Editorial
En unos días más, el día 25 de febrero de 2022, nuestra Alma Mater, la Universidad Autónoma de Yucatán, cumplirá sus primeros cien años de vida.
Institución que ha formado a miles de profesionales, impulsando con ello la salud, la economía, el desarrollo y la esperanza de vida en la sociedad para decenas de miles de yucatecos, merece un reconocimiento público que no debe escatimársele, así como una celebración adecuada al gran acontecimiento.
Por ello, es triste consignar que, hasta estos momentos, se desconoce si existe un programa concreto para la celebración, con lo que es de suponerse que, con la justificación de una pandemia, dificultades económicas, carencia de presupuestos, etc., se intente sustentar o justificar la carencia de iniciativa y/o la abulia para enaltecer como es debido al Alma Mater.
Por una centuria, sorteando angustias financieras periódicas, la Universidad Autónoma de Yucatán ha mantenido su presencia como foro educativo peninsular y forjador de especialistas.
En sus aulas se ha forjado una juventud visionaria que mueve la economía del Estado, diversificando la producción industrial y agrícola, dotando a la entidad de mejor comunicación nacional e internacional, favoreciendo el comercio externo e interno, capacitando a la mano de obra de hombres y mujeres de Yucatán, e insertando a nuestra entidad en el contexto económico mundial.
Un gobernante de raíz universitaria, Víctor Cervera Pacheco, rompió a finales del siglo anterior la abulia heredada, e inyectó nueva fe a las nuevas generaciones. Fue él quien dio Autonomía a nuestra Universidad.
No nos es grato observar que ahora nuestra Alma Mater mantenga un statu quo contrastante con sus principios de origen. Estos tiempos reclaman decisiones y acción.
Debemos reflexionar en este Centenario…
Los universitarios de hoy debemos sacudir conciencias, reunir fuerzas, reencauzar los esfuerzos comunes, y entregarnos, como lo hicieron los liderazgos anteriores, a construir el Yucatán que nuestros familiares, sociedad, y universitarios de ahora y de siempre, se merecen. Simplemente porque es nuestro compromiso moral ante la Historia.