Mi ideal, después de graduarme como Profesor de Educación Especial para el Área de Anormales Mentales, Inadaptados y Menores Infractores -1963- en la Escuela Normal de Especialización de la Ciudad de México, era fundar en mi estado una escuela de educación especial para niños deficientes mentales, o con necesidades educativas especiales, como se dice hoy en día.
Alguna vez pedí a la Profra. Odalmira Mayagoitia de Toulet, entonces Coordinadora de Educación Especial de la SEP, una plaza de maestro para ejercer la especialidad. De buena manera me dijo que no le era posible porque no las había, eran escasas, sugiriéndome que mejor viniera a Yucatán a promover la Educación Especial.
Ya estaba en ello: En el Primer Congreso Sociológico de la Juventud Mexicana, que se realizó en la ciudad de Mérida en septiembre de 1964, el día 20 de ese mes presenté la ponencia por la delegación anfitriona de Yucatán “La Deficiencia Mental y su Pedagogía”, que fue bien recibida por los congresistas y, después de los comentarios y consideraciones pertinentes, fue aprobada.
La segunda ponencia de la Delegación Yucateca fue presentada por el Br. Luis Ortiz Martínez sobre el problema de la “Dinámica en la Previsión Social”, señalando concretamente la necesidad de dar apoyo a la tesis del director del IMSS en lo referente a dar a los trabajadores afiliados al Instituto un sobresueldo por cada hijo, para resolver en parte el problema de las familias numerosas de la clase trabajadora.
Este Primer Congreso Sociológico de la Juventud Mexicana en el que participé con la ponencia sobre Educación Especial era una manifestación de las inquietudes sociales que me movían a actuar, conjuntamente con algunos amigos contemporáneos como los ponentes, en favor de un mayor y mejor desarrollo de nuestro país. Heladio Ramírez López, joven abogado entonces que pasado el tiempo llegaría a ser Gobernador de su estado Oaxaca, participó con nosotros. Heladio se interesó vivamente por la ponencia que presenté, y fue motivo de una interesante charla.
Poco después del Congreso reseñado, presenté un proyecto para fundar la primera escuela de Educación Especial al Profr. Fabio Espinosa Granados, entonces Director de Educación del Gobierno del Estado de Yucatán, siendo Gobernador. D. Luis Torres Mesías. Fabio leyó con interés la propuesta, aunque no resolvió de inmediato sobre el asunto. Quedamos en que nos esperaríamos algún tiempo razonable.
Por su lado un distinguido empresario yucateco, D. Felipe Díaz Massa, encabezaba un grupo de padres de familia con niños con discapacidad intelectual que buscaba a algún profesor especializado en el área para fundar una escuela que atendiera a sus hijos. D. Felipe era amigo de D. Fernando Toulet, esposo de Odalmira, que tenía negocios en Yucatán; así que, a través de Nuri – como cariñosamente le decían a Odalmira –, me contactó D. Felipe.
Un día se presentó en México, en la casa de huéspedes en la que yo vivía. No me encontró, pero dejó un recado en el que pedía que lo buscara con urgencia en el aeropuerto a una hora determinada. Acudí a la cita…
Pero dejemos a don Eduardo R. Huchim May, periodista yucateco, hacer la reseña que transcribo del folleto “Historia de una Escuela” que se publicó en Mérida en 1970, con el patrocinio del “Patronato de la Escuela Yucatán para Niños y Adolescentes con Discapacidad Intelectual.
Cuando el avión estaba a punto de partir
“Profesor César González Rosado. Se le solicita en el Departamento de Tráfico de Mexicana, Prof. César González Rosado…”
Son los altavoces del Aeropuerto Internacional de la ciudad de México.
González Rosado es un joven profesor, especializado en la educación de “Anormales Mentales, Inadaptados y Menores Infractores”, egresado de la Escuela Normal de Especialización de la metrópoli. Ha acudido a la terminal aérea para entrevistarse con el Sr. Felipe Díaz Massa, conocido industrial yucateco dado a la tarea de fundar en Mérida una escuela especializada para niños con deficiencia mental.
Ya en el Departamento de Tráfico, y después de la mutua presentación, el Sr. Díaz Massa le explica sus planes al profesor.
“Ha habido proyectos semejantes para Yucatán” –dice el Profr. González Rosado– “pero ninguno ha podido realizarse.”
“Pues yo estoy decidido a hacerlo, y lo haré” –responde el Sr. Díaz Massa. Le dice luego que la Profra. Odalmira Mayagoitia de Toulet, coordinadora de Educación Especial de la Secretaría de Educación Pública en el Distrito Federal, lo ha recomendado en términos elogiosos para la creación de la escuela en Mérida y le ha hecho ver que el Prof. González Rosado, para orgullo de los yucatecos, es algo de lo mejor de la especialidad en la ciudad de México.
La plática es breve. El Sr. Díaz Massa debe salir hacia Mérida en un avión que está a punto de partir. Ha viajado a la metrópoli con el exclusivo propósito de gestionar el establecimiento del plantel y, después de tratar de localizar infructuosamente al Prof. González Rosado en su domicilio, optó por dejarle un recado urgente. De ahí la entrevista en el aeropuerto, en una tarde de abril de 1965.
Poco después, un avión de la CMA vuela hacia Mérida. Lleva en él, envuelta de decisión, a la esperanza, esa gran promotora de las realizaciones ingentes del hombre.
Así, con una entrevista en el aeropuerto, cuando el avión estaba a punto de partir, comenzó a cristalizar un proyecto cuyos loables trasuntos actuales son las escuelas de educación especial “Yucatán” y “Dr. Roberto Solís Quiroga”.
Las puertas que se cierran
¿De dónde provenía la firme determinación del Sr. Díaz Massa?
Del amor, poderoso factor que siempre ha permitido la realización de las pequeñas y grandes empresas. En este caso, del amor hacia un niño al que la Naturaleza privó de sus facultades.
El Sr. Díaz Massa tiene un sobrino, Felipe, hijo de su hermana D. Jesusa Díaz Massa de González, que padece el Síndrome de Down. Felipín es como un hijo para el industrial. De suerte que, cuando el niño tuvo edad suficiente, pensara inscribirlo en una escuela especializada. Pero en Yucatán no la había, por lo que se pensó en enviarlo a la capital de la República.
Mas la abuela materna se opuso. “Si el niño se aleja de nosotros, me muero”, decía.
“¡Qué lástima que en Mérida no hubiera una escuela especializada!”, pensaba el Sr. Díaz Massa. No la había ciertamente. Pero podría haberla.
¿Por qué no intentarlo? La posibilidad de nuevos horizontes para Felipín y para muchos más niños con deficiencias similares bien valdría la pena el esfuerzo.
De ese modo se originó el viaje a México, las gestiones, la entrevista con el Prof. González Rosado.
De regreso a Mérida, el Sr. Díaz Massa inició la difícil tarea de interesar en sus planes a otros padres en cuyas familias hubiera niños con deficiencias mentales. Contó para ello con la invaluable ayuda de su hermana doña Jesusa.
La señora comenzó su peregrinar. Hubo de soportar penosas experiencias. Más de una puerta se le cerró. Varias familias se sintieron ofendidas por la proposición, y le reprocharon a doña Jesusa lo que ellas calificaron “como una intromisión en su vida privada.” Su dolor les compelía a avergonzarse de tener en su familia a un niño con problemas de la mente y trataban de guardar esa situación en secreto, como si se tratara de algo delictuoso y no de una realidad compartida por millares de gentes en México y en el mundo.
Empero, no todo fue negativo. Contra las puertas que se cerraron, hubo otras que se abrieron.
Padres de familia, conscientes y preocupados por sus hijos deficientes, acogieron con regocijo el proyecto y prestaron su generoso concurso para realizar los planes.
La oficina de la escuela quedó instalada provisionalmente en el domicilio del Sr. Díaz Massa, No. 526 de la calle 67.
A raíz de la formación del patronato, el Sr. Díaz Massa, nervio motor de la benéfica obra, se ausentó a Miami. Ahí estaba cuando el Profr. González Rosado pidió a Mérida la confirmación de su plática con el promotor de la escuela. ¿Se establecería ésta o no? Necesitaba saberlo porque, en caso negativo, otros planes reclamaban su trabajo.
La señorita Díaz Massa se comunicó con su hermano, quien le pidió que hiciera los trámites necesarios para el traslado del profesor especializado a la capital yucateca.
En julio de 1965 el Prof. González Rosado ya estaba en Mérida.
Planteamiento de un problema
Se trabajó activamente. Los integrantes del patronato se echaron a cuestas la pesada carga económica y poco después, el propio julio de 1965, se comenzó a trabajar en el predio No. 495 de la calle 35, previamente acondicionado y amueblado.
Unos 20 niños comenzaron a recibir los beneficios de la educación especial, impartida por un reducido grupo de profesores. Había muchas limitaciones, pero los primeros pasos estaban dados.
“Más que crear una escuela, nosotros planteamos un problema” –recuerda el Profr. González Rosado- “Le mostramos a la sociedad que no podía permanecer ajena al problema de los deficientes mentales.”
Acaso el impacto mayor fue un hecho que ocurrió el 16 de septiembre de 1965. Como parte de su programa de trabajo, los maestros del pequeño colegio decidieron llevar a sus alumnos a presenciar el desfile de las fiestas patrias. Y, claro, el singular grupo hubo de llamar la atención de cuantos lo vieron, altos funcionarios inclusive.
Fue un llamamiento: la deficiencia mental necesitaba educación especializada y la sociedad, con las autoridades a la cabeza, tenía el deber de dársela.
Por invitación del director de la escuela, las Profras. Teresa Solís Ontiveros de Torres Mesías y Magda Bauzá Romero, presidenta y directora del Instituto de Protección a la Infancia de Yucatán, respectivamente, visitaron la escuela. Una y otra se mostraron grandemente interesadas y, como resultado de su interés, comenzó a fluir la ayuda oficial.
El gobierno del Estado fijó un subsidio mensual. El IPIY donó todo lo necesario para la cocina y sus accesorios: estufa, platos, cubiertos, refrigerador, etc.
Un memorable 11 de octubre de 1965, la Sra. Solís de Torres Mesías inauguró la escuela, que entonces constaba de Dirección, dos aulas, una sala de recepción, departamento de material didáctico, baños para niños y niñas, cocina, comedor, una tienda pedagógica, y patios con juegos especiales.
Acompañaron a la presidenta del IPIY, su esposo Sr. Luis Torres Mesías, gobernador del estado; Dr. Fernando Salmerón, director de Enseñanza Superior e Investigación Científica de la S.E.P. y Sras. Mayagoitia de Toulet y Elia Rivero de Peón, directora ésta de una escuela de educación especial en la metrópoli, entre otras personas.
Al observar directamente el día de la inauguración la importancia de la escuela y el esfuerzo del patronato, el titular del Ejecutivo del Estado duplicó el subsidio mensual para el colegio, al que se llamó “Yucatán” y cuyos primeros alumnos fueron: Aurorita del Socorro Corona Cruz, Gabriel Medina Mézquita, Julio Roberto Zambrano Salomón, Gonzalo Fuente López, Augusto Reyes Bolio, Margarita Gamboa Gamboa, Felipe Gurrutia Canales y Felipe Antonio González Díaz.
Cristalizaba así el esfuerzo del tío de Felipín, esfuerzo que fue reconocido por la propia Profra. Mayagoitia de Toulet, quien declaró públicamente:
“El proyecto para fundar esta escuela fue propuesto a la Dirección Federal de Educación, aquí, hace varios años, pero por diferentes causas se había venido posponiendo, hasta que la inquietud del Sr. Felipe A. Díaz Massa, y es justo decirlo así, con todo entusiasmo y necesidad activó los trámites, logrando la integración del patronato y, hoy, la inauguración de la escuela”. Se trataba de la primera de su tipo en el Sureste de la República…
La obra, obviamente, no había sido de un solo hombre. Era… es el fruto del trabajo continuo y esforzado de un grupo de padres con plena conciencia de su responsabilidad: “Ing. Armando Corona Guerrero que fungió como primer presidente del patronato y esposa D. Aurora Cruz de Corona. Sr José Luis Zambrano, Sr. Héctor Medina, Sr. Gonzalo Fuente Torres, y otros que iniciaron este importante proyecto.”
Nuevas inquietudes, nuevas realizaciones
La escuela continuó funcionando. Y con los primeros progresos llegaron nuevas inquietudes.
El problema de la deficiencia mental no se limitaba a los niños que recibían atención especializada y que constituían casos de deficiencias profundas. Había, además, un elevado porcentaje de casos medios y superficiales en las escuelas primarias y jardines de niños.
Así lo expresó el Prof. González Rosado ante la presidenta y la directora del IPIY. Les hizo notar que los niños deficientes crean problemas en las escuelas por su falta de aprendizaje, agresividad e inadaptación, y que la carencia de ayuda especializada propicia la delincuencia y el parasitismo social, con todas sus consecuencias.
El Profr. González Rosado se entrevistó con el gobernador y su esposa y, tras de obtener su apoyo para construir una nueva escuela, viajó a la metrópoli, donde el Dr. Fernando. Salmerón y la Profra. Mayagoitia lo enteraron de que estaban en estudio cinco escuelas especiales, de las que tres se destinarían a la ciudad de México, y las dos restantes a sendos Estados que reunieran determinadas características. Poco después, los proyectos y sus respectivos presupuestos fueron aprobados.
“En septiembre tiene usted ese edificio”
Continuaron las gestiones. En mayo de 1966, el director de la escuela “Yucatán” y la Profra. Bauzá Romero viajaron a la capital para entrevistarse con el oficial mayor de la Secretaría de Educación Pública, Profr. Mario Aguilera Dorantes, a quien le plantearon la necesidad de un nuevo colegio para el Estado.
Después de escucharlos, el Profr. Aguilera les dijo:
“La Secretaría proporcionará el personal y se encargará de la escuela, si el Gobierno del Estado construye el edificio con las especificaciones que señale la SEP y lo dota de muebles y equipo.”
“En septiembre tiene Ud. ese edificio” – respondió entusiasmada la directora del IPIY, ante el asombro del Profr. González Rosado, pues aún faltaba la aprobación del Ejecutivo de Yucatán.
Ya en Mérida, el director de la escuela y la Profra. Bauzá Romero informaron del compromiso al gobernador y su esposa, quienes acogieron favorablemente el proyecto y lo aprobaron.
El nuevo edificio comenzó a construirse en junio de 1966.
En agosto, con la construcción casi lista, hubo una nueva entrevista con el Profr. Aguilera. Se le informó de los avances del edificio y se le mostraron fotografías comprobatorias.
“Una de las escuelas de educación especial aprobadas será para Yucatán” – dijo entonces el funcionario.
El Profr. González Rosado se dio a la tarea de buscar el personal especializado en la ciudad de México. Una de las primeras en aceptar fue su esposa, Profra. Carolina de la Torre de González.
Los Profres. Juan Antonio Espejo Peniche, María Antonieta Bravo Marín y Silvia Cortés Pérez también accedieron a dejar el Distrito Federal para ir a trabajar a Yucatán.
También aceptaron continuar colaborando las Profras. Genny Carrillo Gahona, Imelda Novelo Erosa, Irma Rivero Rosado y Elsy Carrillo Gahona, quienes ya trabajaban en la pequeña escuela de la calle 35.
El colegio se organizó técnicamente con servicios médicos, psicológico, social y de ortolalia, y se le dotó de material didáctico. Se hicieron promociones mediante entrevistas, conferencias para maestros, padres de familia y educadoras… y los alumnos comenzaron a llegar.
En septiembre de 1966 comenzó a funcionar la escuela en un bien acondicionado edificio de la calle 21 No. 82, Av. Alemán. Ochenta alumnos se inscribieron, y el mismo número se ha mantenido hasta ahora.
La Escuela “Dr. Roberto Solís Quiroga”
Veinte de esos alumnos, los fundadores, eran casos de deficiencia mental profunda. Aunque se establecía una división educativa entre los casos superficiales, medios y profundos, técnicamente no era correcto que éstos recibieran educación especial en la misma escuela que los demás, pues esa situación resultaba perjudicial para unos y otros.
Era necesario, pues, establecer otra escuela. Se le planteó el problema a la directora del IPIY y, con fondos del Instituto, se construyó un edificio anexo a la escuela “Yucatán”, para que le proporcionara asesoramiento técnico y servicios psicológico y médico.
El colegio, que comenzó a funcionar en septiembre de 1968, era conocido al principio con el nombre de “Anexo de la Escuela de Educación Especial Yucatán”. Actualmente se llama “Dr. Roberto Solís Quiroga”, en memoria del iniciador de las escuelas de ese tipo en México.”
Así fue, como lo ha narrado el periodista: Una historia de amor y de esperanza que, para los padres de familia involucrados en esta hermosa aventura educativa, significó una luz al final del túnel con sus hijos en desventaja. En una u otra forma, según la severidad del problema, los niños recibieron el beneficio de la Educación Especial que se manifestó en ellos con mejores posibilidades de convivencia y participación familiar y social a través del trabajo productivo.
Es con la fundación de la Escuela “Yucatán (1965-1966) de Niños de Lento Aprendizaje” que se inicia el desarrollo y la institucionalidad del Sistema de Educación Especial del Estado, al fundarse poco tiempo después nuevos centros para la atención de otros tipos de discapacidades: problemas de audición y lenguaje, de discapacitados motores, parálisis cerebral, de ciegos y débiles visuales – escuela que existía desde 1930 fundada por el Profr. Santiago Navarro Silva y que se incorporó al sistema institucional hasta 1980 –, problemas mixtos, de aprendizaje, con las intervenciones de la Secretaría de Educación Pública, Secretaría de Salubridad del gobierno federal y del Gobierno de Yucatán 1964-1969.
Los conceptos teóricos de la Educación Especial han cambiado en la actualidad y por eso quizá parezcan algo extraños los planteamientos y terminología que se manejaron en ese tiempo. Entendemos hoy en día que los niños y adolescentes con alguna discapacidad deben ser integrados en las escuelas regulares, para situarlos en la realidad social, y creo que son caminos mejores, aunque para ello es necesario, además de un gran profesionalismo de los docentes, una buena dosis de humanismo. Sin ello no será posible integrar a las personas con necesidades educativas especiales.
Corresponda a los nuevos profesionales de la Educación Especial del siglo XXl enriquecerla y encauzarla por mejores caminos. A nosotros, los protagonistas de la “Historia de una Escuela”, nos correspondió el alto honor de haberla iniciado en Yucatán.
César Ramón González Rosado
Estoy buscando la entrevista que le hicieron al profesor invidente Santiago Navarro Silva en 1976