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Balam y otros relatos

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Letras

 

PREFACIO

 

A partir de la presentación de “Testimonios, relatos, cuentos y otros temas” en marzo de 2009, que fuera favorablemente acogido por destacados representantes de nuestro medio periodístico y literario, y en virtud de que otros proyectos se quedaron flotando en el tintero, me di a la tarea de rescatarlos en esta nueva propuesta, “Balam, Crónica Ficticia de un Liderazgo”, nombre del primer relato que a su vez titula este nuevo libro.

Son 8 las narraciones que integran la presente obra, que fueron surgiendo como producto de la evocación de la realidad que va de la mano con la ficción como unidad interpretativa en un ejercicio literario.

Recientemente, en una librería vi un letrero con la siguiente inscripción: “Con todo lo que no sabes se puede escribir un libro. Con todo lo que sabes también”. Qué expresión tan motivante. Y qué mejor sabiduría podemos tener, si no la de nuestra propia existencia. Y qué mejor realización, sino la interpretación escrita de nuestras mejores experiencias.

Mucho debo a mis amigos del Ateneo del Mayab C.P. Luis Alvarado Alonzo, Ing. Roberto Peniche Aguilar e Ing. Pedro Ojeda Ortiz por todo el apoyo que me han prodigado. También al Abog. Andrés Bazán Aguilar por su amistad y confianza. Y a los escritores laureados José Adonay Cetina Sierra y Roldán Peniche Barrera, que me alentaron con sus opiniones y consejos para la edición de este libro.

El autor.

 

BALAM, CRÓNICA FICTICIA DE UN LIDERAZGO

A temprana hora despertó, serían la cinco de la mañana. Dejó su hamaca y fue al brocal del pozo para darse un baño tempranero. La soga ensartada en el carrillo con la cubeta en un extremo, sonaba como un canto de grillos al descender con rapidez hacia el ojo de agua. “Jaló” la cubeta de regreso. Con una jícara se echó agua en la cabeza y restregó su cuerpo con jabón y estropajo. Poco después se vistió, remojó los bizcochos en la taza de chocolate que su madre le había preparado y bebió de prisa. Abordaría, una hora más tarde, el camión con rumbo a Mérida, distante de su pueblo unos 50 kilómetros. Todos los días haría el mismo recorrido de ida y vuelta para asistir a la escuela secundaria.

Era el primer día de clases, ingresaría a la escuela secundaria Cisneros. Atrás quedaban los años infantiles cuando las excursiones a las grutas de las cercanías, los baños en los cenotes, y su convivencia con los niños campesinos de los que aprendió a hablar la lengua maya.

Atrás quedaban las verdes milpas cuidadas por los Aluxes, las ruinas mayas por el camino del cerro, las culebras, los iguanos, las cacerías de chachalacas y las codornices con los tirahules. También el agua de las sartenejas y las piñuelas silvestres para mitigar la sed que ocasionaba el caminar por las veredas del monte bajo el sol canicular.

Se llamaba Balam, que significa jaguar en lengua maya. También espíritu maya encargado de proteger a los poblados, a las milpas y a los hombres. Su padre admiraba lo autóctono y por eso le puso ese nombre. Sus apellidos: Ek, que significa estrella, Ché, madera, la reciedumbre de su espíritu. Su nombre completo Balam Estrella Madera.

Balam no era el primero en la escuela, pero tampoco el último, aunque no por falta de talento.

Es que se ocupaba de otros trabajos que le distraían de las tareas escolares. Gustaba de ayudar en la siembra y en la cosecha de las milpas y a veces también en trabajos más rudos como el desmonte y la quema para preparar el terreno. Sabía distinguir entre los granos de maíz, de frijol o de calabaza las mejores semillas para depositar en los surcos de la tierra.

Por instinto se interesaba en el bienestar, no sólo de los miembros de su familia, sino también de sus amigos y las familias de éstos. Preguntaba por todos y si algún problema había era capaz de aconsejar su posible solución. De ahí que poco a poco, desde temprana edad, le seguían los niños de la escuela y comenzó, sin darse cuenta, a ejercer un liderazgo natural entre sus compañeros.

Nació Balam dieciséis años después del asesinato de Felipe Carrillo Puerto, gobernador socialista de Yucatán que hiciera importantes cambios y trascendente obra social en beneficio de los campesinos y obreros.

Aprendió en la escuela primaria un bello himno que cantó siempre con fervor patriótico cuando se conmemoraba al gran gobernador: “Fue su bandera la unión, su escudo la virtud, por eso el indio con fe, te tiene gratitud…”

Así que Balam creció bajo el influjo de la corriente socialista de la educación, que dejó imborrable huella en su vida, y que consolidaría una fuerte preparación teórica para su natural liderazgo.

Celoso de las causas justas, alguna vez en la escuela organizó una protesta contra el fraude que se gestó con motivo de las elecciones para presidente municipal de su pueblo. Al candidato don Antonio García, padre de uno de sus compañeros, le habían robado las elecciones.

Entonces en los pueblos no se depositaban las boletas en urnas. Apostados por separado en el parque los seguidores de los candidatos fueron contados por los representantes del gobierno. Era evidente que D. Antonio tenía mayoría. Sin embargo, le dieron el triunfo al candidato oficial. Muy enojada la gente de don Antonio decidió ir caminando a Mérida para protestar, pero no les hicieron caso.

Atento Balam a los acontecimientos, durante la hora del recreo reunió a un grupo de niños como él. Elaboraron pancartas con frases alusivas en contra del fraude y el director de la escuela les concedió permiso para protestar ante la autoridad.

Así lo hicieron. No menos de 150 niños se encaminaron al parque del pueblo, justo enfrente del palacio municipal. Al verlos aproximarse el presidente les dijo:

–Qué hacen ustedes aquí, es hora de estar en clases. Seguramente el renegado de su profesor los envió para crear problemas. Pero ya me las pagará, voy a pedir que lo cesen por utilizar a niños en asuntos políticos.

–No presidente, –respondió Balam– venimos solos por nuestra propia cuenta para protestar por el fraude electoral cometido, y que Ud. Permitió, haciéndose al disimulado. Y eso de los asuntos políticos que Ud. dice, también es de nuestro interés.

–¡Ah! ¡Qué niño tan malcriado! ¿Te enseñan en la escuela que le faltes el respeto a la autoridad?

–Nosotros no faltamos el respeto a nadie. Pero sí queremos dejar constancia de nuestra inconformidad por el fraude en las elecciones. Y entregándole un escrito al presidente le pidió que firmara copia de recibido. El alcalde para quitárselos de encima, pues ya la gente se estaba amontonando curiosa y admirada por la valentía de los niños, firmó de mala gana y agregó: –Está bien, me doy por enterado de su protesta y haré llegar el escrito a las autoridades de Mérida.

–Vámonos muchachos, regresemos a nuestra escuela, –gritó Balam– al mismo tiempo que recibía los aplausos y felicitaciones de sus compañeros. –Se terminó el tiempo del recreo, volvamos a clases. El presidente municipal refunfuñando se dirigió a su oficina y pidió le sirvieran una infusión de hojas de naranja para calmar sus nervios, al mismo tiempo que pensaba. –Ya me las pagará ese malhadado profesor.

Pero decíamos de Balam en su primer día en la secundaria. El profesor Juan José, prefecto de la escuela, formó a los nuevos alumnos en cuadro alrededor del patio central. Circunspecto y de voz fuerte, instruyó sobre las normas a seguir en la escuela como si fuera un cuartel de soldados y no de estudiantes que iniciaban apenas la secundaria. Les hacía marchar y gritaba: “uno spisquierdo, uno spisquierdo”

Temerosos todos escucharon las instrucciones, no así Balam al que no causaron temor alguno las bravatas del maestro, que más deseaba impresionar y reírse un poco de los novatos que asustarlos. Los alumnos veteranos que observaban la bienvenida, si así se le podía llamar, también reían de buena gana pues ya conocían a Juan José que se caracterizaba por su bondad y su espíritu de justicia. Balam pensó: –Me cae bien, ya veremos….

En los siguientes días se encontró de nuevo con lo que sería su vocación, la política. Dos grupos de muchachos con sus líderes al frente se disputaban la elección de lo que llamaban el círculo de estudiantes, esto es, la sociedad de alumnos. Pronunciando encendidos discursos en los que prometían los candidatos todo género de mejoras, solicitaban el voto de sus compañeros para las ya próximas elecciones.

Transcurridos los comicios el candidato perdedor no estuvo de acuerdo con los resultados y como solía suceder en esos tiempos la ley del más fuerte se imponía. Los inconformes agredieron físicamente. Las narices sangrantes, las espinillas contusas y los moretones abundaron en ambos bandos, sin embargo, los villanos impusieron su voluntad sin que nadie lo evitara en medio del escándalo estudiantil.

Aunque nuevo en la secundaria, Balam reaccionó a su naturaleza. Algo habría que hacer. En su mente pasaron los acontecimientos del fraude electoral de su pueblo, la protesta de los niños encabezados por él mismo, el cese del director de la escuela por haberles dado permiso y el regaño del presidente municipal a los alumnos que, según él, no se debían inmiscuir en asuntos de los adultos.

Algo había que hacer, pensó, y se convirtió en periodista estudiantil. Con valor e inteligencia publicó con ayuda del mimeógrafo un sencillo periódico en el que denunció el atropello cometido por los bravucones que habían usurpado la presidencia del círculo de estudiantes. La reacción de sus compañeros no se hizo esperar: Arengados por nuestro personaje, se reunieron en el patio central y se declararon en huelga hasta que las autoridades de la escuela restablecieron el orden.

Así sucedió, los usurpadores fueron sancionados y tomó posesión de la presidencia el candidato electo por voluntad de la mayoría.

A partir de entonces quedó sellado el destino de Balam. Como en la primaria, no sería el primero en los estudios, pero tampoco el último, le distraían otras tareas, ahora ya no del campo sino de los asuntos estudiantiles. Al siguiente año resultó electo presidente y fueron muchos los logros obtenidos para mejorar las condiciones de estudio de sus representados.

Así comenzó a relacionarse nuestro amigo con las autoridades del estado: el presidente municipal de la ciudad, diputados, senadores y hasta el mismo gobernador le recibía en audiencia. Veían en él a un joven con futuro en la política que convenía a los intereses revolucionarios del partido. Balam se dejaba querer por los políticos y obtenía siempre de ellos concesiones y apoyos diversos para la grey estudiantil, y desde luego, algo siempre quedaba para los gastos de gestoría.

No actuaba solo. Contaba ya con un grupo de colaboradores con diversas habilidades, unos, los más fuertes, eran una especie de muralla humana que él mismo encabezaba y que le protegía de las amenazas de los contrarios, pues Balam, como general que va al frente de su tropa, también intercambiaba golpes como el mejor cuando era necesario en las peleas por el poder estudiantil.

Otros, los intelectuales, redactaban panfletos, discursos, editaban periódicos y ocupaban, como grupo pensante, los principales puestos en la directiva del círculo de estudiantes. Asistían también a las audiencias con las autoridades y de este modo se iban formando otros liderazgos que más tarde le disputarían a Balam el poder y que en su momento también sabría eliminar de la competencia a través de estrategias no siempre congruentes con los principios de justicia que decía sostener.

Terminada su gestión de dos años como presidente del círculo de estudiantes y concluida la secundaria, ingresó a la escuela preparatoria dependiente de la Universidad del Estado. Balam fue electo presidente de la “prepa” cargo que ejerció durante dos años y posteriormente por su hábil liderazgo presidente de la Federación Estudiantil que agremiaba a escuelas secundarias, preparatorias y normales que sumaban varios miles de jóvenes, en cuya gestión destacó por sus logros a favor de sus representados.

Sin embargo, para la Federación Estudiantil no le fue fácil obtener el triunfo. Otro líder estudiantil de la preparatoria que apenas iba en ascenso le disputaba el cargo. Su nombre era Abel. Organizó con la ayuda de sus colaboradores una fuerte campaña electoral opacando la de Balam, que, confiado, no le puso fuerza suficiente a la suya.

Abel recorrió las escuelas secundarias y la única preparatoria de la ciudad de Mérida, que para entonces se ubicaba en el edificio de la Universidad. También recorrió con entusiasmo la Normal de Mérida, las secundarias del interior del estado y la Normal de Tekax en busca del voto de sus compañeros. Abel era carismático, sus encendidos discursos entusiasmaban a la masa estudiantil.

Balam se preocupó por la popularidad de Abel e imprimió más fuerza a su campaña. Pero se decidió tarde cuando las elecciones estaban cerca y no tuvo tiempo de contrarrestar la fuerza política de su adversario.

Llegaron los días de la votación. El gobierno, que a través de la Dirección General de Educación era el árbitro, llevó a efecto en diferentes días programados los comicios. Y cuál no sería la sorpresa de Balam al ver que conforme los votos se recogían, no lograba dejar atrás a su adversario y poco después era superado, si bien por escaso margen.

Pero la suerte estaba de su lado. Un incidente en un automóvil en el que viajaban algunos partidarios de Abel, al jugar con una pistola se disparó accidentalmente hiriendo de gravedad al chofer. El herido tuvo que ser trasladado con urgencia a un hospital en donde por fortuna le salvaron la vida. Pero se armó el escándalo, intervino la policía, la Procuraduría, vinieron los reclamos, se desató la violencia estudiantil. Entonces Balam exigió al gobierno la resolución a su favor en un nutrido mitin enfrente del palacio de gobierno… y la autoridad… sin mayores problemas… le otorgó el reconocimiento.

A su vez los reclamos de Abel y sus seguidores no se hicieron esperar. El Gobernador Cuxo les dijo: –Bien muchachos, debo decirles que el gobierno también tiene su candidato y ese es Balam. Cálmense, pídanme lo que quieran, les será concedido, pero las cosas se quedan como están, no obliguen al gobierno a tomar otras medidas de orden.

Así eran las clases de democracia en ese entonces y así, con serias dudas sobre su legitimidad llegó Balam a la presidencia de la Federación Estudiantil.

Gran experiencia había adquirido Balam después de varios años de ejercicio político en los que aprendió toda suerte de artimañas que le aconsejaron los viejos profesionales de la política, que si bien pregonaban a los cuatro vientos ser portavoces de los principios de la Revolución y herederos del socialismo de Felipe Carrillo Puerto, en la práctica resolvían los asuntos muchas veces despegados de la justicia.

Su gestión como Presidente de la Federación Estudiantil fue de logros tangibles que favorecieron a los estudiantes. Todos dijeron entonces que fue buena, aunque en lo político fue un aprendiz de dictador… dijeron las malas lenguas que todo lo saben. Balam trató de curarse en salud: “El fin justifica los medios”.

Balam habría de hacer historia. Hizo gala de una larguísima trayectoria política dentro del partido-gobierno ocupando puestos públicos y de representación: dos veces diputado local, Presidente Municipal de Mérida, diputado federal en dos ocasiones, secretario de organización del partido, Secretario General de la Unión Nacional Campesina, Gobernador interino de Yucatán, Secretario General Adjunto del partido, Secretario de la Reforma Agraria y Gobernador Constitucional del Estado.

Los enemigos políticos en vano intentaron todo para evitar tan rápido ascenso. Un conocido luchador social decía de él: “Fue líder estudiantil y nunca estudió. Fue líder obrero y nunca trabajó. Fue líder campesino y nunca sembró la tierra”. Y agregaba: “Balam nunca será gobernador…”, se equivocaba.

César Ramón González Rosado

Continuará la próxima semana…

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