Ben-Hur, de Timur Bekmanbetov
Tratar de establecer puntos de comparación entre la versión de Ben-Hur de 1959, hecha famosa por la magistral actuación de Charlton Heston y los trucos de filmación del director William Wyler – evidentes sobre todo en la filmación de la emocionante carrera de cuadrigas –, esta versión de 2016 del gran director kazajo Timur Bekmanbetov, es prácticamente imposible.
Desde el guion, los encuadres, la fotografía, las actuaciones, la escenografía, la trama, todo ha sido modificado y, francamente, no para bien. Se conservan algunos detalles que entiendo fungieron como homenaje a la versión de 1959 que se llevó tan solo 11 Premios de la Academia, hazaña que tan solo se ha repetido una vez más, cuando El Retorno del Rey, el capítulo final de la epopeya de Peter Jackson basada en los inmortales libros del gran escritor sudafricano J.R.R. Tolkien, empató el récord.
Esta nueva versión no competirá, es mi vaticinio, por Premios de la Academia simplemente porque queda muy lejos de su predecesora en términos de involucramiento con la historia, de impacto visual, y mucho menos por actuaciones. No deja de llamar la atención que, habiendo demostrado su capacidad con las magníficas experiencias visuales que representaron los filmes Guardianes de la Noche, a la que siguió Guardianes de Día, y luego Wanted, el director Bekmanbetov nos quede a deber tanto, pues ni siquiera su marca personal en cuanto a los efectos especiales y novedosos trucos de filmación a los que ya nos había acostumbrado aparece en el filme. Vaya, baste decir que la carrera de cuadrigas de la versión de Wyler es más emocionante y más compleja que la de esta nueva versión.
Uno de los problemas principales de las películas que son “relanzamientos” reside en que, como en este caso, si el original resulta mejor que la supuestamente más moderna versión, todo el elenco, los productores y hasta el director serán llenados de escarnio por haber osado siquiera considerar la idea de filmar algo que no era necesario filmar. ¿Acaso no hay otras ideas que pudieran haberse filmado, guiones originales?
Morgan Freeman, generalmente un estupendo actor, en este filme se ve acartonado, sin expresión, y como pretendiendo tan solo cumplir al mínimo con su personaje. Juda Ben-Hur (Jack Huston) y Messala (Toby Kebell) más bien parecen representar una historia de amor y odio entre amantes, que mostrarnos los conflictos familiares que pueden presentarse entre medios hermanos. No generan empatía, ni siquiera cuando Jesús de Nazareth (Rodrigo Santoro, a quien conocimos como Xerxes en «300») les dedica algo de su atención; pero no ahí terminan los problemas: Pilou Asbaek, quien interpreta a Poncio Pilatos, no logró decidir si quería parecerse a Malcolm McDowell o a Russell Crowe, y tampoco se ve como el dirigente al que todos debieran temerle, resultando más amenazante el capitán de los centuriones que lo protegen. El remate es el final de la película, lleno de melcocha, diametralmente opuesto a la historia que conocemos.
En fin, Ben-Hur pudiera ser una buena opción para los cinéfilos si asisten con la intención de evaluar cuánto puede afectar un ícono de la cinematografía, de qué tamaño es su sombra, cuando alguien pretende ofrecer su interpretación de un clásico. Es obligatorio, en ese caso, ver antes la película de Charlton Heston para poder establecer las diferencias.
Tal vez si no hubiera visto esa versión, entonces hubiera tolerado esta nueva entrega. Si ese es su caso, o sea que no ha visto a Charlton Heston interpretar a Juda Ben-Hur, amable lector, no dudo que la vaya a disfrutar.
Pero si su caso es similar al mío, le recomiendo vaya con mucha paciencia, se arme con un buen bote de palomitas, una dosis grande de refresco, buena compañía, y entonces se deje envolver por la atmósfera que lo rodea, porque dudo que el filme lo vaya a convencer. En vez de preocuparse por eso, lo invito a tratar de identificar los elementos que Bekmanbetov tomó de esa versión de Wyler, además de los peces que señalan los circuitos en la pista, claro está.
Gerardo Saviola