Cine
Ouija
Stiles White tiene un largo historial en el mundo de la cinematografía como asistente de producción de la empresa de efectos especiales de Stan Winston, y su palmarés como tal abarca éxitos como El Sexto Sentido, Congo, Entrevista con el Vampiro, Un ratoncito duro de roer, y Jurassic Park III, entre otras. Ahora con Ouija funge como guionista y, por primera vez en su carrera, como director.
Stephen King en su obra Danse Macabre me dejó muy clara la diferencia entre “horror” y “terror”: el terror es una sensación inmediata, es la reacción ante algo que sucede en un momento dado en una historia, mientras que el horror es la sensación que va creciendo conforme se desarrolla una historia. Esta definición me ha sido muy útil para catalogar las películas que mi vástago más joven me ha invitado a ver en su compañía.
Ouija es una película de terror, como han sido la mayoría de las que actualmente se filman, una historia en la que se intercalan una serie de sustos – los cuales pueden venir de dos orígenes, sonidos con alto volumen o imágenes de corta duración con alto impacto visual – siguiendo un guión que intenta enfatizar los sobresaltos.
Una joven se suicida después de jugar con la tabla Ouija, su mejor amiga sospecha algo raro y decide consultar con la tabla, la tabla – un espíritu – le contesta y comienza a escabecharse a los asistentes a la sesión espiritista, la amiga investiga y trata de ayudar al espíritu, nuevas muertes, giro de la historia, más muertos, y un final que no parece ser final. Este es el resumen de la historia.
Al igual que con Oculus, el espejo del mal, la película no logra generar el horror que se espera, y los sobresaltos son clichés que hemos visto en muchas películas similares. Los actores, jóvenes todos, dan su mejor esfuerzo pero simplemente no alcanzan a convencer. No deja de asombrarme que a lo largo de la película todo lo quiera solucionar la protagonista, sin intervención de adulto alguno, salvo en los últimos quince minutos del filme, cuando finalmente decide consultar con un adulto que les da la “solución final” a su conflicto. Más asombroso es observar que todos sus amigos (las “víctimas”) hacen caso a todo lo que dice, sin cuestionar o sugerir alternativas, la borregada en su máxima expresión.
En fin, para aquellos como yo que fuimos lo suficientemente cobardes como para nunca “consultar a los espíritus” usando la dichosa tabla Ouija, la película nos permitió aprender las reglas del “jueguito” y el folklore que la rodea. Tal vez esa era todo lo que buscaba Hasbro, la empresa fabricante de juguetes y que cuenta con la patente de la Ouija, al producir la película: vender más Ouijas buscando “víctimas/clientes”.
Gerardo Saviola