Remembranza
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
En el capítulo anterior hablaba del poeta Carlos Duarte Moreno, de su estadía de algunos años en esta isla hermosa del ardiente sol, como dice la canción, donde entabló amplia amistad con el Poeta nacional de Cuba, Don Nicolás Guillén. Ignoraba que en el año 57 se encontrarían en Mérida, que en la puerta del café del teatro “José Peón Contreras” se dieran un abrazo y que nosotros, sus alumnos, seríamos testigos de este encuentro.
Así recibió el poeta yucateco al Nacional de Cuba: “Qué bien Nicolás Guillén / nos volvimos a encontrar / cañaveral y henequén / tu Cuba y mi Yucatán”, y se fundieron en un fuerte abrazo. Don Carlos nos presentó a Guillén, quien en sus dos visitas a Mérida nos tendió la mano y dejó parte de su sabiduría poética en algunos de nosotros que hemos hecho de la pluma una necesidad cultural: Adonay Cetina Sierra, Luis Felipe Ortiz Martínez, Luis Alvarado Alonzo y Alfonso Hiram García Acosta, que transcribo esos recuerdos en el Diario del Sureste, del cual Duarte Moreno fue su director, y para los fundadores de la APEY, Asociación Periodística Estudiantil Yucateca. Ambos personajes fueron faros de luz en nuestra vida literaria, Duarte Moreno y Guillén, maestros y compañeros de nuestra formación literaria. Gracias.
La Habana, capital de Cuba, es una ciudad hermosa, con encanto, llena de historia y con muchos lugares interesantes por visitar. La mezcla de lo antiguo con lo moderno la convierten en un lugar especial.
La Plaza de la Revolución es una parada obligada en La Habana, allí se encuentra el monumento al pueblo y las esculturas del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos.
Muy cercana a la iglesia catedral de La Habana se encuentra la “Bodeguita del Medio”, donde se come delicioso con la sazón cubana, y se toman varios mojitos, la bebida típica con yerbabuena, limón, azúcar, agua mineral y ron; o ir al “Floridita”, en la calle Obispo, donde Hemingway tomaba su “daiquirí”.
Caminar Obispo es rememorar el pasado histórico de La Habana. Caminando por Carlos Tercero, se llega al Barrio Chino de La Habana.
Aunque la vida en la capital suele ser convulsa, entrar al Barrio Chino provoca una metamorfosis en sus transeúntes: estos adoptan andares tranquilos de quien, a pesar de las prisas, puede detenerse a observar la belleza circundante,
Este barrio lo conocí por Abel Prieto, con quien asistí a cenar en varias ocasiones junto con Humberto Rodríguez Manso y José Loyola, después del trabajo de la UNEAC. Su comida es abundante y bien cocinada, un manjar de guisos en este rincón asiático de Cuba de acogedora tranquilidad.
Desde el pórtico se vislumbra la danza entre dos naciones, la primera en su papel de huésped todavía conserva rostros típicos de calles habaneras; sin embargo, la segunda recrea una cultura milenaria llena secretos y tradiciones. No obstante, esta visión ha sido empañada por el deterioro acelerado de su patrimonio urbano, la desarticulación de la tradicional red comercial y de servicio, una profunda pérdida de sentido de pertenencia, y ciertas indisciplinas sociales que ponen en peligro la herencia oriental en La Habana. Desde hace un tiempo, los amaneceres del Cuchillo de Zanja, la Plaza San Fang Kong y otras zonas del barrio chino están cubiertos de polvo, pues han sido dispuestos en sus áreas brigadas de trabajadores que en tiempo récord redescubren una de las mayores atracciones de la ciudad.
Después de descasar bajo la sombra de los vigorosos árboles en la Plaza de Armas, tomando una rica agua de coco, podemos seguir por la Avenida del Puerto, caminando si lo prefiere hasta nuestro próximo punto de encuentro: el Malecón habanero.
Este comienza en el Paseo del Prado y termina en la desembocadura del río Almendares. Es una vía cómoda y rápida para el acceso a los municipios Habana del Este, Plaza y Playa.
A todo lo largo y ancho constituyen puntos de interés en el Malecón, el Castillo de La Punta, el Hotel Nacional de Cuba, los monumentos a los líderes independentistas Máximo Gómez y Antonio Maceo, el Monumento al Maine, entre otros.
El Malecón es uno de los paseos más importantes de La Habana. Allí se dan cita los habitantes de la ciudad que, en las tardes y noches de calor, siempre después de la puesta del sol, se reúnen en ocasiones acompañados de una guitarra para cantar, inspirados por el mar.
Al caminar del Malecón hasta llegar a la Av. Paseo, se encuentran dos hoteles de gran prestigio: el “Riviera” y el “Cohíba”. También se encuentra la “Casa del Jazz”, donde hay música por las noches. De ahí camino seis cuadras de subida, para llegar a casa, a mi escena familiar. Es un Paseo hermoso, con camellón central y bancas, arbolado, de ocho metros de ancho. La planta baja de Paseo y 15 es mi núcleo familiar de años. La familia ahora vive la casa del abuelo en Varadero, una linda zona residencial, anterior al municipio de Playa, de residencias más modernas.
Las casas más antiguas en El Vedado datan de finales del siglo XIX y principios del XX. Son fácilmente identificables porque generalmente tienen portales, son de una planta, con altos puntales y grandes columnas sobre las que descansan los entablamentos planos. Las que se preservan se localizan muy cerca de Avenida Paseo, en la Calle Línea, arteria por donde antes rodaban los carruajes y luego circulaba el tranvía, además de ser una zona que concentraba propuestas recreativas propias del momento
Aún hoy es así, pues he trabajado como conductor de eventos, haciendo poesía y conversatorios culturales sobre música en el Teatro del Sótano; el Carlos Marx, el más grande con 4,000 butacas; en La Sinagoga; en la Sala Vilena de la UNEAC, y otros menos grandes, tanto en Festivales o en trabajos culturales como invitado por funcionarios o artistas que me conocen y con quienes puedo trabajar mi poesía.
Paseo es para mí mucho más que una avenida, es mi lugar de habitación, como si viviera en Mérida en el Paseo de Montejo;
Se encariña uno con las calles, quizás por eso volvería a recorrerlo, probablemente en sentido inverso. Ciertamente será mayor el esfuerzo, pero valdría la pena descubrir entre los árboles que se agolpan por momentos, la silueta de un palacete, el tráfico a cada lado que sube y baja sus pendientes y el esbelto contorno de la torre en la Plaza de la Revolución.
Experiencias diversas se disfrutan en una excursión por El Vedado. En ese exclusivo lugar me alojé en mi primer viaje a Cuba en 1952, siendo estudiante de secundaria. Conocí el puerto de Regla, Guanabacoa y La Habana en un viaje por barco, el Isla de Tris, con el que llevamos triplay, puerta y madera a los puertos anteriores.
Al cabo de los años y viajes a Cuba, le pudimos dar un espacio al Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez en el Museo de Guanabacoa, su lugar de nacimiento. Fue nuestro rector universitario cuando estudiamos el Bachillerato en Ciencias en la Universidad Nacional del Sureste. C’est la vie.
Experiencias diversas para disfrutar en una excursión por El Vedado animan a decirle a Duarte Moreno: No solo tú te enamoraste de Cuba, nos trasmitiste tus inquietudes y nos abriste los ojos para cultivarnos en el arte de las letras. Gracias. Abur.
Fuentes
https://www.radiohc.cu/en/especiales/exclusivas/203623-una-ciudad-dentro-de-otra-fotos