Editorial
Inicia el caluroso mes de agosto y, como cada año, cientos de meridanos se trasladan a sus viviendas propias o rentadas en los puertos yucatecos, cuando no a otros igual de concurridos de nuestros vecinos Estados de Quintana Roo y Campeche.
Sol, brisa, descanso, integran la trilogía psíquica que ocupa la mente y descarga los bolsillos de muchos centenares de familias de Yucatán.
Este exilio voluntario del mes de agosto, en plena canícula, ha sido una costumbre arraigada desde hace decenas de años. Alrededor de ellos es que los jóvenes formulan sus planes de retozo, descanso y esparcimiento.
Desde hace semanas se ha ido creando un ambiente favorable en la costa de Yucatán para que los viajeros, consumidores compulsivos de artículos propios para la playa, se provean de los trajes adecuados, sombrillas, toallas, equipos de natación, y también un puerto ad-hoc que reúne todos los requerimientos que la demanda de los playeros exige.
Los poseedores de residencias las proveen de artículos indispensables: mosquiteros, toallas, antimoscos, etc. y, desde luego, alimentos.
Para proveerlos, los comerciantes porteños ya han surtido sus almacenes y tiendas para capitalizar este volumen de compras en su favor.
Romper la rutina, aprovechar el tiempo vacacional escolar para renovar fuerzas y ánimo es el motivo central, así como respirar otros aires y fortalecer los pulmones con la brisa marina porteña.
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¡Felices Vacaciones!
¡Las merecen!