Editorial
No habíamos tenido oportunidad de apreciar los innumerables cambios que el IETRAM y el Va-y-Ven han introducido en nuestras vialidades.
Al llegar, saliendo del aeropuerto de Mérida e incorporarnos a la Avenida Itzáes en dirección sur-norte, de los tres carriles que existían en la calle primaria, ahora solo quedan dos para el tránsito vehicular, porque uno ha sido asignado exclusivamente para el IETRAM, el que va junto al camellón central.
El carril exclusivo también se asignó en el tramo norte-sur, causando afectaciones a aquellos que se trasladan a la Ciudad Industrial y aledañas zonas laborales por las mañanas, haciendo que muchos de ellos lleguen tarde a sus trabajos.
No se necesita ser un sesudo ingeniero vial para darse cuenta de que, al cancelar el carril justo a la salida de la Ciudad Industrial, el tráfico se estrangula efectiva y naturalmente al pasar de tres a dos, creando un inmediato cuello de botella que en horas pico hace que los ánimos se caldeen, enervando a los conductores de automotores que se disputan el derecho de vía.
Luego, al recorrer la intensa remodelación vial a espaldas de la Colonia Mulsay, el desencanto aumentó al pretender transitar las nuevas avenidas y sus carriles laterales – porque los centrales también pertenecen al IETRAM – e intentar entender los sentidos de las calles y, más importante aún, quién tiene la preferencia.
Similares “ajustes” viales se han hecho en toda la ciudad para acomodar la flotilla de transportes Va-y-Ven que sustituyeron a los antiguos camiones de transporte público en aras, según dijeron el gobernador y alcalde salientes, de la ecología.
Aquellos valientes que deseen recorrer, por ejemplo, la calle 90 desde la Canek hasta el entronque con la Itzáes, persígnense porque los cambios de carriles “autorizados” para vehículos particulares no solo no tienen sentido, sino que arriesgan la integridad tanto de transeúntes como de conductores, máxime cuando algunos de estos insisten en estacionarse en los muy angostos carriles.
La mejor opinión es la de ustedes. La nuestra es que esta es una nueva disparatada idea que fue impulsada para hacerse de recursos en el año de Hidalgo de ambas administraciones, estatal y municipal.
La cantidad de recursos invertida en unidades de transporte, en rediseño y pavimentación de calles, en señalización, separadores, pintura, más la mano de obra, si bien no llega a ser tan estratosférica como la del Tren Maya, tiene la misma maloliente característica de proyecto insulso que genera pérdidas e incomodidades antes que ganancias, y que solo sirve para revestir de dinero la cartera de sus impulsores, entre los cuales se menciona a ambos personajes. Imaginemos cuánto se pudo haber hecho por el estado y la ciudad si se hubiera invertido ese dinero en obras de real beneficio comunitario.
Ya habíamos visto que en nuestra ciudad el mismo alcalde que ahora abanicó estos cambios implementara elementos urbanos de grandes ciudades que simplemente no van con nuestra idiosincrasia y características de nuestra urbe: sin siquiera considerar los condominios en edificios, o los destrozos a la Plaza Grande y al «corredor gastronómico», los semáforos peatonales son un verdadero chiste que no vino a ayudar gran cosa y sí a robarnos espacio de banquetas; a ellos se unieron los llamados carriles ecológicos asignados a bicicletas, arrebatados a las vialidades primarias y secundarias, y también las bicicletas patrocinadas por el ayuntamiento.
Mérida va perdiendo su encantador sabor a ciudad pequeña, acogedora, ante estos ataques no solo a nuestras costumbres sino a sus ciudadanos y al medio ambiente pues, al tender esas planchas de asfalto, muchos árboles perdieron la vida y, con ella, nosotros la oportunidad de que las temperaturas disminuyan al amparo de su sombra.
No todo crecimiento o innovación urbana es deseable o aplicable en nuestra muy noble y muy leal ciudad, ni todo proyecto debe emprenderse en aras de la modernidad. Antes bien, proyectos como los mencionados deben ser pensados concienzudamente, dada su complejidad e impacto sobre la ciudadanía, y luego cabildeados. Solo cuando se ha hecho un adecuado análisis, se ha escuchado todas las opiniones, se han considerado las soluciones, debe un proyecto así iniciar.
Nuevas administraciones ahora nos gobiernan. Esperamos que, por nuestro bien, sean diferentes a aquellos que reemplazan y realmente nos tengan en consideración. Mérida, y todo el estado, se merece algo mejor.