Remembranza
Parte 1
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Hoy amanecí nostálgico debido al 10 de mayo, la celebración del Día de la Madre –que en Cuba se celebra el segundo domingo de mayo– para todas las mujeres por las atenciones hogareñas, trabajadoras del hogar que sin salario dan más de su vida, siendo timón diario de la cocina, los deberes y la educación de los hijos. Cuando saludé a Addy Victoria, el eje de nuestro hogar y madre de mis dos hijas (que también son madres) me dijo: “Ya llamé a Cuba para felicitar a esas mujeres que siguen en la brega de los apagones y pocas cosas en la bodega de la esquina.” Me dio gusto saber que le había telefoneado a quienes me recibieron en sus hogares en mis visitas al hermoso caribe cubano.
Recordé al poeta y maestro generacional Carlos Duarte Moreno, con quien platiqué muchas veces sobre sus estadías en Cuba y su matrimonio con una dama de apellido Montes de Oca –que nunca conocí. Carlitos, su hijo, fue mi compañero de estudios del Bachillerato en Ciencias. El título de la columna de periodista en el Diario del Sureste de don Carlos se titulaba “Caminando por las calles”; su limpia pluma nos narraba a diario su caminar por las calles de Mérida y de La Habana. Acumulábamos conocimientos literarios con su charla.
Cuba, es una mezcla de razas, tradiciones y costumbres provenientes de sus orígenes, España y África.
Actualmente la Isla Antillana Mayor, muestra un amplio y heterogéneo universo religioso, en el que sus moradores manifiestan disímiles creencias aún con su gobierno laico. No obstante, durante la formación de la nacionalidad cubana no puede minimizarse la influencia del país conquistador. Es así que su fe, la católica, marcó gran parte de su historia,
En el último viaje de mi madre a La Habana, con su hermana Rosa, fueron a una iglesia católica sobre la calle de Infanta. Recordaron cuando, previo a su viaje a Nueva York a la Universidad de Albany, pasaban tiempo en La Habana hasta que salía el barco que las llevaría a Estados Unidos.
Calle Cristo – Curiosamente, esta vía solo tiene una cuadra, que se extiende desde Teniente Rey hasta Muralla y conduce a la plaza e iglesia de las cuales se dice que tomó su nombre. Su mayor encanto es su cercanía a la Iglesia del Cristo del Buen Viaje y la Plaza del Cristo. Solo tiene que traspasarla, cruzar Teniente Rey y el propósito será cumplido.
La Plaza del Cristo incluye bancos, canteros, aceras, varias mesas de hormigón con tableros de ajedrez de cerámica, un busto en memoria al poeta cubano Gabriel de la Concepción Valdés, más conocido por Plácido, así como nuevos árboles que reverdecen el entorno. Desde allí, puedes contactar con la vida diaria del cubano y conocer de cerca sus peculiaridades.
Calle Jesús María – Se extiende desde Egido hasta la avenida del Puerto. Es atravesada por las arterias Curazao, Picota, Campos de la Habana, Damas, Cuba, y San Ignacio. Su nombre lo debe a Jesús, por Jesucristo, figura central del cristianismo, y a María, por su madre. Recorrer Jesús María te permitirá contactar con las construcciones propias de los barrios de La Habana Vieja y descubrir algunos de sus encantos. Si inicia la travesía desde Egido, verá que muy cerca se encuentra la Terminal Nacional de Ferrocarriles y fragmentos de la Muralla, que siglos atrás dividía La Habana intramuros de la extramuros. A lo largo de Jesús María, no faltan los carretoneros. Es decir, una especie de puestos expendedores de frutas, vegetales, viandas, legumbres, colocadas sobre carretones y dispuestos en las esquinas de la calle.
Al pasar la esquina de la calle San Ignacio, se encuentra el Restaurante Bar Jesús María que abre sus puertas al mediodía para cerrarlas a las 12:00 AM. La coctelería es inmejorable, matizada por el clásico Mojito, el Daiquirí, la Piña Colada, el Cuba Libre, la Michelada, entre otros.
También puede optar por un sabroso café en sus diversas variantes, las populares frituras de malanga, berenjenas fritas con salmorejo, pescado grillé con verduras a la plancha, ropa vieja de cordero con plátano frito y la hamburguesa “Jesús María”; todas ofertas deliciosas, con precios razonables.
Antes, o después de almorzar o cenar en este sitio, puede proseguir el recorrido en dirección a la Bahía de La Habana. Allí encontrará la emblemática Alameda de Paula, con sus bancos, farolas y la columna de mármol dedicada al que fuera Capitán General de Cuba, Leopoldo O’Donell. Desde allí la bahía habanera, con sus típicas embarcaciones, forma parte del entorno marítimo capitalino.
La Iglesia de Paula, declarada Monumento Nacional en 1944 y convertida, actualmente, en una excelente sala de concierto de música sacra, a través de una explanada, se une a la Alameda, de forma tal que invitan a descubrir los encantos de ambas. No lo dude, propóngase disfrutar del bello panorama colonial y portuario una vez concluido el paseo por Jesús María.
Calle Merced – Al igual que Jesús María, la calle Merced comienza en Egido y concluye en la Avenida del Puerto, a la vez que es atravesada por las mismas arterias. Recorrerla es una opción que bien vale la pena. Sin lugar a dudas, el atractivo más significativo de la calle Merced radica en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced o, simplemente, Iglesia de las Mercedes.
A ella llegará fácilmente, pues se ubica en la esquina de las calles Merced y Cuba. Al templo, que goza de gran popularidad, acuden tanto católicos como practicantes de la santería, quienes ven en su santa patrona, a Obatalá, el más poderoso de los Orishas de la religión yoruba.
La iglesia carece de campanario y de torre; sin embargo, su interior es suntuoso. Según se dice, la Iglesia de las Mercedes llegó a convertirse, en la etapa republicana en el escenario de las bodas más importantes de la capital cubana.
Pero si está interesado en el mundo religioso, muy cerca de la Iglesia de las Mercedes encontrará otros inmuebles relacionados con ese universo. Por ejemplo, la Iglesia de San Francisco de Paula (Iglesia de Paula), la del Espíritu Santo, la de Belén y el Convento de Santa Clara.
En la Iglesia de Paula se me invitó a asistir a los cincuenta años del grupo rumbero “Los Muñequitos de Matanzas”. La invitación me la hizo el Dr. en Música José Loyola Fernández. Pasaron a mi casa de Paseo y 15 en el Vedado para asistir al evento y sucedieron dos cosas. La primera fue que llegó Pablito Milanés al evento, me lo presentó Loyola, nos saludamos y se sentó a mi lado con su hija, en ese entonces de unos ocho años. Ahí nació nuestra amistad, hasta su fallecimiento, conocí a su familia, y cenamos juntos en tres ocasiones; la segunda es que llegó un anciano, soportado por dos personas que lo sentaron en primera fila, cercano a nosotros. Al iniciar el fragor musical rumbero de “Los Muñequitos”, después de cuatro rumbas el señor se enderezó en su banca, aplaudiendo con buen ritmo la música tocada. El concierto duró casi tres horas y la última mitad de la actuación bailaron con ritmo pagano esa música rumbera. El hombre, que llegó casi cargado, se enderezó, dio unos pasos, y de pie terminó la pieza rumbera. A la siguiente, ya había unas diez personas bailando en la Iglesia de Paula; el anciano dio unos pasos y se unió a los bailadores. Entró en un frenesí extremo, bien acompasado musicalmente, bailando hasta el final de esa jornada. Uno de sus asistentes nos dijo: “Donde hay Rumba, sana y durante unos cinco días se puede mover solo.” Fue una experiencia ver como Oyá ayudó a una persona inválida con un despertar maravilloso, pues tenía la cadencia musical y la santería le corría por las venas. Fue una experiencia que nunca volví a ver y experimentar.
Si continúa el tránsito por la calle Merced, entre Cuba y San Ignacio le espera un estupendo restaurante con una decoración y ofertas culinarias exquisitas. Se llama El Jíbaro, y ofrece sus servicios desde las 10:00 AM hasta las 11:00 PM. Además de su sabrosa comida cubana e internacional, se distingue por una refrescante coctelería sin alcohol, a tono con el clima de la Mayor de las Antillas.
Si opta por descubrir otros sitios interesantes, le dejo como recomendación que, una vez que visite la Iglesia de las Mercedes, siga el trayecto por la calle Cuba.
La calle Obispo, su origen data de varios siglos atrás, específicamente del XVI. Es por ello que muchos la consideran “tan vieja como La Habana”. Aunque se le ha llamado Consulado, calle de su Señoría Ilustrísima, San Juan, Weyler y Pi Margall, el nombre que ha perdurado hasta nuestros días es Obispo.
Se inicia en la calle Monserrate, donde antiguamente existió una puerta de entrada a la ciudad desde los barrios de extramuros, y culmina en la Avenida del Puerto. La atraviesan las calles Bernaza, Villegas, Aguacate, Compostela, Habana, Aguiar, Cuba, San Ignacio, Mercaderes, Oficios y Baratillo.
Actualmente Obispo es una calle peatonal, probablemente la más transitada de La Habana, que mantiene su sentido comercial. En ella encontrará de todo: comercios, librerías, parques, plazas, hoteles, bares, restaurantes y disímiles museos
En Obispo, compramos Alina, Ernestico y yo nuestro material de dibujo, pinturas acuarelas, y óleos, así como lienzos para las artes plásticas. Comíamos por 10 dólares una cuadra adelante, con música y buen ambiente cubano, el menú que hasta la fecha extraño: Un Mojito o cerveza, arroz congrí, plato fuerte: ensalada, camarones, una cola de langosta mediana, un filete de pescado a la plancha, y de postre pasta de guayaba con queso y café. Casi en todos mis viajes a la Habana fue mi rincón favorito, además de ofrecer buena música en vivo y atención profesional.
Si decide comenzar desde Monserrate, encontrará dos sitios maravillosos. A la izquierda, la plazuela dedicada al ingeniero Francisco de Albear y Fernández; a la derecha, el famoso Bar Restaurante El Floridita, conocido como “La Cuna del Daiquirí”, donde Ernest Hemingway pasaba gran parte de su tiempo.
Hasta aquí por hoy. He caminado mucho, pero mañana conoceremos otras calles importantes de La Habana. Abur.
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