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Clásicos, románticos, modernos

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Letras

Luces de México

Clásicos, románticos, modernos

Por Antonio Magaña Esquivel

(Especial para el Diario del Sureste)

 

La crítica, la verdadera crítica literaria, en México no existe. Los literatos jóvenes, los escritores consagrados, saben bien que al publicar un libro los amigos y los compañeros se ocuparán de él, lo elogiarán o lo censurarán injusta o legítimamente. Saben también que en la sección bibliográfica de los periódicos y de las revistas se dará noticia del libro, se hablará de él, se le encomiará poco más o poco menos, según la opinión muy personal del redactor. Aun más, ellos mismos pedirán la noticia bibliográfica o el comentario, ellos mismos elegirán al compañero que comente. Pero no sentirán ni por asomo la inquietud y el ansia febril por una crítica severa, objetiva, consagradora y definitiva.

Hay críticos, eso sí. Hombres que expresan sus fugaces impresiones, que “refieren las aventuras de sus almas a través de las páginas de un libro, dichosos como Ulises de haber hecho un viaje ameno”. Es sencillamente impresionismo, expresión del sentir y del pensar muy personales, sin normas, sin cánones, aun sin compromisos teóricos. De París, Anatole France comentaba el suceso literario y escribía: “No hay crítica objetiva como no hay arte objetivo, y los que se jactan de poner en sus obras algo más que sus propios seres, son víctimas de la más falaz filosofía. La verdad es que nadie sale nunca de sí mismo.” Cada quien dice su verdad muy particular.

Pero aun los críticos de profesión, los analizadores minuciosos que contaban los adjetivos, medían las frases, pesaban las metáforas y calculaban la fantasía –“los eunucos de las letras” se les llamó en Europa– han ido desapareciendo felizmente para dejar el puesto a los propios escritores que ocasionalmente ejercen de críticos en periódicos y en revistas y que no cuentan sino sus impresiones personales a través de su sensibilidad artística.

Entre esta clase de escritores, documentado e informado de todos los vaivenes del movimiento literario, cuenta en primera línea Ermilo Abreu Gómez. Desde los primeros tiempos de La Revista Nueva que dirigía al lado de Ricardo de Alcázar “Florisel”, aun antes en estudios dispersos en revistas y en periódicos, Abreu Gómez habíase consagrado al estudio del desenvolvimiento de la literatura mexicana, a la interpretación de los clásicos y a la valorización de los rasgos de nuestra literatura moderna.

De los clásicos mexicanos, una figura le atrajo desde luego: la personalidad de Juana de Asbaje, conocida por Sor Juana Inés de la Cruz, la Décima Musa, “religiosa profesa en el monasterio de San Jerónimo de la imperial ciudad de México”. Las investigaciones alrededor de la vida y de la obra de Sor Juana llenan las actividades literarias de Abreu Gómez en un período de casi diez años; va y viene a través de la obra de la poetisa, desmenuza su voz, reúne eco por eco, revive viejas fuentes de información, y completa así el trazo completo [sic] de la personalidad de la mujer más fascinante de América. Dos aportaciones únicamente pueden señalarse como antecedentes de esta infatigable labor de revisión y de valorización: las debidas a Pedro Henríquez Ureña y a Miss Dorothy Schons, únicas aportaciones serias que enriquecen en verdad la bibliografía acerca de Sor Juana. El primero publicó en 1914 en la revista “México” sus notas “En Pro de la Edición definitiva de Sor Juana” y después completó las fichas bibliográficas de casi todas las ediciones –parciales o totales– de la monja profesa de San Jerónimo en su “Bibliografía de Sor Juana Inés de la Cruz” publicada en Revue Hispanique, París, 1917, reimpresa en El Libro y el Pueblo, revista de la Secretaría de Educación Pública, con notas de Abreu Gómez. Miss Dorothy Schons añadió a estas noticias y a estos estudios de Henríquez Ureña nuevas investigaciones que reunió en 1925 en su “Some bibliographical notes on Sor Juana Inés de la Cruz”, Boletín de la Universidad de Texas, y luego completó y mejoró en 1927 en su Bibliografía de Sor Juana Inés de la Cruz traducida por J. Mauricio Carranca y editada por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México en su Colección de Monografías Bibliográficas Mexicanas.

Todos estos estudios los registra y los anota Ermilo Abreu Gómez en el trazado completo y en la clasificación definitiva que de los escritos de la monja de San Jerónimo contiene su último libro: “Sor Juana Inés de la Cruz. Bibliografía y Biblioteca”, editado por la Secretaría de Relaciones Exteriores en su citada Colección de Monografías Bibliográficas Mexicanas. Este formidable trabajo de clasificación y recuento, hecho con método y con algunas informaciones complementarias, históricas y bibliográficas, tiene como objeto principal –el propio autor lo dice– “el de conocer y fijar el orden de sus producciones (de Sor Juana) y también el de facilitar la labor de los que estudian su obra, ora desde el punto de vista crítico, ora desde el punto de vista puramente cronológico”. Antes que esta definitiva, a Abreu Gómez se deben también las ediciones críticas de Sor Juana “Carta Atenagórica” (1928), “Respuesta a Sor Filotea” (1929), “Silvas” (1930), “Liras” (1933), en las que el escritor mostraba ya su decidido interés en el análisis de la obra de la Décima Musa.

Pero donde el escritor cimenta y afirma su sentido crítico, y su espíritu severo define la esencia de su actividad literaria enfocada en el examen de los problemas fundamentales de nuestra literatura, es en su libro que da nombre a esta crónica, publicado casi simultáneamente con el que acabamos de anotar: Clásicos. Románticos. Modernos (Ediciones Botas, 1934). Los estudios que se encuentran en sus páginas (Carlos de Sigüenza y Góngora, Ruiz de Alarcón, Justo Sierra O’Reilly, El Teatro Romántico de Peón y Contreras, sin faltar naturalmente Sor Juana Inés de la Cruz, y una cartas-críticas a Alfonso Reyes, Genaro Estrada, Jaime Torres Bodet, Juan Marinello, Mariano Silva y Aceves y varias notas sobre los poetas del “último Barco”) denuncian un aspecto de su criterio histórico.

El autor, naturalmente, no agota los temas de que trata; es vastísimo el campo en que elabora y mal podría encerrar en el reducido espacio de un volumen lo que él llama “el paisaje cósmico de la literatura” mexicana en su proyección histórica. Pero sí enfoca el espíritu de cada autor y el escenario de la época en que actuó y aun la influencia literaria bajo la que se desenvolvió. “En la biografía de los escritores –explica Abreu Gómez– es preciso anotar, como base para el conocimiento de su psicología, su origen racial. Esta condición, que en otras literaturas parece innecesaria o cuando menos secundaria, en nuestro medio es categórica: de ella dependen la explicación de no pocas actitudes espirituales y aun ciertas preferencias de dirección plástica. Su análisis vendrá a fijar una serie de complejos cuyo desenvolvimiento pone de relieve la razón, el origen y cultivo de no pocas rebeldías de carácter académico. En la bibliografía debe señalarse el índice de la producción junto con la naturaleza intrínseca de su amplitud y distribución en el tiempo. De su manejo se inferirá la persistencia, el grado de fuerza de la labor, el impulso creador y aun la capacidad de coronamiento y término de las obras.

Éste es un método de trabajar, que cumple y satisface plenamente. Así recorre nuestra historia literaria, fija relaciones e influencias, ordena nuestro acervo cultural y acaba al fin por interpretar la posición que ocupan los escritores que analiza atendiendo, no sólo a su valor estético, sino también a su emplazamiento histórico. Labor ésta que aventaja en mucho el simple plan cronológico sobre el que están concebidos los libros que se han ocupado hasta ahora de la historia de la literatura en México.

México, D. F., 1935.

 

Diario del Sureste. Mérida, 10 de febrero de 1935, pp. 3, 8.

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