Perspectiva
III
Hay un elemento adicional que es necesario mencionar en todo esto que les he platicado, sobre todo cuando leemos que a otros corredores los asaltan en Chapultepec mientras entrenan. Sí me he topado con cafres que no han despertado con el mejor de los ánimos y me han hecho alejarme lo más lejos de ellos en la calle, a pesar de las precauciones mencionadas, pero no a ellos me refiero.
Hablo de la actividad policiaca que nos permite salir con confianza a esas horas, confiados en que tan solo deberemos cuidarnos del tráfico.
Toda la noche, patrullas y camionetas vigilan la ciudad, y es común que al menos una de ellas aparezca en mis recorridos, aumentando mi sensación de seguridad.
Algunos de ellos, porque así se les pide, están lavando sus unidades para entregarlas en prístinas condiciones al siguiente turno; otros están circulando, observando mientras manejan que aquellos que van a trabajar no sufran ningún problema al dirigirse a sus paraderos de camión; y también los hay que están atentos a identificar a cualquier amigo de lo ajeno que acaso pretenda disfrazarse de corredor y lleve un sabucán, o una mochila, a sus espaldas con lo mal habido.
A todos estos elementos de policía debemos la tranquilidad de salir en las madrugadas, y va por este medio un agradecimiento por sus desvelos.
Muchas actividades suceden en la madrugada, algunas inimaginables y/o desconocidas para quienes son de levantarse ya entrada la mañana. Las madrugadas tienen su encanto y aquellos que lo han descubierto, como parte de un esfuerzo consciente o inconsciente, lo pueden atestiguar.
Pero no todo es desvelo y esfuerzo; correr a esas horas también tiene sus momentos chuscos. Recuerdo particularmente, mientras corría muy temprano y sin que el sol hiciera su aparición aún, pasar enfrente de una casa en la que unos jóvenes aún seguían la fiesta que iniciaron la noche anterior.
“¡Qué aguante!” pensé, y continué con mi ruta, mientras ellos me miraban con extrañeza. Una hora después, de regreso a casa y con la luz del día, pasé nuevamente frente a ellos ¡y ahí seguían! Algunos, ya “vencidos por el sueño”, yacían en el suelo, pero otros aún estaban despiertos, platicando muy tranquilos. Por su aspecto, seguramente eran estudiantes de Nivel Superior. Los compadecí: pronto sufrirían los estragos de la desvelada y del procesamiento etílico de sus hígados, y además tendrían que ir a su Facultad.
Abrumados por nuestro entorno diario, avasallados por tantos estímulos visuales y auditivos, hay algo mágico que nos genera una sensación muy especial cuando nos damos la oportunidad y el tiempo de observar el cielo. Si además esto sucede en la madrugada, y se observa cómo el cielo se va iluminando, dibujando el firmamento con una paleta de colores pocas veces apreciada, el sentimiento de bienestar y de paz que nos embarga es aún mayor.
Lo anterior, además de los beneficios de ejercitarnos, y las endorfinas que libera nuestro organismo, es uno de los múltiples placeres asociados a esta madrugadora actividad de correr.
Apreciar cómo los colores, los olores y los sonidos se incrementan y se entremezclan con el transcurrir del tiempo es un milagro que muchas veces pasa desapercibido para nosotros, cuando en realidad es tomarle el pulso a una ciudad y sus habitantes, uno que muchos dan por sobreentendido, olvidando que cada día es un regalo.
Recuerdo las palabras en una imagen para animar a los que se inician en esta actividad: “Aunque corras lento, vas más rápido que aquellos que aún no se levantan de sus sillas.” Gran reflexión que todos deberíamos tomar en cuenta y hacer algo al respecto.
México ocupa el nada afamado primer lugar mundial en obesidad. El antídoto para ello reside en nosotros mismos, en nuestra fuerza de voluntad. El ejercicio nos ayuda a controlar nuestro peso, y mejorar nuestra salud.
Desde esta perspectiva, les invito a ejercitarse un poco más cada día. El beneficio será inmediato para nosotros, y para nuestras familias. Que así sea.
S. Alvarado D.