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Balam y otros relatos (V)

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Letras

CASA DE HUÉSPEDES

(Continúa)

 

II

 

A Susanita no le convenció el nuevo trabajo de su esposo. Imponiéndose a las prohibiciones de su marido decidió buscar huéspedes, para contar con dinero propio y ayudar a Andrés, para que encontrara otra ocupación que no fuese en las cantinas.

Primero llegó un hermano, Anastasio a quien llamaban Tachito, profesor de oficio ya entrado en años que también gustaba de las copas. Vivía solo, se había separado de su mujer.

En la escuela Tachito conocía a un joven maestro, Julián, que además de ejercer la docencia era estudiante de la carrera de Psicología en la Universidad. Andaba en busca de un lugar en dónde vivir, rentaba un cuarto incómodo en la azotea de un edificio. Por Tachito se enteró de la casa de huéspedes de Susanita.

Sin pensarlo más se fue a vivir con ellos pagando por los servicios una cómoda cantidad de dinero a la quincena. Compartiría una habitación con su compañero de trabajo, así, pensó, estaría más cómodo que en la azotea, en donde el baño se ubicaba fuera de su cuarto, además de ser de uso común con las personas del servicio doméstico, casi todas mujeres y madres solteras algunas.

Los habitantes de la azotea se referían al lugar como “Un rincón cerca del cielo”, como el nombre de una película de Pedro Infante. Una gran fotografía del actor difunto, en un altar con flores, recibía el homenaje de sus admiradoras. Los cuartos eran de madera y de tabiques sin pintura. Los tendederos de ropa en jaulas de alambrado, cuando soplaba el viento parecían barcos de vela en medio de una tormenta y los lavaderos, el centro de los chismes de las trabajadoras domésticas en donde el joven profesor era noticia frecuente: Que si estaba guapo, que a ver quién de ellas se acostaba primero con él, que si alguna ya lo había hecho….

Julián era muy apreciado por la comunidad de la azotea, había organizado una pequeña escuela en la que alfabetizaba a las muchachas que no sabían leer, además de apoyarlas para continuar sus estudios. Aunque le parecía simpático el ambiente aspiraba a algo mejor. Con cierta tristeza un día dejó esas alturas para mudarse a la casa de huéspedes de Susanita.

Tenía proyectos, como muchos jóvenes en la etapa formativa. Su propósito era recibirse de Psicólogo y ejercer la profesión en su estado natal. Se interesaba en la política. La huelga de los médicos y el “plantón” de protesta en el zócalo de la ciudad de México le había impresionado y era crítico del autoritarismo del Presidente de la República.

Tenía una novia, Georgina, más para compartir los tiempos libres que por estar verdaderamente enamorado. “Mi novia –pensaba– es un poco frívola y eso no me agrada, insiste en que la acompañe al Ángel en la Avenida Reforma, cuanta ocasión se presente para vitorear a la selección de fútbol por sus triunfos.”

En las manifestaciones la gente eufórica gritaba agitando los brazos: ¡Mé–xi–co, Mé–xi–co, Mé–xi–co! Él se sentía incómodo, fuera de lugar, pero a Georgina le gustaba. Nada más por complacerla solía acompañarla a tales festejos patrioteros. Ella se sentía realizada, plena de emoción, auténticamente mexicana después de participar en los tumultos. –¡Es que se siente, Julián, se siente en lo más hondo del pecho! –decía– y le reprochaba al novio su indiferencia ante esas muestras de júbilo desmedido.

En la nueva casa Julián conoció a los hijos de Andrés y de Susana, estudiantes de Preparatoria, que además de sus ocupaciones escolares tenían un conjunto de Rock con algunos compañeros de escuela. “Es la onda a-go-go”, decían los muchachos. Mauricio el mayor tocaba la batería y soñaba con llegar a ser con el tiempo un baterista de renombre. Rubén el menor, la guitarra eléctrica, aunque no demostraba tener los talentos de su hermano como para dedicarse a la música. Aspiraba a estudiar alguna carrera del área administrativa sin que aún se definiera su vocación.

Muy pronto Julián se sintió en confianza. Se le atendía bien en cuanto a las comidas y la ropa, aunque como compartía el cuarto con Tachito tuvo que soportar por un breve tiempo los ronquidos del compañero.

Para tratar de evitar esa molestia, se le ocurrió hacer una broma a su amigo cuando éste roncaba a pierna suelta después de una parranda: ¡Tachito, vengo por ti! gritaba Julián con voz cavernosa como si fuera la muerte que viniera a buscarle y de inmediato se hacía el dormido. Tachito despertaba sobresaltado. El corazón le latía de prisa. Miraba por todos lados con los ojos desorbitados por el susto, pero nada… Se volvía a dormir y otra vez escuchaba los diabólicos llamados.

Esta broma la repitió Julián durante algún tiempo, pero ni así logró aplacar los ronquidos de Tachito que tuvo que visitar al psiquiatra para consultar sobre las supuestas voces que escuchaba. El médico le dijo que podría ser principio de delirium tremens, enfermedad propia de los alcohólicos. Pero fue inútil y Julián, cansado de simular a la parca claudicó en sus intentos de corregir los ronquidos de su colega.

Cierta madrugada cuando el frío calaba los huesos y la llovizna caía como agujas que punzan los rostros, se escucharon golpes en la puerta de la casa y gemidos de alguien que pedía auxilio. Julián acudió a abrir y encontró a Tachito semidesnudo, descalzo, llorando desconsolado en completo estado de ebriedad.

Le habían despojado los ladrones de su ropa y de su cartera con algún dinero. Y es que el día anterior en la escuela cobraron sus aguinaldos él, y Julián que decidió comprarse un traje y zapatos nuevos en una tienda de nombre “Sastre de Reyes”, enfrente del Teatro Blanquita.

Tachito pensó que él no sería menos. También compró lo suyo, e imitando a su amigo adquirió un elegante flux azul pavo, camisa blanca, corbata de seda con lunares negros en fondo rojo y flamantes zapatos de charol. Al día siguiente los estrenaría para encontrarse con sus amigos de cantina en el festejo de fin de año.

¡Qué se iba a imaginar que los rateros lo despojarían de sus flamantes prendas cuando pasado de copas retornaba a la casa!… La escena era a la vez cómica y trágica.

Susanita entendió el problema y cambió a Tachito a un cuarto de azotea, si bien Julián hubo de pagar un poco más por disfrutar la habitación en privacía.

A muy temprana hora Susanita sirvió el desayuno. Todos los de la casa irían a sus ocupaciones. Los muchachos a la prepa, Tachito y Julián a sus trabajos, menos Andrés que tocaba por las noches en una orquesta de cabaretucho por el rumbo de El Toreo, desde la media noche hasta el amanecer. Uruchurtu, regente de la ciudad de México, había restringido severamente los horarios de los cabarets de la capital, situación que estimuló la proliferación de esos tugurios improvisados en la frontera con el vecino estado.

Pronto habría otros huéspedes. Ramón llegó de Mérida con el propósito de estudiar para ingeniero electricista en el Politécnico y regresar a su tierra para ejercer la profesión. Su mamá era muy amiga de Susanita, del mismo pueblo, de Hunucmá, en Yucatán, y le dejaba a su muchacho con todas las recomendaciones. Ramón adoptó a Susanita como su segunda madre

También llegó Hugo, estudiante de economía en la Universidad y miembro de las juventudes del Partido Comunista. Aspiraba dedicarse a la política a través del ejercicio de su profesión, con ideales de apoyar las causas populares.

Otro nuevo huésped, un joven colombiano, a quien todos llamarían por su apellido, Bisoña, estudiaba el piano en la Escuela Nacional de Música, aspiraba convertirse en un destacado jazzista.

Fue necesario entonces buscar otra casa más grande y en mejores condiciones. Se mudaron a una nueva que tenía, además de amplia estancia, comedor y cocina, ocho recámaras que se compartían o si alguno prefería la privacidad tenía que pagar extra. Y dos baños que facilitaban el aseo de los huéspedes sin las esperas de prolongados turnos.

Durante la cena, a las siete de la noche, se daba la oportunidad de conversar sobre las noticias principales del día, los deportes, principalmente el fútbol, o temas políticos sobre los que pontificaban doctoralmente Julián y Hugo.

–Este nuevo gobierno viene más duro que el otro… profetizaba Hugo. –El temperamento del Presidente de la República es un serio peligro para las aspiraciones democráticas del pueblo. Ya ven cómo le ha ido a los médicos, regañados, reprimidos, encarcelados algunos, cesados otros y hay de aquel que continúe con sus huelguitas y sus plantones en el zócalo. Han de saber que nuestro paisano el Dr. Balam está en la cárcel por sus ideas. ¿Qué hacer?. Preguntaba Hugo y se respondía así mismo. –Resistir por todos los medios a nuestro alcance, manifestándonos en la calle y enfrentándonos a la policía del gobierno. O a través del periodismo combativo, como lo hace Mario Renato en el “Por Qué”, y si no hay resultados de que afloje el gobierno, pues no quedará más remedio que irse a la guerrilla.

–Este gobierno, el anterior y el que viene son lo mismo– agregó Julián. –Acuérdense de los presos políticos que estuvieron o todavía están en la cárcel acusados del supuesto delito de disolución social, el muralista Siqueiros, Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Othón Salazar y otros, o del triste final de Rubén Jaramillo y su esposa embarazada arteramente asesinados. Ya sabemos lo que les espera a aquellos que no se plieguen a los mandatos del régimen que se dice revolucionario.

Los hijos de Susanita, Mauricio y Rubén, informaban alarmados la intervención de la policía en un conflicto entre estudiantes de su Escuela Preparatoria particular Ochoterena y los de una vocacional del Politécnico. La policía había tomado con lujo de fuerza las escuelas golpeando sin misericordia a los estudiantes con saldo de heridos graves con el pretexto de evitar enfrentamientos, hecho sangriento que ocasionó que los alumnos se declararan en huelga y se manifestaran pidiendo la destitución del jefe de la policía. –Imposible conceder tal demanda. Había dicho el regente de la ciudad, el principio de autoridad es primero.

Los demás, sin opinar, nada más escuchaban. Salvo Ramón que se atrevió a hablar.

–Es que… son los comunistas los causantes de tanto alboroto.

–No, Ramón– dijo Hugo –eso no es así de simple, los comunistas quieren lo mejor para el pueblo, en ello consiste su lucha. También están reprimidos, por eso operan en la clandestinidad.

Ramón insistió: –Son ellos los que ocasionan tanto desmadre. Vean en el Politécnico, con cualquier pretexto organizan huelgas, se suspenden las clases y los que queremos estudiar perdemos el tiempo.

–Pero el gobierno se pasa. La golpiza que recibieron los maestros que se manifestaron pacíficamente por el rumbo de la Normal es ejemplo de la brutalidad con que procede la policía. Yo estaba ahí, a mí también me tocó un macanazo, indignado dijo Tachito.

–Ya dejemos la política y hablemos de otra cosa. De fútbol. Ya ven, ahora derrotaron a la selección por muy poco margen, 2 a 1 a favor de Haití, se asustaron los muchachos por lo del vudú, les hicieron brujería. Jugaron bien, estuvieron a punto de empatar, pero como siempre, temerosos, terminaron perdiendo. El pendejo de Nacho Trelles cuando el regreso de la selección dijo que habían ido a aprender. Pues sí, han de ser de lento aprendizaje, siempre es lo mismo. Y todavía así algunos ilusos fueron al Ángel a gritar: ¡MEXICO!, ¡MÉXICO, ¡MÉXICO! ¿Verdad Julián que tu estuviste ahí gritando con tu noviecita Georgina? Intervino Mauricio con tono burlón.

Mientras tanto, Susanita atendía con esmero a sus huéspedes. Andrés ensayaba en su cuarto y Bisoña, aburrido de escuchar discusiones de política y de fútbol, se levantó de la mesa, se sentó al piano y se escucharon sentidos compases de blues y de jazz que apaciguaron el ambiente.

César Ramón González Rosado

Continuará la próxima semana…

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