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Balam y otros relatos – II

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II

Impaciente, Balam esperaba su designación como candidato de su partido a la gubernatura del estado, seguro de ser ungido para competir en las próximas elecciones. Durante 20 años había luchado en la política y ahora que ocupaba el cargo de Secretario General de la Unión Nacional Campesina, consideraba que el candidato lógico sería él mismo.

Por su mente pasaban los años de sus triunfos electorales, de sus grandes esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de su pueblo, de los peligros en su carrera política que iban más allá de las amenazas.

Recordaba los tiempos cuando fue encarcelado por órdenes del gobernador De la Torre Macías por el delito de organizar una manifestación de campesinos enfrente del Palacio de Gobierno, que derivó en actos vandálicos con grandes daños a casas comerciales y propiedades particulares.

También su espectacular liberación cuando los mismos campesinos acudieron por él al reclusorio, no quedándole más alternativa al gobernador en turno que dar marcha atrás ante la fuerte presión de la gente, que amenazaba con tomar el propio palacio de gobierno. A fin de cuentas, Balam salió fortalecido anímica y políticamente de ese acontecimiento.

Por su mente también pasaron los sucesos de la Liga de los Pueblos Agraristas del Estado, cuando ordenó tomar por la fuerza las instalaciones de la agrupación, ante la derrota en las elecciones para cambiar la directiva. Fue de funestas consecuencias. Reflexionaba sobre el error cometido, sobre su falta de cálculo político al enviar a su fuerza de choque, que se enfrentó también a grupos de golpeadores profesionales enviados por el propio gobierno para defender la sede, con saldo de numerosos heridos. Sí, había sido un error, un tropiezo nada más, sin embargo, había servido de aprendizaje para estimar mejor las consecuencias de sus decisiones de lucha.

Como en una película vio el inicio de su ascenso en la política, primero como diputado al Congreso el Estado. Aunque aún no cumplía los 21 años, edad legal para ocupar dicho cargo, eso no fue obstáculo pues sus diligencieros le consiguieron un acta de nacimiento apócrifa en el que se registraba de mayor edad. Y así siguieron sus años en cargos de elección popular, en la burocracia partidista o en el gobierno federal.

Ahora las cosas eran diferentes. Estaba en una posición clave y no le cabía la menor duda de que él sería el abanderado del partido para contender en las elecciones y cumplir con su sueño más acariciado, ser gobernador de su estado.

Fuera de su despacho, en las antesalas de la Unión Nacional Campesina esperaban ansiosos sus partidarios. Todo era cosa de minutos, o quizá de un poco más de tiempo. El momento crítico había llegado y nada más esperaban el anuncio de su designación. No podía fallar, era la segunda vez que aspiraba a la candidatura, pues en la primera había sido vetado por el gobernador Lores y aunque ahora en la segunda vez el gobernador Kan Ek había dicho: “Cualquiera menos Madera”, sus probabilidades de obtener la candidatura eran mucho más fuertes.

Absorto estaba en sus pensamientos. Había ordenado que no se le molestara. De pronto sonó el teléfono… la llamada esperada, pensó. El aviso del presidente del partido comunicándole su designación. No se atrevió a levantar de inmediato la bocina, esperó dos, tres, cuatro timbrazos. El pulso se le aceleró, la incertidumbre le impacientaba… sabía controlar sus emociones… levantó el auricular y escuchó una voz autoritaria que le decía.

–Señor Madera, el Partido de la Revolución ha tenido a bien designar candidato a la gubernatura de su estado… al General Zertuche. Esperamos de Ud. que, haciendo honor a ese espíritu de sacrificio y patriotismo que le caracteriza y a su inquebrantable disciplina al partido, su adhesión inmediata a las decisiones del alto mando y que encabece Ud. mismo una magna recepción en Mérida al candidato de la unidad.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Balam. Por unos instantes permaneció en silencio. Sin embargo, acostumbrado a obedecer sin titubeos las órdenes superiores, recobró la compostura y respondió: ¡Así se hará Sr. Presidente, las órdenes serán cumplidas!

De inmediato Balam, repuesto de la mala noticia, con entereza salió de su oficina y comunicó a sus partidarios que ansiosos esperaban en la antesala de su despacho la decisión, descubriendo en su discurso las grandes cualidades del ungido que antes nadie veía y exhortando a los presentes para organizar la magna recepción en la capital del estado.

El general Zertuche era un militar muy afable, a todos saludaba con amplia sonrisa y un abrazo. Trataba de hacerse popular, aunque en realidad era nuevo en el hacer político, un advenedizo. Era Diputado Federal y su presencia obedecía más a ciertos compromisos con los jefes del ejército que presionaban para posicionar a algunos de sus miembros.

La recepción al General fue apoteótica. El poder de convocatoria de Balam era evidente. En el aeropuerto de la ciudad capital al bajar del avión el General acompañado por Balam, la gente entusiasmada en una imprecisa valla, gritaba: ¡Balam… Balam! ¡Arriba Balam! Y el General Zertuche saludaba con emoción como si las aclamaciones fueran para él. No le quedaba más remedio que cobijarse en la popularidad del gran líder.

Así transcurrió la campaña electoral de Zertuche durante dos meses y las elecciones le favorecieron sin mayores contratiempos. Eran los tiempos buenos cuando el partido las ganaba de todas todas, la maquinaria electoral aún funcionaba con eficacia.

No asistió Balam a la toma de posesión. Tampoco fue invitado para que no opacara al nuevo gobernante. De todos modos, él había decidido no asistir para manifestar con su ausencia su inconformidad. Vio por la televisión el acto y pensó. Al tiempo…

La administración de Zertuche, pasados los primeros cien días de luna de miel con el pueblo, transcurrió entre ineptitudes, corrupción, nepotismo… además de que sus adversarios, inconformes, entre ellos el propio Balam, fueron creándole conflictos campesinos que el General no tuvo la menor idea de cómo neutralizar. Su experiencia en los asuntos de la política era escasa. El pueblo le puso como apodo “El Sastre”, porque a todas las demandas respondía: “Voy a tomar medidas… voy a tomar medidas”, sin que después se vieran resultados.

No tardó en caer. Permaneció dos escasos años como gobernador. Obligado por las circunstancias presentó su renuncia, más bien lo renunciaron. El Congreso del Estado nombró a Balam Gobernador interino por el tiempo restante de cuatro años, que al rendir la protesta de cumplir y hacer cumplir la Constitución, en su fuero interno pensaba: cuatro años como gobernador son muy pocos… veremos… veremos…

La gestión de Balam como gobernante rindió buenos frutos: El programa de reordenación henequenera que buscaba rescatar la declinante industria y hacerla más productiva y de beneficio para ejidatarios y obreros. Apoyos al campo con créditos blandos y asesoría técnica para el incremento de la producción. Los pisos de tierra de las chozas de los campesinos fueron hechos de cemento, eso sí, con el sello del partido como un atento recordatorio para las próximas elecciones.

Se establecieron maquiladoras de empresas extranjeras para incrementar el empleo, se fomentó el desarrollo de empresas agropecuarias y de artesanos. En lo cultural el fortalecimiento del Instituto de Cultura. En Educación el mejoramiento de las escuelas y aumentos de sueldos a los maestros, el desarrollo del deporte y el incremento de las escuelas de educación especial para discapacitados.

También la implantación de programas para la adquisición de bicicletas a bajo costo y a muy cómodos plazos para campesinos, obreros, maestros, burócratas, aun contra la voluntad de los beneficiados, con el propósito de fomentar el uso de este económico vehículo de implicaciones sociales y bueno para la salud, como en Francia, como en China y en otros países, aunque también con fines de promover el voto de los electores para el partido.

Máquinas de coser para las amas de casa y otros enseres domésticos que en algo mejoraron la calidad de vida en los hogares pobres. Estos y otros aspectos de la economía doméstica fueron atendidos con resultados satisfactorios durante el primer período.

Sin embargo, faltaba lo político. Nada debe oponerse a la continuidad de mi obra, pensaba Balam. Ni la misma Constitución. Los diputados del partido que entendieron el mensaje, y otros también en el Congreso previamente cabildeados, modificaron la Carta Magna del Estado, de tal modo que fuera posible la reelección del gobernador, si éste hubiese sido interino, pasado un período sexenal.

Terminado el interinato, un nuevo gobernador, fue electo para el siguiente sexenio. No duró mucho. Tres años nada más, la mitad del período. Su vocación demócrata fue su tendón de Aquiles al reconocer, antes que el partido, el triunfo de la candidata de la oposición para la presidencia municipal de Mérida que le ocasionó fuertes problemas con sus correligionarios. Fue depuesto a través de la “renuncia voluntaria” por órdenes superiores en medio del desafecto y agresión de los miembros del propio partido, que no fueron capaces de aceptar una derrota. Rumores corrieron sobre intrigas vernáculas detrás de la decisión, aunadas a la animadversión del nuevo gobierno federal. El gobernador respondió: “La política rupestre…” Fue sustituido por una senadora que preparó el regreso de Balam.

Al fin Balam fue electo para un segundo período, esta vez de 6 años, de acuerdo con la Constitución modificada a propósito bajo su influencia, que así permitía la reelección de los gobernadores interinos. Completaría un total de 10 años de gestión… El primer caso del México de la Revolución. Aunque si bien fue electo por mayoría de votos, éstos no fueron tan abundantes como los obtenidos en otras contiendas electorales, en las que había triunfado por abrumadora votación. La inconformidad del pueblo comenzaba a manifestarse.

La oposición le promovió un juicio político en el Congreso por su reelección que consideraban inconstitucional y que puso en peligro la estabilidad de su gobierno. Discursos agresivos de los diputados contrarios cuestionaban la legitimidad de su mandato. Sus opositores lograban cada vez más adeptos para destituirlo. Sin embargo, Balam, político profesional, supo neutralizar las intenciones de sus enemigos al ganar la votación por un solo voto que inclinó la balanza a su favor. Voto de un diputado de partido minoritario que, según rumores en los mentideros políticos, concedió a cambio de un maletín repleto de misterioso contenido.

Ahora sí, con mayor tranquilidad y tiempo Balam completaría la tarea. Nuevos logros en obras visibles: El nuevo Palacio de Justicia, reorganización de los cuerpos de seguridad del estado, instalaciones deportivas modernas, espectaculares, funcionales y la magna obra, la prolongación del llamado muelle nuevo en Progreso para el arribo de grandes barcos comerciales y cruceros turísticos que fortalecerían la economía, a pesar de las críticas de sus opositores que festinaban burlescos los camiones llenos de piedras que se echaban al mar para construir el viaducto del nuevo muelle y la terminal remota que el pueblo llamó “Isla Madera”. Balam tenía la visión puesta en el futuro.

César Ramón González Rosado

Continuará la próxima semana…

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