Editorial
Apenas unas cuantas semanas de haber iniciado la temporada de huracanes en el Atlántico, Beryl amenaza la Península de Yucatán. Si los pronósticos son correctos, cuando nuestra edición salga a la luz estará iniciando su flagelo.
Hasta este momento, la intensidad con la que se espera arribe es de 1, mucho menor a la categoría 5 que llevaba hace apenas unos días y que auguraba desastre.
A pesar de lo anterior, por experiencia sabemos que la cantidad de agua que acarrea siempre ha afectado nuestra península; por otro lado, la sequía que nos agobió durante intensos meses de canícula que hemos vivido será aliviada con esta derrama pluvial.
Queda cuidarse de la intensidad de los vientos y, como consecuencia de ellos, de los objetos que pueden causar daños adicionales a inmuebles y, sobre todo, a las personas.
La trayectoria e intensidad del meteoro sorprendió a expertos por la rapidez con la que se convirtió de depresión tropical a huracán de gran intensidad: 42 horas. Los huracanes se alimentan de aire caliente y aire húmedo mientras se desplazan sobre el agua, por lo que el calentamiento global sin duda influyó en lo anterior.
Ante los embates ecológicos que nuestra península ha afrontado con el Tren Maya y la labor del Ayuntamiento y del Gobierno del Estado disfrazados de “mejoras” y “magnos proyectos”, la gran incógnita reside en la afectación que sufrirá Yucatán mientras Beryl se desplaza en su trayecto hacia el Golfo de México: esa ausencia de árboles definitivamente cambia el panorama, no para bien.
Por si fuera poco, con la desaparición del Fonden, debemos preocuparnos por si existirán los apoyos a aquellos que resulten afectados, como atestigua el puerto de Acapulco, que aún no logra restablecerse al 100% de los estragos de Otis, en octubre del año pasado.
Beryl es el segundo huracán de la temporada y será un buen sinodal de lo anterior.
A nuestros lectores, por favor protejan a los suyos y, en caso de necesidad, acudan a los albergues que las autoridades de Protección Civil han preparado. Siempre será más importante una vida humana que un bien inmueble.
Desde esta columna, enviamos a todos nuestros mejores deseos de que este evento traiga más beneficios que daños.