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Cultura de la pobreza

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Un análisis de lecturas sobre “El subdesarrollo está en la mente”, de Lawrence Harrison

Dr. Adán W. Echeverría-García

Estas son algunas de las características que Lorenzo de Zavala (1788-1836) en 1830 señaló como parte de la idiosincrasia del mexicano y que, sin problema, podrían extenderse como descripción del latinoamericano:

«El mexicano es ligero, perezoso, intolerante, generoso y casi pródigo, vano, guerrero, supersticioso, ignorante y enemigo de todo yugo. El mexicano se divierte, gasta hasta lo que no tiene, abandona las empresas que inicia a los primeros pasos, pasa su tiempo en la calle, huye a la habitación y, en un suelo donde no hay estaciones, poco cuida del lugar de su descanso. En México, los pocos que son propietarios de su tierra, la descuidan e incluso la dilapidan. ¿Queréis que no se diga eso de nosotros? Enmendaos. Quitad esos ochenta y siete días de fiesta del año que dedicáis al juego, a la embriaguez y a los placeres. Acumulad capitales para vuestra decente manutención y la de vuestras familias; tolerad las opiniones de los demás; sed indulgentes con los que no creen lo que vosotros creéis: dejad a los huéspedes de vuestro país ejercer libremente su industria, cualquiera que sea, y adorar al supremo autor del Universo, conforme a su conciencia. Dedicaos al trabajo útil, componed vuestros caminos, levantad casas para vivir como racionales, vestid a vuestros hijos con decencia, no excitéis tumultos para apoderarnos de lo ajeno; vivid del fruto de vuestro trabajo, y entonces seréis dignos de la libertad y de los elogios de todas las naciones

El texto en el que el gran liberal mexicano redacta estas líneas se titula “Viaje a los Estados Unidos del Norte de América”, publicado en París en 1834. Justo son las palabras que recordé al leer la Introducción del libro “El subdesarrollo está en la mente: el caso latinoamericano”, un trabajo de Lawrence Harrison cuya publicación se realizó en el año de 1985, poco más de 150 años después de la visión expuesta por Lorenzo de Zavala, quien fuera Secretario de Hacienda del presidente Vicente Guerrero.

Lawrence señala en su introducción haber escrito un texto anterior en el que indica: “El norteamericano y el latinoamericano tienen conceptos diferentes sobre el individuo, la sociedad y la relación entre ambos; sobre la justicia y la ley; sobre la vida y la muerte; sobre el gobierno, la familia y las relaciones entre los sexos, la organización, el tiempo, la religión y la moral.”

Lo dicho por Lawrence Harrison (1932-2015), quien fuera director de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los EEUU durante más de diez años, se parece mucho a la comparación que entre norteamericanos y mexicanos realizara Lorenzo de Zavala con muchísima antelación (casi doscientos años antes) en el prólogo del libro sobre “Viaje…”, ya señalado: “El norteamericano trabaja, el mexicano se divierte; el primero gasta lo menos que puede, el segundo hasta lo que no tiene; aquél lleva a efecto las empresas más arduas hasta su conclusión, éste las abandona a los primeros pasos…”

Valdría la pena, ante las teorizaciones de los investigadores norteamericanos (sobre todo de sus burócratas que juegan a ser pensadores) sobre los procesos de América Latina, no caer siempre en las generalizaciones, tal como ocurrió con la idea de “El fin de la historia” de Francis Fukuyama, cuyas tesis fueron combatidas por teóricos latinoamericanos, incluso hasta con furia, revelando que Fukuyama trabajaba para la CIA. Lo mismo tuviera que señalarse sobre Lawrence Harrison: resulta por demás sesgada su visión al señalar que el subdesarrollo está dentro de la mente de los pueblos latinoamericanos, que no logran el desarrollo ni siquiera con la samaritana ayuda económica de los Estados Unidos de América.

Harrison actúa justo como con el autor de “El fin de la historia”: teoriza sobre América Latina, restando la culpa a los mismos gobiernos gringos de las invasiones expansionistas, la explotación de los pueblos latinoamericanos como mano de obra barata, el saqueo de sus recursos naturales, así como el financiamiento de la violencia, de las guerrillas, sus revoluciones, incluso del narcotráfico, cuyos fines siempre han sido el control geopolítico de la región para que las empresas transnacionales puedan tener las mejores garantías de ganancias económicas, y cuyos tratos siempre se han realizado con los partidos políticos que surgen en América Latina, dispuestos a enriquecerse, actuando al paso de lo que los gringos requieran. Todo en detrimento de los habitantes latinoamericanos.

En eso me ha hecho pensar la lectura de esta obra de Lawrence Harrison. La visión del director de una Misión no es más que una mirada paternalista teorizando desde la comodidad de su oficina gubernamental, que todo está perdido para los pueblos latinoamericanos, e incluso supone —con el mismo título de su obra— que el subdesarrollo en el que la región está sumida es un asunto de mentalidad improntada en su cultura, que no es al menos del todo preciso. No es del todo cierto pues son comparaciones que se hicieron ya desde el siglo XIX, cuando la América toda estaba luchando por independizarse de Europa y comenzar a construir su propio camino.

Habría que revisar el proceso histórico de la Colonia en los países de América Latina, los procesos intervencionistas que se desarrollaron al consumarse los procesos independentistas en los países que conforman la región, y revisar también cuál ha sido el actuar de los Estados Unidos de América en dichos procesos. Sobre todo en el de intervenir para obtener beneficio.

El caso de México es singular. También lo ha registrado el historiador Lorenzo de Zavala. Simplemente, lo real, es que no hubo tal emancipación del pueblo de México de España sino que fueron los mismos grupos de poder, la Iglesia Católica Mexicana incluida, quienes supieron aprovechar el proceso de emancipación (la mal llamada Independencia), para que el pueblo mexicano solamente terminara cambiando de opresor: antes lo fue España (de 1521 a 1821) y, a partir de 1821, serían los españoles radicados en México, que se habían enriquecido mediante la esclavitud de los pueblos originarios, que ahora se libraban de pagarle nada a la “Madre Patria”, es decir, ahora tendrían más para ellos sin necesidad de enriquecer a otros. La pugna entonces ocurrió entre dos facciones enfrentadas exclusivamente por el poder y la capacidad de continuar el saqueo de los recursos naturales de estas tierras, sin cambio alguno en los procesos de opresión, explotación, incultura, fanatismo, superstición en los que menos tenían (los mexicanos habitantes de estas tierras), que continuaron en un estado de sumisión, carentes de educación, de salud, de dominio sobre sus propias tierras, y sobre sus propias personas. Fueron incluso armados para pelear durante casi todo el siglo XIX en revueltas que se levantaban por todo el país.

Las facciones masónicas, al menos dos diversos Ritos, que se debatieron para sostenerse en el poder, y que la gran mayoría de los habitantes de México, no tuvo por qué haberse enterado, y menos participar más que como peones para la guerra y el asalto. Estos mecanismos políticos fueron implementados, al menos en México, desde 1829 por los Estados Unidos de América y sus gobiernos.

Ocho años apenas habían pasado de la Consumación de la Independencia, y Martin Van Buren, Secretario de Estado de los Estados Unidos, instruyó a Joel R. Poinsett, ministro de los Estados Unidos en México, a iniciar sin demora, una negociación para hacerse de Texas, con cuestiones como las siguientes:

El presidente se ve inducido por la convicción profunda de la necesidad de realizar tal adquisición, no solo como guarda de nuestra frontera occidental, así como la protección de Nueva Orleans, sino también para asegurar para siempre a los habitantes del valle del Mississippi la posesión indisputada e imperturbada de la navegación de dicho río.”

Desde acá se ve el afán extensionista de los Estados Unidos y su intervención en la construcción de los políticos y la política de los países latinoamericanos para que estuvieran a su servicio; tiene que ver con la adquisición de recursos naturales y el saqueo de las materias primas. En el caso que apunto se trata del control del cuarto río más extenso del continente americano, apenas menor al Amazonas, el Paraná y el Misuri. Un río mediante el cual se podría navegar desde el Golfo de México, subir tierra adentro y llegar hasta Minnesota, que limita al Norte con Canadá; río desde el cual, en el siglo XIX, hacer un enlace al río Hudson era posible, llegando a Nueva York sin problema. Controlar la navegación y hacer crecer la industria: imagine lo que significaba en aquel tiempo el dominio del Mississippi.

Es justo por estos ideales de expansionismo, de la explotación de los Recursos Naturales, que los Estados Unidos siempre han buscado ese afán protagónico al que llaman “democratizar” a las sociedades latinoamericanas; sin embargo, los acuerdos han ocurrido siempre entre los grupos de poder asociados a las iglesias católicas, en algún momento, y a las iglesias cristianas no católicas, en los últimos 50 años. Baste revisar lo que ha ocurrido con los pueblos latinoamericanos tras el Concilio Vaticano II (década de los 60) en el que la Iglesia Católica buscó, mediante la paulatina aceptación de la Renovación Cristiana, recuperar a los feligreses que habían cambiado de religión, sobre todo en el mismo Estados Unidos de América. Tan se sabe que América Latina es el bastión más importante de feligreses para la Iglesia Católica que para el año 2013 fue electo el argentino Jorge Mario Bergoglio como el Papa 266 de dicha iglesia.

Dichos procesos rituales-supersticiosos-morales fueron estableciendo sus brazos políticos desde la Conquista de América hasta nuestros días; véanse los casos y liderazgos políticos alrededor de América Latina en el transcurso del siglo XX y sus relaciones con las iglesias. Mientras en Sudamérica el libertador Simón Bolívar fustigó a los miembros de la Iglesia Católica, acusando de ser artífice de la opresión de los habitantes de esas regiones, en México, la misma Iglesia fue quien solicitó a Agustín de Iturbide poner fin a la lucha de independencia, acordando con Vicente Guerrero la tregua. En el caso de México este hecho fue el inicio de la consumación de la gesta, sin embargo, mantuvo en el poder a los mismos personajes: españoles radicados en México, miembros del clero.

En México los procesos de la Revolución Mexicana al inicio del siglo XX también están cimentados en el control de la minería y del petróleo que el gobierno de México sostenía con empresas europeas y no con los Estados Unidos de América. El financiamiento a personajes como Francisco I. Madero traía consigo los acuerdos del caudillo con el Imperio Gringo de romper con la British Petroleum, y dar preferencia a las empresas norteamericanas.

Los procesos históricos de la Colonia Española, su explotación de los pueblos originarios, aunados a su mestizaje y apropiación y sincretismo entre los diferentes pueblos, pudo haber sido bueno para América Latina (por la diversidad que dichas mezclas de ideas, cosmogonías y “razas” presuponía), contrario a la erradicación, expulsión del territorio, y confinamiento en reservaciones que los colonos de Estados Unidos realizaron con los pueblos originarios de América del Norte. Sin embargo, mientras que los colonos del norte eran descendientes de las ideas de Lutero, de Calvino, descendientes de un pueblo que tenía a John Milton y a John Stuart Mill, los americanos del centro y sur sufrimos a la Iglesia Católica, sus culpas y castigos y, sobre todo, sus tribunales de la Inquisición (que se extendieron en territorio americano hasta 1820). Podríamos incluso señalar que la Edad Media, que en Europa concluyó cerca de 1492, extendió su oscurantismo hasta el inicio del siglo XIX en toda América Latina, y solamente se intentó sacudirla hasta algunas la promulgación de las Leyes de Reforma (1855), al menos en México.

¡El daño que ha hecho la búsqueda del poder de la Iglesia Católica en América Latina es inconmensurable! Aún con todo, para la mitad del siglo XX nos brindaron la Teología de la Liberación apenas como un hecho utópico que desde el mismo Vaticano decidieron a exterminar por órdenes del papa Juan Pablo Segundo.

Por ello, contrario a lo que señala Lawrence Harrison en su libro “El subdesarrollo está en la mente: el caso latinoamericano”, el subdesarrollo para cualquier pueblo, no solo en Latinoamérica, está en la opresión, en el abuso del poder, en la esclavitud moderna (salarios que no alcanzan para cubrir las necesidades básicas a las que todos los seres humanos tienen derecho); en los gobiernos que mantienen el ideal de enriquecerse a costa de los recursos naturales de América Latina y su mano de obra baratísima, mediante acuerdos onerosos que privilegian a las empresas norteamericanas y europeas.

No es que los pueblos de América Latina debido a su cultura se nieguen a salir del subdesarrollo –el subdesarrollo no está en su mente–, el subdesarrollo en América Latina persiste debido a la opresión de los grupos de poder sobre sus gobernados. Ese poder es debido a las falsas democracias existentes en la región; a las farsas electorales, a las imposturas que vienen desde todos sus gobiernos, a la construcción de procesos de impunidad desde los propios Congresos que desarrollan una legislación para proteger la corrupción que ellos mismos perpetran.

Así generan la construcción de una necesidad aspiracional en los pobladores. En México, para este año 2021, por ejemplo, el promedio escolar apenas es de 9.2 años; hablamos de que la gran mayoría de los pobladores apenas tienen estudios que no alcanzan ni siquiera el bachillerato. Ante esta pobreza de educación, ante esta Cultura de la Pobreza que se sigue construyendo desde el poder, se pretenden los procesos electorales. De esta manera cualquier personaje que se vuelva candidato, dentro del Teatro de la Democracia que ocurre en los pueblos latinoamericanos, será votado porque se le pinta, utilizando todo el poder de la mercadotecnia, como supuestos héroes, o mesías, o salvadores. Los votantes se conducen como feligreses, se han dejado envolver en el proceso sincretizado de cambiar al Santo que antes adoraban por el Candidato, porque se los han construido con los mismos valores y conceptos, y así es como se les concibe en el imaginario. Lo cual solo es posible manteniendo en la ignorancia a los pueblos. Por eso puede ser candidato a un gobierno un pederasta, o un personaje acusado de abuso sexual; por eso un traficante de mujeres puede presidir un partido político; por eso un senador puede pasar fotografías de una joven estudiante en las mismas instalaciones del Congreso; por eso una senadora puede dirigir grupos de choque e invasores de terrenos en las grandes capitales.

Con esa ignorancia se sigue impulsando a los habitantes de Latinoamérica al consumismo desde un afán aspiracional, a mantenerse en la deuda, a no exigir derechos, a soportar estoicamente la pobreza. “¡Bienaventurados los pobres!” mutado en “Primero los pobres”.

Documentos existen en México de cómo se han creado desde los gobiernos Áreas Naturales Protegidas que tienen como objetivos sacar a los pobladores de sus regiones, hacerlos migrar, para poder explotar los recursos naturales, sin presión social alguna. Procesos de migración y abandono del campo son impulsados por la generación de violencia, cárteles de la droga que exigen la siembra de sus productos (mariguana, amapola, coca) vía la intimidación, la amenaza, el asesinato de quienes no están de acuerdo; y esta generación de violencia por parte de grupos del Crimen Organizado, o por traficantes, tienen sus raíces igual en los gobiernos, en personajes enraizados por décadas y generaciones familiares en la política; actividades todas que se ha documentado son permitidas por los Estados Unidos de América para someter a los latinos, a las poblaciones negras, o para financiar guerrillas en la misma región. Todo este entramado político-cultural-religioso sigue dejando de lado los derechos de los habitantes de América Latina. Va de nuevo: El subdesarrollo no es mental, ni cultural, es fruto de la explotación de los pueblos.

Conclusión

No deja de sorprenderme lo que el autor apunta al final de la Introducción: “Este libro no presenta evidencia concluyente que dé validez a la tesis”. No podría estar más de acuerdo con lo que el autor, en un acto de honestidad, señala. Con las lecturas hechas, y la reflexión podemos concluir:

  1. La formación de los países de América Latina apenas alcanza los primeros 200 años de existencia, una existencia en la que aún no se ha logrado evitar el saqueo de los recursos naturales por los países que son potencia en el desarrollo económico.
  2. Todos los gobiernos de América Latina, hasta este 2021, siguen viviendo de los residuos de políticas del siglo XIX, impulsando en sus gobernados temas como Patria, Honor, Orgullo, y no se nos ha permitido reconocernos —a pesar de la creciente migración a nivel mundial, de la comunicación expedita y universal— como ciudadanos del Mundo con derechos humanos vigentes.
  3. Los gobiernos de América Latina siguen impulsando el apoyo paternalista sobre sus gobernados (programas sociales de dádivas, las mal nombradas becas, que no se traducen jamás en mejores salarios), pero también como Gobiernos que siguen esperando de los Estados Unidos de América, o del Banco Mundial, los apoyos. Apoyos que jamás logran llegar a los gobernados, que son siempre perdidos en temas de corrupción e impunidad, enriqueciendo a muy pocas familias por generaciones.
  4. Al ser América Latina una región cuyos recursos naturales siguen siendo saqueados, desde el último cuarto del siglo XX la creciente violencia es el material incendiario para mantener los procesos aspiracionales. Los jóvenes quieren ser como los narcos o como sus mujeres; la pobre educación de los gobernados (promedios de 9.2 años de estudios) no impulsa la educación superior; se obliga a los jóvenes a migrar para no ser reclutados en esos ejércitos de narcos sumidos en la ignorancia.
  5. Los pueblos de América Latina siguen teniendo el cuello de botella y el freno para su desarrollo en sus políticos, sus partidos políticos, esa clase gobernante que solamente busca llegar al poder para beneficiarse de los recursos económicos y enriquecerse, sin pudor.
  6. Son cuatro puntos primordiales en los que los Nuevos Gobiernos deberían trabajar para comenzar a salir del subdesarrollo. Esos cuatro pilares son Salud, Trabajo, Educación y Seguridad. Construyendo plataformas políticas para sostener estos pilares, los gobiernos atenderían todo lo demás. Para que la Salud siga siendo un pilar del desarrollo de los pueblos se necesitan desde alimentos adecuados hasta hospitales de alta especialidad, por ejemplo.

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