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Colonia Yucatán en Tizimín

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Remembranza

“UN EMPORIO MADERERO EN LA SELVA MAYA”

ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA

Esta es La Sierra en la Colonia Yucatán de Tizimín, en plena selva maya. Ahí se encontraban las afiladoras de sierras, se cortaban los tablones de los troncos de cedro, y se preparaba el material para la fabricación del triplay Medval -Medina Vales-, y se elaboraban puertas prefabricades en tres tamaños para nuevos fraccionamientos como el Reparto Dolores Patrón en Mérida, donde el concesionario era el Ing. Alfredo Medina Vidiella, fundador de un nuevo centro habitacional para sus trabajadores de ese emporio maderero.

Mi padre, Alfonso García Peniche, fue nombrado subadministrador de La Sierra. Le dieron una casa donde llegábamos a visitarlo en vacaciones. En los inicios de los años 50, en vacaciones de julio y agosto, viajé a La Sierra con dos compañeros de estudios secundarios en Mérida: Rilio Ruz Navarrete y Teodoro Canché Acosta. Viajamos a Tizimín por ferrocarril, y luego en camión a La Sierra. Tres Km adelante se llegaba a Colonia Yucatán, que sigue siendo una colonia de Tizimín. Se nos dio trabajo para ganar unos pesos en el entogadero donde, en el camellón a Colonia, se colocaban los tablones para su secado. Felices regresaríamos con unos centavos en la bolsa para el retorno a clases en la “Cisneros Cámara”.

Añoranza por el pasado maderero en La Sierra y en Colonia Yucatán, donde el venado era la comida del día.

Colonia Yucatán tenía confort en sus calles, clínica, escuela, gimnasio, boliche, cuadrilátero de boxeo, además de una iglesia y tienda bien abastecida, era como en la ciudad de cualquier municipio del Estado.

Colonia Yucatán y La Sierra fueron fundadas en 1941 por el Ing. Alfredo Medina Vidiella, descendiente de hacendados y buen profesionista en materia de construcción. Para explotar y exportar a Cuba y Estados Unidos madera y productos elaborados de esas maderas preciosas del oriente peninsular estableció una fábrica. Además, construyó una pequeña ciudad para sus trabajadores, en una época que de la terminal del tren de Tizimín a La Sierra y Colonia se tardaba más de dos horas, por un camino sinuoso y de terracería entre la selva peninsular. Así surgió este emporio maderero de Tizimín en Yucatán.

Colonia Yucatán contaba con un Centro de Atención médica y hospitalaria para la población familiar.

En 1952, mi padre nos ordenó que fuéramos al Cuyo, puerto de embarque para Cuba, para enviar puertas, triplay y rolos de madera arrastrados con cadenas para el aserradero del puerto de Regla, en la bahía de La Habana, y luego al muelle con techo de cristal al inicio del Malecón habanero. Fuimos a cargar el barco Isla de Tris, y ahí preguntamos mis compañeros estudiantes y el que escribe al capitán del barco si nos podía llevar a La Habana. Contestó: “Si Don Alfonso me lo ordena, lo hago con gusto.” Ese fue mi primer viaje a Cuba. Cuando regresamos, el capitán nos dijo: “No se vayan, no les he pagado su trabajo: tú, Teodoro, picaste la herrumbre de los pisos metálicos; tú, Rilio, pusiste antioxidante y luego pintura en cada piso picoteado y raspado; y tú, Alfonso, fuiste ayudante de cocina de ida y vuelta.” Nos pagó a cada uno más de lo que hubiéramos ganado en los meses en el entongadero de La Sierra. Cobramos y ya en Colonia le dijimos a mi padre que ya teníamos más del doble de dinero. Nos ahorramos un mes de trabajo cargando tablones para secarlos y mandarlos a Colonia.

Este escrito es remembranza del pasado. En el Diario del Sureste leo los reportajes sobre Memorias de Colonia Yucatán, de su época de esplendor en las memorias de los personajes que las vivieron. Algunos fueron amigos y compañeros míos, como los maestros de su escuela. Abur.

Iglesia de Nuestra señora del Carmen, en Colonia Yucatán.

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