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Editorial
El anuncio del presidente Trump el pasado sábado 1ero de febrero pegó, como dicen los clásicos, “entre ceja, oreja y madre” al gobierno de México.
Por un lado, la amenaza de aplicar un 25% de aranceles de importación a los productos mexicanos a los Estados Unidos se supeditó a que el gobierno de México persiga a los cárteles o coopere con los vecinos del Norte para combatirlos; por el otro, lanzó una pesada acusación: “los traficantes de drogas y el gobierno de México tienen una alianza intolerable.”
Si bien no debe perderse de vista que las acusaciones, alardes y aspavientos del presidente norteamericano van con dedicatoria a su base votante, demostrando así que está cumpliendo sus promesas de campaña, queda la duda sobre las bases en que se funda una lapidaria expresión como la anterior.
¿Será que García Luna, el “Mayo” Zambada, el “Chapito” Guzmán y su padre han proporcionado información a sus captores en los Estados Unidos, y que esta información es la espada de Damocles que se usará de ahora en adelante para doblar a la presidenta de México cada vez que el agente naranja lo desee, so riesgo de ir a La Chingada, atrapar y fincar cargos a su morador?
La presidenta Sheinbaum no heredó un país en paz, ni una economía boyante, ni un equipo capaz y eficiente, sino todo lo contrario. Además de lo anterior, debe negociar –que no dirigir– los destinos de la nación con el podrido andamiaje político que le dejó el expresidente López Obrador en sus operadores como Monreal, Adán Augusto, y hasta al meritito fruto de su nepotismo: el mismísimo Andy López Beltrán.
Después de una llamada telefónica de siete minutos con Trump el lunes siguiente, la mandataria mexicana fue capaz de apagar el fuego de los aranceles, prometiendo a cambio desplegar una fuerza militar de diez mil efectivos para salvaguardar la frontera norte. De la acusación al parecer no hablaron.
El esfuerzo le compró una prórroga de 30 días en los que deberá mostrar avances en las exigencias del agente naranja, o sufrir las consecuencias arancelarias.
En una guerra de impuestos a la importación, México tiene mucho más que perder que los Estados Unidos: el 30% del PIB de nuestro país depende de la relación comercial con nuestros vecinos, mientras que para ellos representamos menos del 2%, según la calificadora Moody’s.
A nuestro juicio, si en verdad la presidenta Sheinbaum tiene madera de patriota y desea gobernar para todos los mexicanos, ganándose un lugar en la Historia de nuestro país, Trump le ha puesto una oportunidad dorada para sacudirse el yugo del patriarca tabasqueño e iniciar la narrativa.
Todo lo que tiene que hacer es el trabajo que le encomendaron con su voto sus connacionales, algo que en nuestra vida democrática muchos mandatarios, incluyendo al que reemplazó, no desearon hacer: cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan.
Caiga quien caiga…