Letras
LIII
Hace tres mil años, la civilización china iniciaba caracteres de escritura como producto de la observación de las formas que se movían en el cielo y de las particularidades de las aves. Se dice que Cang Lie, adivino y escriba del legendario emperador Amarillo, creó los signos de escritura estudiando huellas de patas de pájaros. De la grafía a la palabra, y de ésta al halito creador, la evolución universal de los cantos sobrevuela, contemporánea, la cordillera andina de Chile:
Yo, poeta popular, provinciano, pajarero
fuí por el mundo buscando la vida: pájaro a pájaro conocí la tierra
reconocí donde volaba el fuego:
la precipitación de la energía y mi desinterés quedó premiado
porque aunque nadie me pagó por eso
recibí aquellas alas en el alma
y la inmovilidad no me detuvo.
El aleteo íntimo que motivó estos versos de Pablo Neruda pudiera ser sustancia compartida con otro poeta chileno, Vicente Huidobro, cuya obra culminante, Altazor, se cimienta en el alto vuelo del azor, ave parecida al halcón. Una de las reverberantes líneas de aquel texto sugiere que un sitio ideal para la muerte sería “entre una estrella y dos golondrinas.”
¿Qué condiciona a la literatura a citar al ave como figura recurrente? ¿Fragilidad? ¿Sensación de libertad? ¿Frustradas ansias de volar? Tal vez, belleza oportuna para la descripción:
La tarde equivocada se vistió de frío
detrás de los cristales
turbios
todos los niños
ven convertirse en pájaros un árbol amarillo.
La mirada de García Lorca se prolonga a cierta metáfora de Julio Cortázar:
Una bandada de palabras
posándose
una a una
en los alambres de la página.
Y a esta sentencia de Rabindranath Tagore: “Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo.”
El movimiento literario llamado Modernismo, del que fue representante en lengua española Rubén Darío, tuvo como símbolo al cisne. Dicha corriente artística, centrada en la contemplación de ambientes y paisajes que reflejaban el ánimo del autor, fue combatida por Enrique González Martínez quien, en contraparte, se hacía llamar “El hombre del búho” cuando propuso “retorcerle el cuello al cisne”, y fundar esquemas innovadores.
En la cultura egipcia, la golondrina materializa el alma que se aleja en ocasión de muerte; quizá por esa alusión representativa del adiós, Gustavo Adolfo Bécquer haya escrito Volverán las oscuras golondrinas, y sea también imagen en la canción de despedida por excelencia: Adónde irá, veloz y fatigada, la golondrina que de aquí se va…
Entre los cuentos famosos del mundo: El pájaro azul de Maurice Maeterlinck y El ruiseñor y la rosa, de Oscar Wilde. Obras teatrales La gaviota, de Antón Chéjov y Los cuervos están de luto, de Hugo Argüelles; el guion cinematográfico El gallo de oro, de Juan Rulfo; el poema “El cuervo”, de Edgar Allan Poe, las novelas El águila y la serpiente, de Martín Luis Guzmán y El periquillo sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi; “Los pájaros”, relato de Daphne du Maurier llevado al cine por Alfred Hitchcock… es apenas una breve lista de historias con títulos y temas relacionados con las aves.
Las fábulas de Esopo, La Fontaine y Samaniego, narraciones cortitas que establecen enseñanzas y al final, moraleja, tienen la característica de imbuir en las mentes de los pequeñines valores universales que se conservan vigentes. De las más conocidas: “La gallina de los huevos de oro”, “El águila y el escarabajo”, “La paloma y la hormiga”. Los clásicos para niños de Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm apuntan, memorables:
“El patito feo”, “Los cisnes salvajes”, “El canto de la alondra” y Charles Perrault trasciende con su colección de Cuentos de mamá gansa. La literatura infantil hindú, china, árabe, introduce protagonistas sobrenaturales con apariencia de ave.
En lectura popular, los comics se adjudican exitosas producciones infundiendo ocurrencias a simpáticos personajes como El Pájaro Loco, Piolín, el Pato Lucas, el Gallo Claudio, Condorito, la Zorra y el Cuervo, el Correcaminos y el Coyote, Tuco y Tico (las urracas parlanchinas); así como a la familia avícola de Walt Disney: el pato Donald, su novia Daysi, la Abuela pata, el tío Rico Mac-pato, el primo Pánfilo Ganso, los sobrinos Hugo, Paco, Luis y el empleado de la abuela en la granja, Coco Ganso.
El refranero ocupa espacio de sabiduría cotidiana como expresión del pueblo en suma de voces: “Cuando el tecolote canta el indio muere”, “Gallo que no canta, algo tiene en la garganta”, “Más vale pájaro en mano que ciento volando”, “Gallina que come huevo ni que le quemen el pico”, y cuando el mexicano se juega la suerte en un volado, el albur decide entre “águila o sol…”
Paloma Bello
Continuará la próxima semana…