Letras
José Juan Cervera
El silencio es una prisión en que los pensamientos purgan diversas condenas: unos admiten la culpabilidad de su carga ominosa, otros se declaran inocentes del frívolo desliz que ansía convertirlos en pasto de maledicencia.
En días melancólicos, las redes del silencio atrapan sentimientos extraviados que renuncian al anhelo de alcanzar su destino.
El temperamento reservado concentra energía en palabras ausentes para obrar con buen sentido y remontar el bullicio.
Al descorrerse el velo del silencio brotan fulgores que la palabra adopta para hacerlos florecer en campo abierto.
La contención espontánea de la voz reluce como simiente de universos venturosos que colman su dignidad en un instante.
Los frutos del silencio se hacen oír en la distancia y dibujan su silueta en los confines del orbe.
El silencio sólo es corrosivo cuando toca a la puerta de espíritus vocingleros.
Cuando el bullicio parece el bien supremo, un fondo silencioso lo engulle, formando un rango de valores que anula contrastes para concertar la suma de ecos olvidados.
Una fuerza silenciosa tiende un lienzo para plasmar en él lo que habrá de pronunciar cuando emerja ostentando poderes de discreta persuasión.
Los goces silentes vibran para irradiar dones que emprenden el camino para pronunciar palabras de primer aliento.
