Letras
XLIV
El descubrimiento de América consigna que, antes de divisar tierra del nuevo continente, Cristóbal Colón anticipó su hallazgo al observar en el aire el vuelo de una gaviota. En su función como orientadoras de navegantes, las aves migratorias se guían por la posición del sol o de las estrellas y son dueñas de un sentido especial que las induce a desplazarse en forma de escuadra para poder cortar el aire y adquirir mayor velocidad, destreza imitada por los aviones del ejército aéreo.
Las aves ofrecen diversas utilidades: por ejemplo, el colibrí o chupamirto, con su pico cerrado similar a una aguja hipodérmica, liba el néctar de las flores y va polinizando las demás; los gorriones pequeños conocidos acá en el norte como pajaritos chileros fertilizan las semillas del chile piquín o del monte al comerlas y procesarlas en su aparato digestivo; los loros, las guacamayas, las cacatúas, fungen como seres de compañía porque hay respuesta cuando se les habla y junto con cuervos y urracas son considerados más inteligentes que otras aves, según pruebas científicas. Por su belleza, pavos reales, faisanes, aves del paraíso, perdices, generalmente son considerados objeto de ornato en inmuebles de servicio turístico y una que otra residencia particular.
Entre las de corral, además de producir huevos, las gallinas brindan excelente sabor en carne e hígado, al igual que patos, pollos, pavos, codornices, gallinitas de Guinea y recientemente se ha comenzado a explotar también la carne de avestruz. La pluma de ganso es valorada porque aporta calidez en frazadas, chamarras, almohadas y se aprovecha como aislante en equipos industriales. La acumulación de heces avícolas constituye abono rico en minerales, fertilizante llamado guano. Las aves de carroña, despreciadas a lo largo de los siglos, suministran prestación higiénica eliminando desechos orgánicos en purificación de atmósfera.
Quizá como reconocimiento a las bondades de las criaturas aladas o por simbología, algunos países imprimen sus efigies en los escudos de banderas nacionales: Albania, Austria, Egipto, México, Moldavia y Zambia ostentan al águila; Bolivia, Colombia, y Ecuador al cóndor; Dominica al loro; Guatemala al quetzal; Kiribati a la fragata; Papúa y Nueva Guinea al ave del paraíso; Uganda a la grulla, y Zimbabue a la paloma.
En publicidad industrial, las alas representan velocidad, por eso los automóviles Aston Martin, Bentley y Mazda las emplean como distintivo. En el aspecto comercial, una familia de tecolotes es emblema de la cadena Sanborn’s, y un pelícano de los almacenes Comercial Mexicana. En etiquetas de propaganda, anotamos al gallo del Knorr Suiza, gansitos Marinela, artículos de escritorio Pelikan, palillos Pingüino, salsa picante Cardenal, queso Gallo, y el cotorro de la salsa cátsup.
Equipos deportivos: Tecolotes de Nuevo Laredo, Pericos de Puebla, Águila de Veracruz, Águilas de Mexicali; y en las grandes ligas: Cardenales de San Luis, Azulejos de Toronto y Orioles de Baltimore. Canciones populares: “Pájaro chogüi” y la saga de palomas de José Alfredo Jiménez; películas: El dulce pájaro de la juventud, El halcón maltés; obra de ballet: El pájaro de fuego, con musicalización de Igor Stravinski; los relojes cucú, el twitter de las redes sociales y una larga serie de representaciones de ave, ocuparía amplio espacio.
Tato, nuestro golden retriever, persigue pajaritos que vienen a tomar agua en la fuente del jardín. Cuando no les presta atención, podemos contemplar en ellos ciertas rutinas: se remojan, beben, sacuden sus alas y, con entrecortados movimientos de cabeza, la mirada aguzada, buscan alimento: migajas de las croquetas de Tato o gusanos de tierra; después se posan en alguna rama, gorjeando.
De los mejores momentos de observación es cuando un polluelo abre el pico para recibir la comida que su mamá deposita en el buche: el procedimiento es parecido al tierno cuidado que pone en los huevos del nido. En una ocasión, nos encontrábamos en el patio cuando cayó al césped una cría recién nacida. Los sonidos de angustia de la paloma y la inmediata presencia de gatos merodeando en la superficie de la barda alertaron a mi esposo, quien recogió al pichoncito y lo depositó nuevamente en el brazo del árbol.
La diferente entonación de los trinos, los saltitos de alegría y el contacto de plumaje a plumaje de madre a hijo fue todo un espectáculo. No cabe duda que, entre los prodigios de la vida silvestre, el más hermoso es el desarrollado instinto que se manifiesta como ejemplo de amor maternal.
Paloma Bello
Continuará la próxima semana…