Visitas: 0
Cazadores de Rubios
“Los matamos y nadie se va a enterar. Estoy seguro de que pasarán varios días para que sus padres se enteren de su desaparición. Créeme. Mis padres son iguales.”
Escucho a Mario con atención, y me cuesta creer lo que propone. ¿Cómo no se van a enterar sus padres?
“En serio, pasan días en que no los veo, ni ellos a mí, y vivimos en la misma casa.”
“¿Y la servidumbre, los choferes, los jardineros?”
“Ellos te ven más seguido pero no tienen autorizado hablar con sus patrones. Solo dirán algo cuando ellos pregunten. En serio: mi madre ha corrido muchachas porque de pronto se les ocurre decir buenos días al verla pasar por la sala.”
Y así fue que nos decidimos.
Las primeras fueron dos mujercitas rubias de preparatoria. Las levantamos una noche cuando salían del cine. Nos divertimos mucho rapándolas. Las desnudamos y les tomamos miles de fotos que hicimos circular por la Internet. Eran todas unas putitas skin heads que se lamían la una a la otra. Tomamos las cosas con cautela y nos deshicimos de los cadáveres, hundiéndolos en el drenaje.
El siguiente golpe fue a un grupo de bañistas: siete niños ricos, todos rubios, que vimos en Playa Norte, tres mujeres y cuatro hombres, así que fuimos muy violentos de inicio. Mario había tomado prestada de la constructora de su padre una camioneta. Al caer la noche, estando en una fogata, caminamos por la playa hacia ellos, agitando los bates como jugando béisbol con algunas conchas; cuando estábamos cerca, y las chicas nos coqueteaban, corrimos y golpeamos a los hombres con muchísima rudeza, a ellas las cogimos de los cabellos, y las tiramos sobre las llamas de la fogata. Era delicioso el olor a carne quemada, a vellos púbicos rostizados. Uno a uno fuimos deshaciéndonos de los cadáveres.
Hasta que Mario llegó con una picadora y todo fue más fácil.
En total, habremos matado juntos a unos ciento cincuenta chicos y chicas rubios. En varias ciudades de la península. Muchos eran conocidos, pero luego utilizamos turistas que sacábamos de los hoteles.
La policía está tras nosotros. Mario fue un imbécil al usar la misma camioneta para más de un ataque. Por eso he tenido que deshacerme de él. Total, él también es un niño rubio.
Me he ganado poco a poco la confianza de sus padres, y hasta me han ofrecido un trabajo en la compañía.
Para qué seguir jugando a esta estupidez.
La diversión tiene que parar alguna vez, y hacernos responsables.
Adán Echeverría