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Conjunción entre vestigios, vegetación y mar

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Texto: Lili Morales

Fotos: Juan José Caamal E.

Tulum, quedó en mí, así como el recuerdo y el proyecto de volver a caminar los senderos de arena, andar entre los vestigios, escuchando el silbido del viento que pasa entre ellos, el ineludible descubrimiento y la presencia del mar y la rompiente de la fuerza marina contra los promontorios de piedra.

Regresar para salir de entre la vegetación, pasar las manos por la textura de las milenarias piedras kársticas, devastadas por la arena, la erosión marina y el tiempo.

En mí quedó para siempre la inmensa sensación, la experiencia vital al conocer Tulum.

En Tulum soy sentidos y emociones convocados.

Las olas de oro del amanecer o el atardecer me nutrieron y me dejan ahíta por la belleza del mar de Tulum.

Mi mirada, envuelta por la luz intensa del plenilunio, resalta el brillo de plata de la espuma generada por las olas.

La visión convexa y cóncava del mar y las estrellas que se confunden en la lejanía, y el horizonte o acaso es al revés.

Es una noche real o son mis sueños habitados por la presencia de Tulum.

Son tantas sensaciones y sentimientos guardados desde la vez primera.

Quedó en mí el deseo de volver a sumergirme en el mar, porque sé que alguien que amé y me amó en vida aguarda con sus tiernas olas-manos, con su inolvidable alegría y sonrisa.

Contemplando la distancia, se configura su imagen y en el viento viajan las palabras, que me dicen “Ven, amor, aquí descansaremos por siempre.”

Respondo: “Sí, padre. Aquí reposaré contigo por siempre.”

Es tanto mi amor por Tulum que a una persona cercana a mis afectos, cuando refirió que planeaba un viaje por el caribe mexicano. le recomendé visitar Tulum. “Ve,” le dije, “contempla y permanece. Hay algo en esa simbiosis de mar, vegetación y mar que cautiva.”

Tiempo después, la volví a ver; ella vive en otra ciudad. Reunidas, le pregunté, con el interés de hacer conversación y escuchar su opinión, qué había sentido en aquella región más que física, de emociones y sentimientos que el Hombre había logrado con sus manos entre la selva y el mar.

Me respondió: “No sé qué viste y sentiste. Yo solo vi piedras encimadas y dispersas junto al mar.”

Todo es percepción y sentimiento. Por mi parte, sé que regresaré a ese mar, me integraré a la arena, a la vegetación, al viento, subiré con el mar, alcanzaré la luna y las estrellas, y reposaré definitivamente en las aguas profundamente azules y el tibio lecho marino… con Papá.

Así sea.

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