 años, Vanessa fue seducida por Gabriel Matzneff, de 49, quien frecuentaba el círculo cercano de la adolescente: era uno de los escritores e intelectuales amigos de su madre, además de ser un consentido y protegido de las élites literarias en Francia. Era un depredador sexual de menores que reflejaba esta conducta en obras como “Los menores de dieciséis” (1974) o “Mis amores descompuestos” (1992), haciendo apologías sobre cómo conquistar niños y niñas menores de 15 años. Quizá en los 80s creyeron que se trataba de un personaje; pero era todo real, según Vanessa, no había una pisca de ficción. Quizá ignoraron su conducta o, peor, la permitieron y alabaron sus libros. Matzneff se dio el lujo de responder al texto de Vanessa con el libro “Vanessavirus” (2021) en el cual, sin remordimiento alguno por su conducta predatoria, se victimiza,
En México, en el Día Internacional de la Mujer de 2022, la cantante Sasha Sokol declaró públicamente que a sus 14 años, en la cumbre del éxito con el grupo musical infantil “Timbiriche”, comenzó una relación íntima con un hombre 25 años mayor, el productor del grupo del que era integrante la adolescente: Luis de Llano.
Al igual que a Vanessa en los años 80s, y bajo el cobijo de una industria, en este caso la musical, otra vez el seductor es muy cercano, alguien con quien la menor trabajaba, era la máxima figura de autoridad en su ámbito laboral. Otro paralelismo es que Sasha tardó en reconocerse como víctima; 33 años pasaron para que confesara la relación desigual a la que se enfrentó siendo menor de edad, la cual ha marcado su vida. Porque, además, Luis de Llano siguió re-victimizando a Sasha, dando entrevistas y haciendo declaraciones en las que, según ella, falta a la verdad, se ufana de haber tenido una relación con una menor, e inclusive culpa a ella y a su madre por lo sucedido. Por lo anterior, Sokol decidió denunciar civilmente al productor por el daño, exigiendo el reconocimiento de los hechos, una disculpa pública y una indemnización monetaria.
La edad de consentimiento oscila entre los 12 y los 16 años, según el país; en México, cambia de estado en estado. Pero ¿cuántos de nosotros conocemos la ley? ¿Cuántos menores la conocen? ¿Cuáles son los derechos de los adolescentes sobre su sexualidad?
José Julio Nares Hernández, investigador de la UAEM, dice que la edad legal mínima de consentimiento garantiza el derecho humano de las niñas y niños a la salud sexual. Además, hacerlos responsables de su sexualidad a muy temprana edad acarrea graves efectos en su dignidad y desarrollo psicosexual. A diferencia de los intelectuales franceses en la década de los 70s, considera que en México se debe elevar y homogenizar la edad mínima de consentimiento a los 15 años, cuando los adolescentes han adquirido una mayor madurez física y psicosocial. Así se podría contribuir a la solución del problema de salud pública y de derechos humanos que aqueja a este grupo vulnerable.
Los adolescentes son un grupo vulnerable al que hay que prestar atención porque está siendo víctima de los peores problemas de nuestra sociedad: deserción escolar, embarazos, delincuencia, violencia sexual, uso de drogas y alcohol, adicción a video juegos y redes sociales, discriminación, exclusión, bullying, suicidios, asesinatos, sicarios, etc…
Acompañemos su libertad y brindémosles opciones.
(*) Larissa Calderón. (Ciudad de México, 1978). Columnista y editora en delatripa: narrativa y algo más, traductora y lectora. Es licenciada en Lenguas Modernas. Diplomada en Lengua, Cultura y Civilización Francesas. Diplomada en Creación Literaria por la Sociedad General de Escritores de México (Sogem).