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De escritores becados a escritores vende-obras

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Opinión

José Agustín

Edgar Rodríguez Cimé

No a todos los dedicados al oficio de la escritura les va igual. Hace unos días leía de nuevo sobre tres tipos de escritores: los que nunca venden obra (90 por ciento) y se conforman con “publicar”; y los otros dos provienen de quienes obtienen dinero de su literatura: los que viven de talleres y becas (8 %), y los “iluminados” que venden obra para vivir.

En Méjico, por ejemplo, bastantes literatos han vivido de las jugosas becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). Por el contrario, muy pocos han logrado vivir de la venta de su propia obra y oficio, como el irreverente narrador mejicano José Agustín, hoy postrado por sus males.

Desde muy joven, antes de veinte años, comenzó a vivir totalmente de su literatura como freelance, como escritor contratado por pago en revistas y periódicos, y también de los derechos de autor de su primera novela, inaugurando un nuevo género en nuestro país: la literatura juvenil. La Tumba impuso nuevos lenguajes, personajes, escenarios e historias: las de los jóvenes de los años 70 del siglo XX.

En su larga carrera, Agustín produjo cine, teatro, periodismo, y sobre todo literatura. Más de treinta obras exitosas lo avalan. De La Tumba a Diario de brigadista en Cuba media un buen de la mejor literatura de Latinoamérica, de la cual vivió, bebió, y viajó para contarlo.

Tuve la fortuna de entrevistarlo, siendo seguidor de su literatura, en el hotel Los Aluxes, en la calle 60 rumbo al Parque de Santa Ana, en el centro histórico de la Mérida boutique, luego de una conferencia la noche anterior. No solo aceptó la entrevista, sino literalmente charlamos mientras comíamos, como colegas, un sabroso desayuno.

El maestro nunca tuvo necesidad de laborar en oficinas culturales del gobierno; tampoco depender de becas mensuales por años. De la venta de sus obras comía, vestía, adquiría nueva cultura y viajaba. Hoy, retirado e inactivo debido a un accidente, continúa viviendo y vistiendo con ingresos obtenidos de editoriales nacionales y extranjeras.

El máster y yo somos de la misma época de la Literatura de La Onda, nacida entre la juventud rebelde de Estados Unidos y exportada hasta el Detritus Federal, para irradiarse por el territorio nacional. Pero, mientras él se dedicaba a producir literatura de la buena, yo me lancé a vivir la experiencia ondera de los “viajes” en diversos “vehículos”: desde cannabis hasta alucinógenos.

Mientras el poeta Arthur Rimbaud, luego de escribir tempranamente su obra poética, se lanzó por tierras lejanas de África a vivir una vida sórdida y miserable hasta su muerte, el servidor de ustedes desde temprana edad se dedicó a vivir una vida –ininterrumpida– de nuevas experiencias: sensoriales / alcohólicas / sexuales / libertinas, hasta que los excesos, sobre todo de alcohol, hicieron de las suyas.

A los 35 años, agotado y enfermo, me encontraba en un oscuro agujero a muchos metros de la superficie donde se realizaba la Vida. Yo quería, deseaba, aspiraba seguir viviendo esa Vida de afuera.

Como el poema Por qué me alejé del vicio, comencé una vida nueva en pos de mi formación literaria –deseada desde adolescente, cuando quería estudiar Filosofía y Letras–, pero no existía (ni existe hasta ahora) la carrera en ninguna universidad pública ni privada.

Las lecturas, talleres individuales, autocrítica feroz, corrección, más talleres, me obligaban a cambiar constantemente letras, frases, ideas, párrafos, pero nunca a desechar un tema, como atestigua mi primer escrito proveniente de un taller –solito, conservado y publicado años después en el libro Mérida Desmaderna: crónica de un salón de baile popular, donde unos chavos ligan y conocen el lugar.

Después conseguí el aval literario del narrador Joaquín Bestard Vázquez.

Crónica / ensayo / testimonio / relato / auto biografía / entrevista / diccionario juvenil, todo ha sido un intento de hacer literatura para los de Abajo, los Nadie, los Invisibles. En la línea literaria de Ermilo Abreu Gómez, pero más profunda, propuse nuevos personajes: mayas y jóvenes urbanos rebeldes, para producir literatura: ¡Aviéntense Todos! (chavos banda), “Ciudad Blanca” o Ciudad de los blancos (crónica), Mérida sin Arrebol (las otras Méridas), Rock en Ichkaansihó, Mérida Desmaderna (1960-2000), Culturas juveniles en el Mayab, Baax pasa brother (diccionario juvenil), No tengo tiempo de cambiar mi vida, Sexo Virtual, La rebelión de Jacinto Kanek (narrativa), Felipa Poot Tzuc: heroína maya del siglo XX (ensayo), y Hablan 13 escribas (inédito).

Esta literatura irreverente / popular / intercultural gustó no solo a su propio público, mayas y jóvenes, sino también a intelectuales, contestatarios y conservadores, así como jóvenes universitarios. Empecé a medio vivir de freelance y de venta de obra en algunas librerías, amigos y nuevos lectores.

15 textos publicados; 30 años de sobrevivir de literatura propia que me daba para comprar libros y cervezas, porque la comida salía de mi empleo. Los viajes al extranjero –Cuba / Cuba / Inglaterra / Cuba– me los regaló el Destino.

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx

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