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Con la conga y la rumba en los pies

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Atisbando en los Recuerdos

Julio Richard y Carmita Ortiz en “La Luz de una Estrella”. Archivo Elcoro.

JOSÉ RUIZ ELCORO & ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA

Recibí estas fotografías del “Álbum de los Recuerdos” del investigador musical José Ruiz Elcoro en septiembre del 2021 y se quedaron almacenadas en la memoria de mi PC. Ahora que estoy limpiando de material obsoleto las encontré. Julio Richard conquistó a México con su coreografía y bailes, entre otros países americanos, y del Archivo de Elcoro son estas dos imágenes de Richard en su plenitud y la de su funeral en la Ciudad de México en 1845.

Elcoro describe:

En México nunca vi que abrieran las cajas de los muertos. Siempre me llamó la atención esa costumbre. Por lo general, van de la funeraria al crematorio y después (ese mismo día o al otro) los dolientes llevan las cenizas a una iglesia o a un cementerio.”

Empresarios de México posan en la ofrenda floral por el deceso de Julio Richard.

Habanera, nacida en 1909, Carmita Ortiz se unió al ex pelotero Julio Richard para bailar estos ritmos. En 1928, fueron muy aplaudidos en el Palace, de París, en una gira centralizada por Rita Montaner y en la que además intervinieron Sindo Garay y su hijo Guarionex.

En 1930, en la apoteosis de su juventud, Carmita actúa con Julio en la Revista TeatralPinceles y Colores”. Luego, participan en la zarzuela “La emperatriz del Pilar”.

Diluvio de aplausos los reciben cuando en 1935 bailan en el Edén Concert, en la producción Tan Tan, de Sergio Orta. Gira por América… Se separan en Argentina, y ella ingresa en la compañía de

 Armando Discépolo como tiple cómica.

“Tropicana”, un cabaret bajo las estrellas, se inauguró con una coreografía de Julio Richard. Archivo Gladys Palmera.

En La Habana se uniría nuevamente a Julio para La Revista Maravillosa en el Alkázar, que hizo época.
La pareja dio a conocer la Conga de salón en Estados Unidos, donde viajaron con Eliseo Grenet; la primera actuación la hicieron el 14 de marzo de 1936 en el Steingway Building, y fue presenciada por los periodistas Walter Winchell y Danton Walter.

En 1937, los ovacionaron en la Revista Azul, que Ernesto Lecuona llevó al Auditorium. Sucedió igual con el espectáculo “La Rumba”, en el número “Negrita Coco”, interpretado por Rita Montaner. En 1940, Carmita bailó en “Mujeres en La Habana”, en el Teatro Nacional.

Los artistas ya eran conocidos en Puerto Rico, México, Argentina y Estados Unidos, donde recibieron el halago de los espectadores y la crítica.

Durante una de las separaciones del bailarín (fueron varias), la vedette cantó en el Teatro Martí zarzuelas, entre ellas, Luisa Fernanda.

Fue precisamente el excelente coreógrafo Julio Richard quien inaugura el cabaret Tropicana en 1941 con la fastuosa producción Congo Pantera, en la que aparece el Ballet Ruso de Montecarlo.

El espectáculo reunió a un centenar de bailarines y modelos, tuvo la actuación estelar de Chano Pozo y otros tamboreros. Además, le dieron realce Rita Montaner, Sandra, Bola de Nieve y, por supuesto, la escultural Carmita Ortiz.

Desde que la vio se enamoró perdidamente; sí, fue amor a primera vista el que encadenó al actor Alberto Garrido a la vida de Carmita Ortiz; ella, bailarina de éxito; él saboreando la popularidad en su binomio con Federico Piñero.

Una noche, en el camerino, la artista descansaba después de una actuación. Por los rincones estaban los ramos de flores que sus admiradores le obsequiaran. En una silla descansaba el vestido de lentejuelas que hacía solo unos minutos usara. Sintió unos ligeros golpes en la puerta. Abrió. Era Alberto Garrido. Hablaron brevemente y la joven, como en otras ocasiones, dijo no a sus requerimientos amorosos. Ella iniciaba una gira. Él se marchó desilusionado, pero dispuesto a no claudicar.

Cuando la bailarina regresó, la buscó; esta vez, ella aceptó. Garrido, en el colmo de la felicidad, compró una casona en Miramar que parecía un barco anclado en el paisaje. Se amaron, trabajaron juntos en los filmes “Cosas de Cuba” y “Dos cubanos en la guerra”; pasearon, se divirtieron, hasta que Carmita enfermó.

Después de su muerte, comenzó a rodar una leyenda acerca de que su fantasma aparecía en la que fue su vivienda, pues el vigilante de la playa de Miramar atestiguaba haberla visto varias veces rondando el lugar.

Por aquellos años, las supersticiones hicieron que la residencia cambiara de dueños varias veces, hasta que todo quedó en el olvido.

Carmita fue una artista siempre mimada por el público. Lleno de pesar, su amigo y compañero en el arte, Julio Richard, fallecía en México pocos meses después, en 1945.

‘¡Doctor, doctor!, no puedo respirar,’ decía en su lecho de enferma la bailarina Carmita Ortiz, a quien hacía solo un rato habían operado de apendicitis. Parecía exitosa la intervención quirúrgica en una clínica habanera, pero…

Cuba lloró a la artista, quien fallecía en los momentos en que su carrera era más brillante. Ocurrió el 7 de marzo de 1945.

Carmita formó con Julio Richard una de las parejas más famosas de Cuba. Ellos impusieron la rumba y la conga en muchos países donde se presentaron.

“Tropicana”, donde Julio Richard y Carmita Ortiz fueron las estrellas. Archivo Gladys Palmera.

Fuentes

Carmen Mestre

Cuba Now

Archivo Gladys Palmera

Lacosta

Elcoro y AHGA.

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