Editorial
De un valioso cuanto excelente libro de preceptiva literaria usado como texto en la Escuela Preparatoria de nuestra Universidad, escrito por el maestro Luis Alberto Sánchez, un texto educativo excelente, memorizamos una cuarteta que decía:
Se quema el tiempo sin cesar,
las horas caen hechas cenizas
y ruedan al abismo de la nada
las dichas y las penas confundidas…
Muchos de nuestros lectores coincidirán en que estas líneas poéticas invitan a la reflexión.
Y es que, al parecer, hacia un abismo de la nada se dirige el mundo nuestro.
Si la vida individual y colectiva continúan siendo amenazadas como hasta ahora, en lo que va a ser ya un año acumulado de temores y muerte, la estabilidad emocional actual de miles de personas en los cinco continentes debe ser estudiada, fortalecida, estimulada.
Lo que se pensó sería una pandemia pasajera se ha tornado en un continuo flagelo, cada vez más arraigado en la población mundial.
Hasta ahora no hay sitio seguro, ni medida gubernamental que funcione.
Los científicos, en su función de investigadores y actores principales en este drama mundial, continúan luchando desde sus laboratorios en busca de soluciones drásticas, prontas, eficaces para restaurar y/o proteger la salud de millones de personas.
Es una gran batalla en la que muchos de ellos han caído. Mas la voluntad de lucha continúa en estos admirables seres humanos, depositarios de la esperanza de vida y salud para los demás.
En solidaridad con ellos y con su dura labor, mantengamos los espíritus en alto.
Hemos vencido antes.
Lo haremos de nuevo.
