Artes Plásticas – Desde Nicaragua
Cecilia Rojas es una artista que ha desarrollado un lenguaje propio por más de cuatro décadas. Con su obra vernácula de la máscara atiende esa obsesión en el ser humano por descifrar cada matiz, con color, forma e interrogante.
“Si tienes una pasión y una inquietud, tienes que investigar. Yo he sido instintiva: como era maestra, siempre he sido inquieta y muy trabajadora desde pequeña. Investigué sobre lo ancestral, arte prehispánico, todas las máscaras, porque tenían algo abstracto; también lo primigenio. Tuve la oportunidad de ir a Costa Rica y conocí el Museo del Oro; observé las máscaras que elaboraban los indígenas en oro, las que había conocido en los libros. Bellísimas, las figurinas de oro, todo lo que se ponían las sacerdotisas, los chamanes.”
Cecilia Rojas Martínez, nacida en Managua en 1949, fue la primera mujer egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Nicaragua en 1984, donde también fue maestra de pintura.
Desarrolló su vocación de manera instintiva, algo que siempre la ha acompañado. En sus primeros estudios de pintura de manera decidida investigó y profundizó en preceptos y técnicas de arte con el uso del pincel hasta desarrollar un estilo personal en el que sobresalen rostros yuxtapuestos, rígidos, ojos con detalles que se conectan con algún enigma, elementos que hacen de la obra artística de Cecilia Rojas Martínez el mejor conjunto de objetos, de rostros y máscaras exteriorizadas.
Cecilia Rojas, artista de gran reconocimiento y admiración en el mundo de las Artes, ha legado a Nicaragua una referencia del pasado prehispánico a través de las máscaras-rostros en sus obras.
Nos compartió para el Diario del Sureste sus conceptos.
¿Cómo nace su inspiración artística?
El arte ha sido mi gran pasión durante cuarenta años que he trabajado. Las máscaras no las pensé hacer como máscaras, yo pensé pintar rostros, porque me encantaba el retrato y podía captar imágenes a través de la fotografía o de los modelos en vivo. En los rostros veía algunas características: una mirada, el grosor del labio, la forma de una nariz. Unas salían mejor que otras, pero por mi mente nunca pasó en un principio que yo iba a pintar máscaras, jamás.
Tenía una idea, ya cuando estaba en quinto año en la Escuela de Bellas Artes, había libertad de escoger un tema que nos gustara mucho; dije: «Voy a escoger los rostros. Pero ¿cómo los combino?, ¿cómo voy a hacer que no sean realistas?, ¿cómo voy a hacer para reflejar en mis trabajos un rostro que no sea hiperrealismo, fotográfico, sino que sea distinto, creativo, imprimirle algo de mi personalidad?»
Ya yo era colorista desde que comencé a trabajar el color y la luz, y mi maestro nos infundía eso, a través de los modelos que nos ponía, que estudiáramos los matices de los colores, a mí me gustaba el color, pero decía, ¿cómo hago para pintar un rostro que sea muy mío?, como decía Picasso: “Yo hago un círculo, vos haces el tuyo, pero el mío, no es igual al tuyo”. Tenía ese concepto en la mente de ese gran pintor español.
¿El mensaje de su obra?
En mí había inquietud, quería que el espectador descubriera lo que quería expresar, el arte se trata del dialogo entre el espectador y el autor. Quiero que haya un intercambio, porque había leído a Picasso y cómo el arte ha venido evolucionando, también sobre el romanticismo y todas las diferentes escuelas del arte.
Me encantaba hacer que las personas se preguntaran ¿por qué este rostro tiene solo un ojo? Mis primeros rostros son muy rígidos, por eso los llamaron abstractos; pero al mismo tiempo quería en el fondo algo que sostenga este mensaje, atrás poner algo que sostenga este rostro. Ahí viene el uso de las formas, me ha gustado mucho el movimiento en las obras de arte; había rigidez, pero al mismo tiempo había ritmo. Está conectado, hay una línea. Me gustaba el ritmo arabesco, que es el más dinámico, semi ovalados, cuadrados, como pétalos que cuelgan. Tenía que combinarlo para que no resultara aburrido o monótono, que tengan armonía de forma y color.
¿Qué pintores admira de México?
Tamayo, el muralismo; Diego Rivera me gusta porque levantó esa figura del indígena que estaba como soterrada y el indio era menospreciado. Eso perseguí en mi pintura, enaltecer la fisionomía indígena, la figura humana, como expresión y como plásticas, porque hay que diferenciar. La plasticidad la puedes manejar, qué formar, moldear, el ritmo, la recta, pero también está la otra parte: el color, lo atmosférico, lo cromático, por ejemplo, esa luz.
¿Qué opina del arte en Nicaragua?
Hay una gama de grises, bueno y malo, pero hay una línea que los une. Se da la excelencia en las obras de arte, se da la mediocridad como ya lo último. Nada es bueno, ni es malo, pero estamos en una etapa en la que la enseñanza ha decaído mucho. Muchos maestros han fallecido y algunos no enseñamos. Lo veo en una etapa como de acumulación de fuerzas. Hay buenas técnicas, pero con las formas no van más allá.
¿Cuál es su mensaje para los amantes del arte?
Mientras el hombre exista en la Tierra, el arte nunca va a morir, porque tenemos mucha necesidad de expresarnos. Lo tenemos inherente. No solamente es el idioma, no solamente el sexo, no solamente la escritura, no solamente la Naturaleza habla, no solamente el mundo animal. También nos toca el Arte, porque somos bien sensibles y el Arte es libertad.
RAFAEL QUINTANA