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Cuando Hitler mató al fútbol

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Crónicas Mundialistas

El primer mundial de fútbol tuvo sede en Uruguay, contando con la participación de 9 selecciones de América: Brasil, México, Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, Paraguay, Perú y Estados Unidos, mientras que por Europa llegaron solamente 4: Francia, Yugoslavia, Rumania y Bélgica, esto debido principalmente a que los viajes por entonces se realizaban en barco y requerían varios días de navegación.

Existieron varios detalles curiosos, como que muchos jugadores utilizaron boina, para protegerse al cabecear el duro cuero del que estaban hechas las pelotas. Además, en la gran final entre Argentina y el anfitrión charrúa, el primer tiempo se jugó con un balón gaucho y el segundo con uno uruguayo. El equipo local ganó 4-2, para convertirse en el primer monarca mundial.

México tuvo una pésima participación, cayendo en su debut 1-4 ante Francia; en el duelo ante Chile nos tocó el ‘honor’ de marcar el primer autogol en un mundial, producto de un error de M. Rosas, perdiendo 0-3, para cerrar participación con otra dolorosa derrota de 3-6 ante Argentina.

Uruguay ganó el primer campeonato mundial de fútbol en 1930, pero no asistió a defender su corona en Italia 1934, evento realizado bajo la dictadura militar de Benito Mussolini, quien presionó para que su selección se alzara con el título.

En 1934 el torneo se efectuó en Italia, bajo la dictadura de Benito Mussolini, con la ausencia del campeón Uruguay, que decidió no asistir en respuesta al ‘boicot europeo’ de 4 años antes. Brasil y Argentina enviaron equipos suplentes, lo que propició que a cuartos de final calificaran exclusivamente selecciones de Europa: Checoslovaquia, Alemania, Austria, España, Italia, Hungría y Suecia.

Celebrado bajo un ambiente intimidante, con militares por doquier, el Duce ordenó a la selección azzurri que ganaran el torneo, so pena de padecer terribles consecuencias. El juego de cuartos de final ante España, que ganaba 1-0, se convirtió en una carnicería, con faltas a los ibéricos que el árbitro no se atrevía a marcar, incluso el gol del empate se logró dando un empujón al arquero español. A la fuerza, Italia llegó a la final, donde derrotaron 2-1 a Checoslovaquia.

En Italia, la prensa destacaba la capacidad del seleccionado italiano para alcanzar el éxito, pero pocos pudieron reconocerlo, porque para el resto de los países participantes el anfitrión había obtenido el campeonato a través de presiones e injusticias hacia ellos. Celebrar un torneo deportivo en un país sometido por una dictadura fue un claro error, pero la FIFA no aprendería la lección y esto se repetiría en 1978.

Pasaron 61 años, hasta que, en el 2000, la Federación de Historia y Estadísticas del Fútbol nombró a Matthias Sindelar “El Mozart del Fútbol”, como el jugador austriaco más importante de todos los tiempos.

Uno de los pasajes más oscuros en la cara oculta de los Mundiales tuvo lugar en una época sin copa, durante el segundo conflicto armado que estremeció al planeta entero y que tuvo en Adolf Hitler la mano ejecutora.

Austria fue uno de los seleccionados más importantes del siglo XX, adoptando el mote de “Wünderteam” (equipo maravilloso), contando en sus filas con el fabuloso jugador Matthias Sindelar, “El Mozart del Fútbol”, quien deslumbró en el mundial de 1934 celebrado en Italia.

Bajo su batuta, Austria derrotó a Francia el 27 de mayo, 3-2; en cuartos de final su participación fue determinante en el triunfo sobre la poderosa escuadra húngara 2-1, pero quiso la mala fortuna que en la semifinal les tocara de rival el anfitrión Italia, sufriendo un arbitraje localista que les anuló un gol válido, para terminar cayendo por la mínima diferencia, y también perdiendo 2-3 ante Alemania en el partido por el tercer lugar, pero dejando un grato sabor de boca por su dinamismo y entrega.

La expectativa de su participación para el mundial de Francia que se celebraría en 1938 era enorme. Entonces Adolfo Hitler comenzó su invasión europea y Austria fue de los primeros países en ser anexados al Tercer Reich. A la federación germana de fútbol se le hizo muy sencillo integrar su seleccionado con las estrellas austriacas como refuerzo estratégico, pero Sindelar se negó terminantemente a representar a una nación liderada por un genocida.

A partir de ese momento fue marcado como opositor, le impidieron jugar, trabajar y cruzar las fronteras, quedando olvidado y sin trabajo; además fue perseguido y se ofreció una recompensa a quién lo delatara.

Lo denunció uno de sus compañeros de equipo del Wünderteam, y el 22 de enero de 1939 él y su esposa italiana Camila se suicidaron inhalando gas de la cocina, ante la posibilidad de terminar en un campo de concentración.

En el club en el que jugaba se recibieron más de quince mil telegramas de pésame, a su funeral asistieron cuarenta mil personas que enfrentaron la amenazadora presencia de tropas nazis para estar presentes y rendir homenaje a un jugador insólito y valiente. La calle donde él vivía, pasó de llamarse Laaerberg a Sindelarstrasse.

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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