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Cierto desierto

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Letras

Jorge Pacheco Zavala

Metió la hoja en la máquina de escribir, convencido de que la historia que estaba a punto de contar era en verdad extraordinaria.

Sus dedos temblorosos anhelaban otro cigarrillo, pero se sobrepusieron a la urgencia un instante más, y luego volvieron al arduo trabajo de golpear las teclas una y otra vez, como si cada embestida fuese un impacto brutal al destino.

La anécdota se dejaba abrazar y aparecía dúctil en cada vuelta de tuerca. Sus ojos vacilantes buscaban en la inmensidad del techo -de aquel techo convertido ahora en su propio cielo- la siguiente escena dramática. Y la encontraba, sin la frustrante dificultad de otras ocasiones en que debía detenerse para dar un paseo, sentarse en el parque y fumar un cigarrillo.

Mientras la historia se desarrollaba vertiginosamente, su instinto creativo formaba nuevas imágenes, cada vez más perturbadoras y más profundas; urdía nuevos vericuetos que reinventaban el conflicto ya existente.

Las palabras venían a su mente como caídas de un cielo creado a fuerza de no dormir y de no comer. Era, a fin de cuentas, el otro cielo: uno representado por la negación de todo aquello que no entendemos y que llamamos infierno.

Sin embargo, llegó por último el silencio…

Fue como entrar a una habitación llena de ausencias, comenzando con la suya. Comprendió por fin que, a medida que las ideas, las imágenes y las líneas narrativas salían de su mente, la nada aparecía y el sinsentido existencial se instalaba en su alma.

Supo demasiado tarde que, mientras la historia tomaba forma, cierto desierto también le infligía de manera inevitable una agonía que hasta el día de hoy no ha podido explicar de manera convincente.

2 COMENTARIOS

  1. Excelente proyección del haber y ser de quienes son creadores de historias plagadas de hermosas atmósferas.
    Que esos vericuetos continúen llevando al autor a crear más
    narrativas que llenen de placer a quienes las leemos.
    ¡Enhorabuena!

  2. Como siempre, las letras parecen fluir con facilidad de su pluma a sabiendas que se deja todo al acomodar con belleza las palabras para darles sentido.

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